Me senté en mi silla allá, en el tercer piso, admirando los geranios; desde allí dejé volar mis pensamientos y como si alguien me tocara olí a un perfume que me trajo muy buenos recuerdos.
Era mi hermosa madre, que cogió otra silla y se puso junto a mí. Me susurró en el oído: “Luis tengo que hablar contigo”.
Y yo como si fuera un bebé le dije: “Lo que tú quieras mami”.
Y fue como si una luz muy fuerte iluminara aquel lugar y me quedara profundamente dormido.
Vi a un niño que, al poder adaptar mis pupilas a esa luz intensa, me di cuenta que era yo.
Iba desnudo por la orilla de la playa y alguien le decía: “Deja que te eche agua en tus piececitos” y yo saltaba y tiraba hacia arriba, ya que no quería estar mojado. La arena saltaba y me iba manchando por todo el cuerpo y seguía mi trayecto hacia adelante, solo mirando al agua salina y buscando las triquiñuelas para no mojar mis extremidades inferiores
La voz me dijo: “La vida es así, buscamos lo esencial, no mojarnos cuando en verdad lo que tenemos delante, no lo miramos”.
Me dejó de piedra y siguió diciendo: “Las minucias es en lo que tenemos nuestros instintos, sin embargo en lo demás no somos capaces de saber lo que es”.
Una vida solo vale para una persona, pero si te dejas guiar, saborearas más de una, aunque no lo sepas.
Al día siguiente intenté hacer lo mismo, sentarme al fresco en ese lugar tan bello de mi casa, elegí hasta la misma silla, y para que no se esforzara la agradable compañía que tuve en ese pasado tan reciente que me había gustado tanto le puse una silla, esta vez, la suya, una mecedora, que llevaba relegada en el olvido desde hacía tantos y tantos años.
Y esperé a que se presentara. Pero no lo hizo. Me quedé dormido y la vi frente a mí, con una sonrisa que atraía a cualquier mortal y esa cara inmaculada que nadie podía dejar de escapar.
“¡Hola cariño! Sabes que te quiero mucho, pero debes de cambiar. No valen esos momentos calenturientos, sin un arrepentimiento”. Fue casi instintivo en decirle: “Pero mamá... ”.
“Ya sé que Cuba está fuera de tu visión, pero muy dentro de ti. Y solo un movimiento es suficiente para encenderte. Pero debes reprimirte y más a la edad que tienes”.
Vive y deja de vivir, y hasta tu madre te dirá ya está, aunque tú ya seas hombre de pelos en el pecho, canoso y caduco, por el Documento Nacional de Identidad, pero por fuera seas un chavel de corta edad y con ganas de gozar de esta vida única y bonita que me has dado.
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