El suceso acontecido en el CETI esta semana ha puesto el foco, de nuevo, en el centro de estancia temporal de inmigrantes. Pero no por la seguridad en sí, si no por las formas en que se está teniendo el control en las instalaciones.
Todos los sindicatos han estado de acuerdo a la hora de denunciar la inseguridad que sienten los trabajadores cuando no encuentran amparo por parte de la dirección o cuando un residente es problemático de manera continuada y no se adoptan medidas.
No se puede permitir que en un centro dotado con recursos, una plantilla no pueda trabajar con tranquilidad o hasta 5 personas terminen lesionadas cuando ya se habían advertido las condiciones especiales que presenta uno de los residentes, que debía haber recibido otro tratamiento más adecuado.
Las medidas no se pueden adoptar a posteriori, hay que evitar situaciones que no solo tienen como perjudicados principales a los agredidos, sino que generan un recelo hacia toda la comunidad migrante.
Los titulares tendenciosos no se han hecho esperar y eso no es bueno. No deberían producirse situaciones así si existiera un control adecuado en un centro que últimamente se está viendo salpicado por demasiadas críticas. Algunas ni siquiera han trascendido a los medios, pero eso no quita su gravedad.
La normalización en el centro se debe recuperar y eso no se logra de otra manera que variando la forma de trabajar que está estilando una dirección que prometió mucho en su llegada, pero que está evidenciando un mal desarrollo.