Mirandilla, ya saben que es mi pueblo del alma, por el que siempre siento especial admiración y profundo cariño. Antonio Machado, al que siempre hay que recurrir en materia de apego y arraigo hacia el lugar donde se nace, ya nos dejó dicho, que “el que no ama a su pueblo, es un mal nacido”. Por eso, nada me alegra más que traer aquí a colación alguna que otra información positiva con el mío relacionada. Y, dentro de ese mismo contexto, se enmarca la ordenación episcopal que, el próximo día 6 de julio, tendrá lugar en la Catedral de la Almudena de Madrid, en la que será ordenado obispo el que, desde el pasado 23 de abril, ya fue designado por el Papa Francisco, obispo electo, don Vicente Martín Muñoz, criado en Mirandilla, donde residió con sus padres hasta su ingreso en el Seminario de Badajoz.
Tras conocer su elección, ya le dediqué un primer artículo, pero ahora, que va a ser elevado a la dignidad episcopal y que el acto será más solemne y trascendental, teniendo también en cuenta que un obispo no se ordena todos los días, y que, en su caso concreto, cuenta con la primicia de ser el único obispo que Mirandilla ha dado en toda su historia, pues me parece razonable y normal que tal evento nos produzca, a mí y a mis paisanos, la alegría e íntima satisfacción de contar con tan preclaro prelado.
De joven, trabajé mucho con el padre del nuevo obispo, Jacinto Martín (q.e.p.d.), con el que también me unía muy buena amistad. Era una excelente persona, seria, responsable y cabal. Y recuerdo que, cuando, con 16 años, me marché de Mirandilla, cada vez que luego volvía de vacaciones y nos saludábamos, me contaba muy ilusionado que su hijo Vicente estaba estudiando en el Seminario de Badajoz. Seguro que, si sus padres vivieran y pudieran conocer que su hijo Vicente va a ser investido obispo, desde el cielo se sentirían muy honrados y felices. Y, a mí, que también procedo de humildes orígenes y sé lo que cuesta tener que hacerse a sí mismo, pues los éxitos de los demás, conseguidos con esfuerzo, sacrificio, mérito y capacidad hasta el nivel que lo ha hecho Vicente, de verdad que los valoro mucho y me merecen mi mayor respeto y la máxima consideración.
Vicente fue ordenado sacerdote en 1995. Se fue, luego, promocionando con sucesivos nombramientos como párroco en Calera de León, en La Roca de la Sierra y en La Nava de Santiago. En 1998, fue designado arcipreste de Alburquerque. Es licenciado en Teología Pastoral por el Instituto Superior de Pastoral de Madrid. Máster en Doctrina Social de la Iglesia por el Instituto Social León XIII. Secretario de la Subcomisión Caritativa y Social. Delegado Episcopal de Cáritas Española. Y miembro del departamento archi diocesano para la Doctrina Social de la Iglesia y Obispo Auxiliar de Madrid.
El Canon 387 del Código de Derecho Canónico, dispone, que: “El obispo diocesano está obligado a dar ejemplos de santidad, con su caridad, su humildad y su sencillez”. Y, quienes conocemos a Vicente, sabemos que posee y tiene más que acreditadas esas tres virtudes; pero, esencialmente, la “caridad”, que, según San Pablo en su primera epístola a los corintios, es, “la más importante de todas las virtudes cristianas”, pues ella es su fuerte, tal como él tiene demostrado, habiendo sido Delegado Episcopal de “Cáritas Española” y estando tan vinculado a la doctrina Social de la Iglesia, como es el caso concreto del nuevo obispo?.
Conozco las señas de identidad más características de Vicente, como son su sencillez y su humildad comprometida y solidaria con quienes han sufrido pobreza extrema o severa marginación social en las barriadas más pobres de Badajoz, como Los Colorines y Gurugú, en las que él estuvo ejerciendo su sagrado ministerio sacerdotal, siendo muy feliz y estando enormemente satisfecho de haber podido estar al servicio de los más pobres y necesitados, cuando él ni siquiera podía imaginarse que después sería designado obispo.
También son bien conocidos en mi pueblo su espíritu de servicio, entrega y dedicación a la iglesia de Mirandilla y sus feligreses, haciéndose voluntariamente cargo de la celebración de la santa misa y demás actos religiosos que alivien la carga del párroco titular, con ocasión de hallarse él en el pueblo de vacaciones o por alguna otra circunstancia, donde tanto gusta de seguir viviendo en el cariñoso recinto familiar que para él continúa siendo la casa en la que se crio con sus padres y hermanos.
Vicente es, además, una persona modesta, abierta y sencilla, de esas que yo admiro y llamo “de a pie y del pueblo llano”, porque es del que yo procedo y con el que más me identifico. Con su vocación, entrega, esfuerzo y sacrificio, ha estado siempre al servicio de los más pobres y necesitados, sin que nunca se haya visto en él ni siquiera el más mínimo asomo de vanidad, ni atisbo alguno de arrogancia ni alarde por los importantes cargos eclesiásticos que ha desempeñado. Muy por el contrario, siempre ha dado continuas muestras de humildad y de cercanía hacia quienes, como él, son de orígenes modestos y de humilde condición.
Desde Málaga me entero que, el próximo día 6 de julio de su ordenación episcopal, saldrán de Mirandilla dos grandes autobuses hacia la catedral de la Almudena de Madrid repletos de gente de mi pueblo, para compartir la alegría, junto a su paisano el nuevo obispo, y mostrarle apoyo y solidaridad, estando a su lado en momento tan transcendental. Me refieren que, ha sido tal el interés mostrado por la inmensa mayoría de vecinos en asistir al acto de ordenación, que desde los primeros días que se abrió la suscripción se completó la lista de expedicionarios, y no quedó ni una sola plaza sin cubrir, a pesar de la insistencia de otros muchos que igualmente desean asistir al solemne acto.
Es por ello, estimado don Vicente, que desde la llaneza, cordialidad y sencillez con que siempre nos tratamos la gente de Mirandilla, me adhiero de forma solidaria y espiritual a los expedicionarios a través de este artículo, para expresarte mi reconocimiento, mi admiración y mi gran afecto hacia ti y tu familia, uniéndome a la alegría, a las felicitaciones y a toda clase de parabienes que recibirás y que tú tanto te mereces.
Te deseo, de todo corazón, que tengas mucha suerte y una próspera trayectoria episcopal en la alta misión que la Iglesia te ha encomendado. Que en ella coseches toda suerte de aciertos y éxitos y que te acompañen siempre las más óptimas expectativas como relevante pastor espiritual, en tu siempre noble e ilusionada entrega a los pobres que sufren y que, a ti, ellos tanto te preocupan y te sensibilizan.
Te envío mi más cordial enhorabuena, junto con un fuerte y respetuoso abrazo.