Hace muchos años unos guardias civiles valientes fueron expulsados por luchar y reivindicar los derechos que hoy disfrutamos los guardias civiles. Uno de ellos fue Manuel Rosa Recuerda -el cabo Rosa, así lo conocíamos-. Su delito: presentar los estatutos de la Unión Democrática de Guardias Civiles, es decir, ejercer un derecho constitucional como es el derecho de asociación.
Han pasado muchos años de aquellas reivindicaciones. Unos salieron sin capuchas, otros con capuchas para evitar ser expulsados. Todos reivindicaban no ser privados de libertad por sanciones disciplinarias. ¿Privados de libertad por una falta leve? Sí, por ejemplo no tener el gorro puesto. Parece increíble para los más jóvenes, pero miles de guardias civiles eran privados de libertad todos los años. Reivindicábamos un día libre a la semana, porque no existía el descanso semanal; reivindicábamos una jornada de 40 horas, hacíamos hasta dieciséis diarias, ocho horas de servicio, ocho horas libres. Ahora hacemos 37. Reivindicábamos un régimen disciplinario más garantista; reivindicábamos el derecho a desplazarnos en nuestro tiempo libre, porque teníamos que pedir permiso para ir al pueblo más próximo; reclamábamos vacaciones en verano; un salario justo; reivindicábamos el derecho de asociación y también el derecho a no asociarnos, porque nos asociaban sin preguntar a asociaciones religiosas y de otro tipo; reivindicábamos muchos de los derechos que ahora tenemos. Pedíamos ser españoles de primera categoría, no españoles de tercera división.
Eran tiempos difíciles, porque los generales encabezados por el corrupto y condenado director general, Luis Roldan, tenían como principal misión acabar con el movimiento asociativo en la Guardia Civil. El mejor: que nadie sabía que el derecho de asociación podía acabar con miles de privilegios que se permitía y permitía a sus colaboradores y, por supuesto, a los que callaban sus fechorías. La Dirección General, su gente más próxima, fue incapaz de denunciar la falta de honradez de un director general corrupto y traidor a los principios de la Guardia Civil, pero enfrente tenía un movimiento asociativo crítico y unos medios de comunicación que no se sometieron al poder. No pudieron callarnos, tampoco a los medios de comunicación que hicieron una labor encomiable.
En un desesperado intento de acabar con la capacidad de denunciar irregularidades y corruptelas se pone en marcha la llamada ‘Operación Columna’. Su objetivo era acabar con cualquier intento de democratización de la Guardia Civil y con los responsables del movimiento asociativo. Fruto de esta operación y de otras que se pusieron en marcha, fueron detenidos y expulsados hace más de 25 años Manuel Rosa, José Piñeiro, José Morata y Manuel Linde (ya fallecido). Tampoco podemos olvidar a los muchos represaliados que ingresaron en prisiones militares y se le instruyeron expedientes disciplinarios ejemplarizantes que provocaron su salida de la Institución por diversas patologías.
Fruto de estas persecuciones nace la Asociación de Cónyuges de Guardias Civiles, cónyuges aunque debería decir mujeres, porque no había mujeres en la Guardia Civil. Detrás de ellas estaban todos y cada uno de los dirigentes de aquella época. Nació un movimiento asociativo imparable y altamente reivindicativo que sacaba los colores a los que venían a la Guardia Civil para aprovecharse de ella. Ellas hicieron un trabajo encomiable en la defensa de nuestros derechos.
Unos años más tarde, los cromañones de la Guardia Civil recibirían un palo que todavía tratan de digerir. Una sentencia que legalizaba la Asociación Coproper-6J. José Morata y José Luis Bragados consiguieron legalizar esta asociación calificada por los jueces como “ALTAMENTE SALUDABLE PARA LA GUARDIA CIVIL”. Pero a pesar de ello, no fue fácil que los guardias comenzaran a asociarse. El miedo acumulado durante cientos de años y el discurso de los mandos cromañones impedía que la afiliación creciera como se esperaba. Unos años muy duros para los guardias que decidían comprometerse en la defensa de los intereses de los compañeros. Hemos conseguido muchas de aquellas viejas reivindicaciones y quedan otras muchas por conquistar, entre ellas, la no aplicación del Código Penal Militar, la turnicidad y la equiparación salarial. Queda mucho que recorrer, pero gracias a estos compañeros hemos recorrido un camino impensable hace solo unos años.
La Asociación Española de Guardias Civiles viene reclamando a los distintos gobiernos y grupos políticos el reingreso en el Cuerpo de nuestros compañeros. Año tras año nos vienen dando esperanzas, nos vienen prometiendo que lo intentarán, pero el tiempo pasa. No queremos que restituyan sus derechos después de muertos como se acostumbra en este país, queremos que disfruten de ese momento, que sus hijos y familiares vean que la democracia española les ha dado su sitio y les ha reconocido sus esfuerzos.
Ayer -doce de octubre- la Virgen del Pilar pasaba revista a sus hijos, pero les faltaba estos guardias civiles honrados, comprometidos y dispuestos a sacrificarse por sus compañeros. Les faltaba Manuel Rosa, José Piñeiro, José Morata y Manuel Linde. Les faltaban los expulsados por defender a sus hijos y democratizar a la Guardia Civil. La Virgen del Pilar esta triste, porque no ha escuchado sus nombres en los discursos de la Patrona, todavía hay miedo a nombrarlos. La Virgen llora y los espera.
Seguiremos luchando hasta conseguirlo.
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