El Servicio de Protección a la Infancia de Ceuta puso en marcha un número de teléfono para que las familias que tienen a niños desaparecidos en su intento por cruzar a la ciudad puedan obtener información. En una semana solo se ha recibido una llamada. Es el resultado de hacer las cosas sin sentido, de empezar la casa por el tejado.
La idea no es que fuera buena, era buenísima. Ceuta debe disponer no de un servicio telefónico de atención a familias de desaparecidos, sino de un departamento que canalice todas las informaciones y ayude a identificar los cuerpos sin vida que son hallados por la Benemérita.
Sucede que si pones un número de teléfono fijo que además funciona de 8 de la mañana a tres de la tarde, difícil es que una familia desde Marruecos comunique de esta manera y además pase por un filtro horario que lo más seguro desconozca.
Existen otros canales más directos que, operativos las 24 horas, pueden servir de utilidad, pero se piensan los proyectos y se ejecutan de una manera bien alejada al comportamiento de alguien que, desesperado, necesita de un intercambio constante de información.
Aquí no se trata de comunicar una desaparición como si se llamara a la oficina de objetos perdidos. El asunto es de mayor envergadura y requiere trabajar en diferentes ámbitos, con la Guardia Civil, con posibles familiares, dando orientación, conociendo lo que pasa.
Leyendo que solo se ha recibido una llamada en una semana de operatividad habrá quien saque como lectura inmediata que la idea es un fracaso. No, la forma de ejecutarla está mal pensada, pero Ceuta necesita no solo canalizar las llamadas de auxilios con menores sino también con adultos cuyas familias nada saben de ellos.
Tenemos a varios jóvenes enterrados sin que se haya podido averiguar nada de sus historias. Estoy segura de que si funcionara un departamento encargado de coordinarse con las entidades humanitarias del vecino país avanzaríamos mucho más en conseguir un resultado del que no sacaremos beneficios económicos ni materiales, pero sí morales y de sentimiento. Solo con eso merece la pena.