A primeras horas de la tarde del 19 de julio de 1936, llegó el general Franco a Ceuta, pocas horas antes había aterrizado -procedente de las Islas Canarias- en el aeródromo de Sania Ramel en la capital del Protectorado, Tetuán. Poniéndose al mando del golpe militar que hacia pocas horas se había producido, contra el Gobierno constitucional de la República.
Tras llegar a la ciudad, se dirigió a la Circunscripción Occidental, edificio que estaba junto a la Iglesia de África. Allí mantuvo una reunión con la cúpula militar local, encabezada por el teniente coronel Yagüe. Al concluir, ambos salieron al balcón, realizando una arenga los dos.
Cuando Franco llegó a Ceuta, las fuerzas sublevadas ya se habían apropiado de todos los centros oficiales, el alcalde Sánchez Prado, detenido, al igual del delegado del Gobierno, Correos, telégrafos, Casa del Pueblo, templo masónico… Comenzaba una dura represión en Ceuta, con cientos de detenidos, también iniciaban los fusilamientos sumarísimos que no concluiría hasta 1944, con 268 asesinatos.
Antes de la llegada de Franco a Ceuta, en la tarde del 17 de julio, en la ciudad se respiraba una tensa calma, llena de miedos y recelos. Sobre las 16,45 horas, el delegado del Gobierno, José Ruiz Flores, recibe la llamada del Jefe del Gobierno de la República y ministro de la Guerra, Casares Quiroga, para informarle de los acontecimientos de Melilla. El delegado le informa, que todo esta bajo una gran quietud. Hasta las once de la noche, no se produciría el golpe en Ceuta.
En esa tarde, del 17 de julio, en la delegación del Gobierno, se suceden las visitas en demandas de noticias. Una de las primeras, tras conocerse los sucesos de Melilla fue la del alcalde Sánchez Prado y los miembros del partido de Unión Republicana Menahen Coriat, Isaac Medina y Benhamu Benzaquen. El delegado, les tranquilizó, explicándole que ya se habían tomado las medidas oportunas y que las tropas sublevadas en aquella ciudad, serian en pocas horas derrotadas por el Gobierno constitucional de la República.
Con esas noticias alarmantes, se reúnen en la Casa del Pueblo, en la calle Agustina de Aragón, los dirigentes de los partidos y sindicatos que forman el Frente Popular, para estudiar los sucesos de Melilla; y toman dos acuerdos, primero organizar para el 18 de julio una huelga general y que una comisión formada por Juan Medina de Aragón, Juan Rivas Cortes del Partido Comunista y el presidente del PSOE Rafael Jiménez Cazorla, visiten al delegado, para pedirles armas, y repartirla entre los obreros, y con ello organizar la defensa de la ciudad, de una posible sublevación, este se las denegó.
Sobre las once de la noche del 17 de julio, el teniente coronel Juan Yague, jefe del acuartelamiento legionario de Dar Riffien, toma la ciudad y da las órdenes… El jefe del Batallón Nº 8 (actual campus Universitario), Martínez Simancas, salió con sus tropa apostándose entre la Marina y los jardines de San Sebastián; el grupo del Serrallo en la zona del Recinto y calle Real, hasta el mercado, y allí se unía con el Tercio, que ya había dejado retenes en el barrio de la Almadraba y del Morro y soldados de Artillería ocupan el puente de la República (actual puente del Cristo), la Plaza África y la zona de la Muralla Real.
Y las tropas de Regulares, al mando de los Capitanes Segarra y Mateo, asaltan la Delegación del Gobierno. En la puerta tan sólo se encontraba el jefe de seguridad, Teniente Tomás de Prada, con una sección de guardias, el delegado, se encontraba en su despacho, al comprobar desde el balcón, la disparidad de las fuerzas, ordenó al teniente quitar los guardias de la entrada y dejar entrar a las fuerzas sublevadas, sin oponer resistencia alguna. Todos fueron detenidos, el teniente de seguridad Tomás de Prada seria ejecutado, sin juicio. Tomando posesión de la delegación el capitán Arjona. En la misma puerta se leyó un bando, firmado por el general Franco, declarando el estado de guerra y la ley marcial, el citado bando esta fechado en Ceuta, a 17 de julio de 1936, firmado por el general Franco, que curiosamente aun está en Canarias.
La historia de la Guerra Civil pudo cambiar en Ceuta
El desarrollo de la Guerra Civil, pudo cambiar en Ceuta en los primeros días de julio de 1936, ya que, en el cuartel del Batallón de Cazadores del Serrallo Nº 8, (actual edificio del Campus Universitario) se estaba preparando un complot para atentar contra la vida de Franco, por parte de varios cabos y soldados. El plan era muy sencillo, cuando visitara el cuartel y estuviera en el patio revisando las tropas con los jefes y oficiales del acuartelamiento, el cabo José Rico, dispararía al general Franco y los demás apuntarían al resto de militares, deteniéndolos a todos y a continuación otro grupo saldría hacia la ciudad para comunicarlo al pueblo, con la finalidad de que se unieran a ellos. El atentado se comenzó a fraguar en la mañana del 18 de julio, cuando los soldados vuelven de patrullar la ciudad por orden de sus jefes sublevados.
