Ni siquiera en el mundial de Sudáfrica habían lucido tantas rojigualdas en los balcones. Nos salió el espíritu promulgador no por los goles, ni las victorias, sino por la sensación de robo, de una estafa que además provocaba el enfrentamiento abierto entre hermanos.
España siempre ha sido mucho más grande que sus enemigos, incluso cuando nos han infligido derrotas terribles. Derrotas no tan perceptibles como las vetustas con nuestros enemigos históricos, sino las más actuales frente a enemigos que no deseamos identificar.
Enemigos como el hambre, la guerra y otras mil formas de miserias que empujan a miles de seres humanos frente a nuestras costas y vallas que separan la vida y la libertad, de la muerte y la esclavitud por la vergonzante necesidad de salvaguardar un Estado de Derecho, un supuesto Estado de Bienestar.
España siempre ha sido mucho más grande que sus enemigos
Enemigos como la indiferencia ante el anonimato de los que pierden la vida intentando hallar un futuro mejor; la pasividad ante el sufrimiento humano, el resquemor y la desconfianza frente al que nos solicita ayuda.
Enemigos como el comercio desleal y los trabajadores en régimen de cuasi esclavitud que colapsan la frontera y asfixian a un comercio con más golpes que un ajusticiado en el siglo de oro.
Enemigos como la corrupción de quienes trafican con el derecho humano a la vivienda digna, a un empleo por meritocracia, o a una gestión transparente de los recursos públicos.
Enemigos como la pusilanimidad para demandar de una vez por todas derechos inalienables a la hora de constituirnos como españoles de primera sin las inquisitoriales imposiciones de los precios y escasez de calidad en los servicios de las navieras que más que facilitar el tránsito a la península, lo penalizan saqueando nuestros menguados bolsillos en impuntuales paquebotes.
Volveremos a sacar más banderas, banderas que no se ven con los ojos
Enemigos como la falta de arrojo para que las ventajas fiscales de Ceuta no sean vistas como un gesto graciable, sino como un miserable y escaso pago a las servidumbres fronterizas, de presión migratoria, y de insularidad que sufrimos día a día para que el resto de España no tenga que hacerlo.
Enemigos de escasa talla moral que siempre enarbolan la bandera de la violencia, la algarada y la pérdida de la paz social como respuesta a sus propias incapacidades para dar réplicas sólidas y convincentes a quienes se las demandan. Pedir la paz para el pueblo palestino mientras se defiende la violencia contra el pueblo israelí indica la verdadera razón de la demanda: el odio.
Enemigos de escasa talla moral que siempre enarbolan la bandera de la violencia, la algarada y la pérdida de la paz social como respuesta a sus propias incapacidades
Pero no pierda nunca la esperanza, ni tampoco aleje mucho de su corazón a todos estos enemigos de España, porque la victoria sobre todos ellos radica en ese pequeño grano, en ese diminuto esfuerzo, en ese basta ya, aunque lo hagamos con la boca chica.
Volveremos a sacar más banderas, banderas que no se ven con los ojos, banderas que se perciben con el corazón, con el mismo corazón con el que cada año, por estas fechas, cargamos de tareas e imposibles, de voluntades y propósitos, que ya, por el simple hecho de intentarlo, es una pequeña victoria contra todo el mal que intenta vencer a la inmensa humanidad de paz y buena voluntad que inunda la tierra.
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