Si el descansado de Mustafa Mizzian levantara la cabeza, estaría pensando cómo la entrada en el Ayuntamiento que llevó a cabo en busca de empleo a finales de los años noventa pudo terminar con buena parte de aquellos protagonistas sentados en el banquillo de los acusados y ayer, por contra, la asamblea de los policías locales, con lanzamiento de petardos incluido dentro del Ayuntamiento, ni siquiera dio pie a una denuncia. Alguno dirá que las situaciones son bien distintas. Lo serán en cuanto a grado de alteración del orden público. Nada más. Las diferencias siguen existiendo porque la administración ha permitido que así sea.
Cualquier hijo de vecino se preguntará que cómo es posible que se lancen petardos, que rompan incluso un foco, y aquí no pase nada. ¿Pues no son esos mismos petardos los que motivan sanciones de la propia Policía Local que ahora los lanza?, ¿qué tiene que decir el superintendente Ángel Gómez al respecto?, ¿qué hicieron los policías que estaban garantizando la seguridad del Palacio?, ¿mandarán una nota de prensa con ese hipotético servicio como cuando publicitan que han detenido a un marroquí haciéndose ‘una gayola’ en la Ribera? No la mandarán porque nada se hizo ni nada se hará. Son las diferencias que tiene el poder, que cuando son algunos compañeros los que la lían parda los policías que deben actuar no lo hacen y aquí no pasa nada. Todo sigue igual.
El Ayuntamiento, con don Juan a la cabeza y contando con el beneplácito de todos, se ha convertido en una olla a presión porque han sido muchos años de permitir vicios y privilegios, pero sólo para unos pocos. Aquí puede tocar el tambor a la puerta del Ayuntamiento, hacer ruido, organizar la gran pitada e insultar sólo unos pocos. Y les voy a contar a qué viene lo de los insultos. Hace unos años una pareja tuvo que pagar una multa por llamar ‘acojonaos’ a los policías de la UIR que estaban en el Poblado. Ayer uno de esos policías se permitió el lujo de hacer el gesto del ‘que os den por el culo’ a varios periodistas que estaban allí echando horas extraordinarias que no han cobrado en la vida para dar después espacio a sus quejitas sindicales. ¿Su señoría también va a sentar en el banquillo a este agente de paisano, pero agente, por faltar al respeto al ciudadano?, ¿don Ángel va a sancionar a alguien por alteración del orden público o solo manda a sus hombres a quitarles cuatro verduras de la venta ambulante a las marroquíes que se buscan la vida? ¡Ay con la doble moral, impuesta y permitida, porque le viene bien a los que comen de la olla! Y ya saben, como protesten, como critiquen, como hagan valer su libertad de expresión en asuntos de este tipo que topan con el gran poder, la gran mafia irá a por ustedes, a por sus mujeres e hijos para putearles con sus artes mafiosas también permitidas de toda la vida de Dios en este pueblo. ¿La conocen? Yo sí, a mí me tocó uno con tres cifras.