Una delegación de la congregación de los Javerianos desarrolla la segunda edición de los campos de trabajo con inmigrantes del CETI. Una representación de los Misioneros Javerianos –congregación inspirada en la figura de San Francisco Javier, uno de los grandes misioneros de la Iglesia, y fundada por un obispo italiano llamado San Guido María Conforti– se encuentra en la ciudad autónoma para la segunda edición de los campos de trabajo que realizan en colaboración con la Diócesis de Cádiz y Ceuta.
El grupo trabaja con residentes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) en talleres cuya temática permite que canalicen sus aptitudes a través de las manualidades, la lengua española o las nociones en educación vial, es decir, contenidos formativos y de utilidad.
Mario Mula Spanu, misionero durante 18 años en Colombia y recientemente elegido vicario general de los Javerianos en Roma; y Gianluigi Siegnori, con 21 años de experiencia en Camerún, Chad y Burundi, encabezan la delegación que será relevada mañana por otros miembros de la congregación que cuenta con 800 personas de distintas nacionalidades –italianos, españoles, indonesios, mexicanos, congoleños, cameruneses...–. “Nuestra finalidad exclusiva consiste en el anuncio del Evangelio a los no cristianos”, anunció Mula, quien espera que estas actividades tengan continuidad.
“El Papa Francisco potencia más que nunca las misiones”, coincidieron los italianos; “e insiste mucho en ir a las periferias, que es precisamente en lo que nosotros estamos”. Sin embargo, puntualizaron, “no es porque no existiera, es decir, se vuelve a subrayar estos elementos que estaban ahí, desde luego. No inventa nada pero pone el acento en las misiones”. El Pontífice “nos recuerda que hay que salir”, destacaron.
En aquellos países que son cristianos como España, “estamos para recordar que la Iglesia es misionera y vamos donde nos llamen”, señaló Signori, que resaltó que cumple con este cometido en colaboración con los delegados diocesanos de misiones y, en el caso de Ceuta, con José Manuel González, dean de la Catedral; el padre Curro y la Vicaría. “Seguramente no resolvemos el problema de nadie, pero sí construimos humanidad. Cómo hacemos del mundo una familia si no estamos cerca los unos de los otros”, indicó Signori.
“Aunque hay veces que no se explicita mucho, es también una denuncia porque la legislación sobre los inmigrantes no está hecha con esa humanidad que se debería tener”, lamentó el nuevo vicario javeriano.
Detrás de la palabra inmigración, continuó Signori, “hay historias concretas de personas que han hecho kilómetros, han cruzado el desierto, lo han pasado mal y habrán sido buenos o malos, pero son personas”.
Para cumplir con su cometido, los misioneros se desplazan hasta países como Japón, China o Bangladesh para vivir entre musulmanes o personas de otras creencias. A países como Sierra Leona, donde muchos son musulmanes, acceden por ejemplo a través del desarrollo social mediante la escuela. “El anuncio se hace con presencia, mucho respeto por la religión, también hacia el pueblo que te acoge así como intentar entrar en su idiosincrasia mediante la participación en su vida, su cultura, gastronomía, estilo de vida...”, explicó Mula. También surgen dificultades a causa de las guerras ya que, cuando estalla un conflicto, “los misioneros somos los únicos que permanecemos en el lugar para prestar ayuda. Entonces puede ser que, poco a poco, con todo el respeto y cariño, les puedes decir que Jesucristo tal vez les sirva”, indicó Siegnori. Apuestan por encontrar soluciones a los problemas en el lugar de origen.
En su trayectoria, hubo momentos de tensión y peligro, “a veces una bala por aquí, otras veces un cuchillo por allí”, sin embargo, “eso no es lo más importante”, puntualizó el ‘segundo’ de los javerianos. “Hay personas que sufren a diario, y claro, estás expuesto a todo como ellos, algo que aprecian. Nosotros también aprendemos mucho de ellos”, expuso el misionero.
“La tentación es siempre pensar que, en países en situación de conflicto, las personas allí son así. Cuando te encuentras en el lugar, te das cuenta de que la gente normal lo pasa mal, exactamente como tú, o quizás peor. Nadie desea la guerra ni la violencia”, subrayó.
Sin embargo, resulta “muy significativo” que el misionero permanezca en el lugar del conflicto porque piensan: “Este europeo podría irse mañana mismo pero nadie le obliga a quedarse. El Evangelio hace que seamos hermanos, entonces hay que demostrarlo, no es cuento y te quedas allí como uno más”, en palabras de Mula.