Más allá de la municipalización quedan las consecuencias directas que nos afectan a todos. Esas que vamos a sufrir o no ustedes y yo.
A la Ciudad le queda por delante algo más que haber resuelto la cuadratura del círculo, le queda constatar que el servicio de limpieza se presta como se debe sin distinción, sin que unos barrios sufran el olvido, sin que se tenga que prácticamente rogar que se atienda a todos los vecinos por igual.
El Gobierno sacó ayer pecho por lograr lo que en otras épocas parecía impensable, pero ahora tiene que hacer frente a lo más complicado: garantizar que todo funcione, que la estructura es la adecuada, qué es lo que falta y qué, por exceso, debe ajustarse.
Si es valiente, la limpieza funcionará como debe con unas calles limpias, sin olores, sin que dé vergüenza la etiqueta de Perla del Mediterráneo porque Ceuta más parecía un basurero.
Es obligación del Gobierno el control, y de la oposición, el justificar por qué dieron el sí y esto último solo se justifica fiscalizando todo, chequeando hasta el último encargo, denunciando si algo no funciona como debe.
"La Ceuta sucia debe dar paso a la limpia real, la auténtica, la que se aprecia pero no se paga como aquellas escobitas de plata, ¿las recuerdan?"
En el pleno se habló y mucho del interés general sobre el particular. Vamos a suponer que creemos esa máxima (difícil a estas alturas) y si lo suponemos, vamos a exigir transparencia.
La Ceuta sucia debe dar paso a la limpia real, la auténtica, la que se aprecia pero no se paga como aquellas escobitas de plata, ¿las recuerdan? Se trata de recuperar cierta dignidad como ciudad.
¿Experimento? Claramente. Ahora se tratará de valorar si la apuesta ha sido segura, solo se ha dado un paso.