La visita del ministro de Educación, José Ignacio Wert, debería haber ido acompañada de la necesaria cita con los representantes de la Junta de Personal o las asociaciones de alumnos.
Debería porque como está la educación en Ceuta, como están de masificados los colegios, como están las infraestructuras producto de un abandono escolar que ha crecido durante años hasta convertirse en uno de los cánceres de este pueblo.
A pesar de todo ello, Wert prefiere, o le hacen preferir, una agenda basada en la cortesía, en el cumplimiento del protocolo sin haber posibilidad de enfrentarse a un debate con quienes, al menos, tienen la legitimidad de poder hablarle de lo que, intuyo, le maquillarán. El ‘no’, el veto por sistema es la postura menos deseable, sobre todo cuando se abordan asuntos de gran calado,y la educación, evidentemente, lo es.
Wert llegará a Ceuta antes de las 10.00 horas y la dejará pasadas las 17.00; tiempo más que suficiente para que se hubiera buscado un apartado para el diálogo, para escuchar, para atender las quejas e incluso las propuestas de quienes, guste o no, constituyen la otra pata de la educación.
Al margen de la visita oficial, la Junta de Personal Docente ya ha convocado una rueda de prensa en la Biblioteca del Estado para recibir al ministro. Un acto forzado que se podría haber evitado si el talante de esta primera visita a Ceuta hubiera sido otro. Quizá haya quienes piensen que todo va bien y que con los remedios sacados de la manga para crear plazas hemos atajado el gran problema educativo. Mal vamos.