Cuando Franco llegó a Ceuta, el 19 de julio, ya estaban los organizadores del atentado detenidos: Sargento de Artillería Bernardo Garea Duque, Cabos Amadeo Delgado, Pedro Veintemillas, Rufino Marcos, José Rico y Anselmo Carrasco, los soldados Felipe Navas y Sanchez Téllez, este relata cómo se comenzó a preparar… "Llevaba sólo unos días en el cuartel cuando un amigo y compañero llamado Francisco Medinilla, me presentó a un soldado veterano, de nombre Amadeo, cambié impresiones con este nuevo amigo sobre el levantamiento y coincidimos en nuestra oposición a éste. Me informó que dentro del cuartel se estaba preparando un contragolpe contra los facciosos, que había clases de oficiales comprometidas en esto, que él los conocía y que estaban dispuestos a abortar este golpe subversivo. Ante estas manifestaciones tan responsables y rotundas que me las decía con cautela, sentí, por un lado, precaución y temor, por otro, desconfianza y miedo, todo ante la duda y posibilidad de ser descubierto. Pero ante aquel hombre tan seguro y decidido di mi confianza, palabra y deseo de participar con las armas en la mano, en está confabulación. Estas entrevistas las hacíamos a menudo en los pasillos del cuartel, disimuladamente, él me ponía al corriente de cómo le informaban y de cómo había que hacerlo para que no fracase. Yo me puse en contacto con otros de mi compañía… Algunos cabos y soldados pasaban junto a nosotros distraídamente, conversando y noté que uno de los soldados que pasaba casi se detuvo, haciéndolo de una manera fingida. Inmediatamente puse sobre aviso de atención a mi nuevo amigo Amadeo, el cual miró disimuladamente con sospecha y recelo al tal individuo, diciéndome seguidamente que sabía quien era y que no se fiaba de él… Solo había pasado un cuarto de hora escaso, cuando un cabo con dos soldados de guardia de puerta con fusiles, entraron en la compañía con una lista en la mano y en voz alta leyeron varios nombres entre ellos el mío".
Fueron conducidos al cuerpo de guardia del cuartel y a los veinte minutos, llegaron varias camionetas custodiados por guardias civiles, trasladándolos a los barracones del paseo de Colón, donde se encontraban los juzgados militares y se tomaban las primeras declaraciones con duros interrogatorios. Uno de los implicados, Sánchez Téllez explica… "Yo sentía los gritos, quejidos y ¡ayes de dolor y rabia!, que salían del interior de aquellas lúgubres dependencias y hasta había reconocido las voces y clamores de ira de Amadeo Delgado… Yo en lugar de amilanarme y acobardarme me hice el propósito firme y seguro de que no me sacarían nada de cuanto sabía… Me tocó la hora de declarar, entré en una habitación o despacho pequeño sin ventanas, las paredes de madera carcomidas… Un brigada me tomó la filiación y empezó el interrogatorio…
Pasaron los meses y mientras se estaban realizando el consejo de guerra, en la madrugada del 21 de enero de 1937, son sacados de la fortaleza del monte Hacho, los Cabos Pedro Veintemillas y Rufino Marcos, sus cuerpos aparecieron en él deposito de cadáveres del cementerio de Santa Catalina, con un tiro en la cabeza. El consejo de guerra se concluyó y el 17 de abril de 1937, fueron fusilados en la fortaleza del monte hacho, el sargento Bernardo Garea Duque, los cabos, José Rico, Anselmo Carrasco, José Lombáu y el soldado Felipe Navas. Fueron procesados 41 hombres: dos de ellos fueron ejecutados por patrullas falangistas antes de que se celebrara el consejo de guerra; cinco fueron condenados a morir fusilados; ocho, a cadena perpetua; 13, a penas de cárcel y 13 fueron absueltos.
“Yo no soy traidor, juré defender una España democrática y la defiendo, los traidores a la Patria sois vosotros”
El consejo de guerra, contra los organizadores del atentado a Franco se celebró en el acuartelamiento del Rebellin, uno de ellos, Sánchez Téllez, años después dejó escrito… "No recuerdo bien el dictamen y actuación de este falso tribunal, ni cuantos eran los fiscales y defensores. Fue un juicio aparente, sin testigos, ni nada. Todo lo tenían ya decidido… Lo que más se me quedó impreso de esta sentencia fue que el juez, que era un teniente coronel llamado Buesa, después de leernos un atestado insultante e inicuo, se levantó de su asiento y, con una voz ronca y con un odio tremendo reflejado en su rostro, nos dijo estas palabras: “No sois españoles, sois todos unos cobardes traidores a la patria y os tenían que haber fusilado a todos aquella noche”. Yo, que de joven era algo sensible, estaba en un estado de inquietud y de angustia tremenda. No solo por lo que dijo el juez, sino por lo que a continuación y como respuesta uno de los condenados a muerte, el cabo Rico (José Rico Martín), poniéndose de pie dijo con voz clara y firme: “Yo no soy traidor ni cobarde. Jure defender a una España democrática y la defiendo porque soy español, los traidores a la Patria sois vosotros”. Un murmullo indescriptible seguido de reacciones por parte de todo el auditorio contra el reo fue la respuesta. Creí que allí mismo lo liquidarían, lo apartaron brutalmente de entre nosotros y se lo llevaron. Ya no lo vi más.