La Fiscalía considera que incurrió en dos faltas de lesiones y no en delitos
El de ayer en el Palacio de Justicia no fue un juicio cualquiera. Y no lo fue por motivos dispares: para empezar, la celebración del mismo, después de un aplazamiento previo, ya que comenzó a las tres de la tarde y finalizó una hora después; tampoco fue habitual el hecho de que uno de los agredidos, el periodista Tomás Partida, volviera a ver la cara al agresor que le pateó el pasado miércoles 7 de diciembre –rostro que ya no recordaba “porque se me borró de la mente”, declaró– en la calle Independencia, cuando trataba de defender a otro señor que estaba siendo atacado por el acusado; inusual fue también la ligera discrepancia que mantuvieron su Señoría y el declarante Partida durante el turno de intervención del mismo; y ya cerca del final, antes de que el juicio quedara visto para sentencia, se vivió otra situación que tal vez no estaba escrito en el guión inicial, excepto para la letrada defensora quien, haciendo su labor, solicitó que el propio Partida fuera condenado por una falta de lesiones a una multa de diez euros diarios durante treinta días así como una indemnización de 150 euros en favor de su cliente.
Anterior a la voz de la defensa, se escucharon la del abogado de la acusación y la del Ministerio Fiscal, de modo que las peticiones expresadas por cada uno quedaron de distintas maneras.
Así y según entendió la Fiscal el acusado debiera ser condenado por dos faltas de lesiones en base con el artículo 617.1 del Código Penal Español por las que tendría que abonar una cantidad diaria de seis euros durante cuarenta días por cada falta, lo que supone por tanto un total de 480 euros entre las dos así como una indemnización de 264 euros en favor de la víctima que no fue Partida, quien a su vez renunció a cobrar indemnización alguna “porque lo que yo deseo no es dinero sino justicia”, alegó el propio periodista durante la celebración del juicio.
Por su parte, la acusación solicitó una condena para el agresor por dos faltas, una de lesiones y la otra de coacciones, “éstas últimas”, narraba el letrado, “provocadas en el Hospital Universitario a donde el agresor acudió para intentar volver a golpear a mi cliente, que estaba malherido y siendo atendido por el personal sanitario que lo estaba auxiliando mientras apenas era consciente de todo cuanto sucedía debido al aturdimiento por los golpes recibidos, unas patadas que podrían haberle provocado incluso la muerte”.
Para cada una de las faltas, el letrado de la acusación particular solicitó dos meses multas a razón de una cuota diaria de diez euros al día. También quiso mostrar “sorpresa en un hecho que considero llamativo y es que la Policía resulte amenazada el día de los hechos, según mantienen las dos víctimas de la agresión sufrida, y no se efectuara acusación alguna contra el denunciado por esas amenazas”, valoró.
Asimismo, y en el tiempo específico para su declaración, el acusado, un joven de 24 años, defendió que “actué porque fui provocado e increpado de malos modos por ambos señores”, señalando al banquillo donde estaban sentados los dos hombres a los que agredió.
Asimismo, la defensa argumentó, con la confirmación al respecto del médico forense, que el joven padece una enfermedad de psicosis en un porcentaje del 48 por ciento por la que ha estado ingresado y por la que “lo estoy pasando muy mal”, aseguró el joven. En este sentido, el forense añadió que “con la enfermedad se puede tener una reacción desajustada pero que eso no quiere decir que no supiera lo que estaba haciendo”.
Queda por tanto conocer el resultado final de un hecho en el que Partida recibió una brutal paliza después de que intentara frenar la agresión que estaba sufriendo un anciano. El periodista, que se encontraba en compañía de su esposa, presenció cómo un individuo estaba golpeando a un anciano que, al parecer, le había recriminado que circulara con una bicicleta de manera temeraria. El joven, bastante corpulento, respondió el reproche golpeando una patada en la cabeza al anciano. Esa agresión fue vista por Partida, que, cumpliendo con el deber de cualquier ciudadano, acudió a pararla intentando proteger a la víctima.