Santa María del Monte Carmelo,
por muchos de tus fieles venerada,
habiendo recibido tu llamada,
te eriges en el suyo consuelo.
Tu presencia termina el desvelo
de quien está en la encrucijada
y se deja abrazar por tu mirada,
entre tu manto de terciopelo.
Patrona, entre otros, de marineros,
cuando sales en sagrada procesión,
deseamos sentirnos tus corderos.
Desaparece la preocupación,
cuando los rezos más austeros,
se te han dedicado con pasión.