El portavoz del Ejecutivo, Jacob Hachuel, tuvo que dar explicaciones ayer sobre algo que afecta directamente a otro colega de Gobierno, el consejero de Turismo, Fernando Ramos. Lo lógico es que éste se hubiera sentado a su lado para responder a los medios sobre una denuncia que le afecta a su persona directamente. Pero no fue así. No sé quién decidió que no fuera así, pero el que consideró que Ramos debía salir por la otra puerta se ha llevado el premio al peor de los asesores. De igual forma, el siempre cuidadoso en sus formas Gobierno de Vivas ha capeado de mala manera el temporal, consiguiendo que la lluvia de críticas sea, ahora, mayor. Y no ya entre los partidos políticos, sino entre los ciudadanos.
Esta semana se denunciaba que la terraza del pub que tiene el consejero seguía funcionando a pesar de que tenía una orden firme de que no podía ser así. Detrás de esa orden está la batalla emprendida por un vecino de la plaza que no ha parado en una guerra en la que se ha quedado solo, con tal de hacer valer sus derechos y, por tanto, encontrar el apoyo en la justicia.
De lo dicho por el portavoz, conocemos que ha habido sanción de 3.000 euros, que ésta se abonará, que no se recurrirá (tampoco cabe otra cosa) y que se asume el fallo pero se responsabiliza directamente al gerente que le lleva los negocios al consejero.
Es evidente que en todo este asunto se ha metido la pata hasta el fondo, tan hasta el fondo que al final ha terminado salpicando al dueño de esa patita. Lo que no se hace bien desde un principio termina de esta manera, generando una polémica y alimentando otras, porque en vez de organizarse una comparecencia con Ramos solo ante las cámaras, se ha optado por menospreciar la denuncia, considerar que no tenía relevancia y dejar que al final sea Hachuel el que tenga que responder sobre asuntos que ni se habían abordado en el Consejo de Gobierno pero que no podían ser eludidos.
Desconozco si todo este desaguisado obedece a una falta de atención del propio Ejecutivo sobre lo que pasa en la calle, lamentaría que tuviera que ver con una posición de altanería y menosprecio hacia lo que supone una irregularidad de libro que, por cierto, ha sido sancionada. Quizá de esto pueda derivarse una lección, sencillamente porque no se puede exigir a los demás lo que uno es incapaz de aplicar en su propia Casa.