Se calculan en una veintena las películas que de pasada o de una manera más o menos intensa, tuvieron como marco argumental o paisajístico nuestra ciudad. Todo comenzó en 1921, cuando el rudimentario cine de la época se trasladó a Ceuta para rodar ‘El Caíd’ y, un año después, ‘Alma rifeña’. Sus productores no tuvieron que subir precisamente al Príncipe, un minúsculo suburbio por entonces. Pero sí que hay precedentes de ello cuando, en 1935, el fuerte del lugar y sus despoblados alrededores sirvieron de escenario natural para dar vida a la película ‘La bandera’. Casi ochenta años después, las cámaras han vuelto al Príncipe. Ni el lugar, ni el barrio, ni las técnicas de filmación, ni el formato, ni la línea argumental tienen la mínima comparación respecto a entonces.
La expectación que ha despertado la serie de Telecinco es impresionante. Su audiencia multitudinaria está más que asegurada. No podría ser de otra manera después de la ambiciosa campaña de marketing de la cadena, rubricada con la presentación por todo lo alto, el jueves, en el madrileño cine ‘Callao’ con todo el vaporoso glamour propio de la historia de los más celebrados estrenos cinematográficos en el mágico templo de la Gran Vía repleta de famosos, cañones de luz, alfombras azules y una pantalla de 30 metros. Todo pues a punto para el estreno de ‘El Príncipe’, el próximo martes, en prime time horario, con su primer capítulo a través de 6 canales. Algo fuera de lo corriente, vaya
Qué mala suerte tiene esta Ceuta nuestra. Que una serie televisiva de tanta relevancia y poderío ofrezca una línea argumental y unos escenarios tan problemáticos para la imagen de la ciudad, a priori es preocupante. No voy a discutir la calidad de la producción y su más que asegurado éxito, pero nadie me puede quitar de la cabeza que la imagen negativa que ya de por sí algunos buscan de nuestra ciudad puede verse aumentada con la emisión de los distintos capítulos de ‘El Príncipe’. De acuerdo que estamos ante una serie de ficción, pero ahí quedará esa foto flash de un problemático barrio, que lo es, con sus actividades delictivas de todos conocidas.
El gran efecto mediático de la televisión es incuestionable. Me quedo, por ejemplo, con esa otra gran serie como ha sido ‘El tiempo entre costuras’. El impacto en la vida cotidiana de algunas personas ha generado, por ejemplo, el interés por algo que parecía casi olvidado como el de aprender a coser acudiendo a los cursos correspondientes y la animación en las ventas de las máquinas destinadas a tal menester. O la propia curiosidad despertada por visitar Tánger o Tetuán, los exóticos y entrañables escenarios de la primera parte de la novela de María Dueñas que dio vida a la serie.
Por la misma regla de tres, ¿se animarían también algunas personas a visitar nuestra barriada del Príncipe motivadas por la serie del mismo nombre? Me temo que nadie. Más aún cuando hemos leído y oído manifestaciones como las del propio José Coronado tras estudiar la zona y rodar en ella. “Fuimos con gente de allí, porque si no vas con alguien conocido… mal” (…) “En el barrio hay que permitir licencias para evitar males mayores, para evitar la sangre”.
Quienes si que podrían acercarse arrastrados por el interés mediático generado podrían ser algunos medios y cadenas nacionales. Y no buscando ficción, como la serie, sino profundizando en las distintas problemáticas de delincuencia, droga, mafias, tiroteos, marginación social, asentamientos ilegales o los mismos gérmenes yihadistas. Hechos tan graves para la ciudad como para los propios habitantes del barrio que los sufren en sus propias carnes.
Me preocupa la serie, sí. Mucho. No me dolerán prendas en rectificar si me equivoco. De momento, inevitablemente me vienen a la mente películas de algunas de cuyas escenas pude ser testigo cuando se rodaron en nuestra ciudad: ‘Puerto África’ (1956) con los chalets de Ybarrola, el Hacho y los camellos en el muelle Alfau, y ‘Cupido contrabandista’ (1962) con sus curiosas imágenes de la ciudad de la época. Pero muy especialmente ‘Novios de la Muerte’ (1974), con la que mi querido Paco Amores tuvo ocasión de lucir a su pueblo y a su amada Legión y en la que, sin necesidad de castings ni nada por el estilo, dos ceutíes de a pie brillaron como si de auténticos artistas se tratara: Pepe Royuela, el francotirador, y Pepita Basurco, la cantinera legionaria. Con su estreno oficial en el ‘Terramar’, dos meses antes que en Madrid, la película nos dejó una grata impresión. Eran otros tiempos claro. Otros gustos, otras mentalidades, pero hizo historia, como la hará la propia serie de Mediaset. Por más que nos duela, su temática sobre el escenario de Ceuta, vende y mucho. Desgraciadamente es así. Por cierto, ¿quién se acordará, a partir de ahora, de cuantas excelencias vendíamos días atrás en Fitur?
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