Opinión

Violencia hacia las mujeres

La Comisión Islámica de España (CIE) ha protagonizado en los últimos días un nuevo episodio en su ya dilatada y execrable propaganda. En esta ocasión, varios de sus miembros participaron en un evento en el que volvieron a desvelar la hipocresía que anida en sus hábitos de vida.

Bajo el título “El compromiso de las religiones con la Agenda 2030”, el responsable de la comisión técnica de Educación de la CIE, Ihab Fahmy, participaba en el encuentro organizado por el Centro Universitario La Salle de Madrid, congratulándose por el trabajo que realizan con los niños y jóvenes musulmanes atreviéndose a proclamar que es “adelantado al propio contenido previsto por la Agenda y que fundamentalmente se basa en el respeto al prójimo, especialmente hacia la mujer, independientemente de que exprese su fe vistiendo un hijab o no”.

Estas palabras podrían haber pasado desapercibidas, sin embargo, su alto contenido en toxicidad hacia la mujer, revitaliza y consagra la imagen de un Ihab Fahmy como experto embaucador y mercader de mentiras, afín a inspiraciones misóginas, pues el tal Fahmy ejerce de sargento implacable a la hora de bendecir a todas aquellas aspirantes a profesorado de ERI, ya que sin hijab no existe esperanza de pasar a la siguiente prueba. El ideario de los miembros de la CIE es claro y rotundo: hijab para todas. Para la CIE es una señal de identidad irrenunciable. Todo lo que no sea eso se define como “incumplimiento, no idoneidad”, lo que en la práctica significa que la mujer que no lleve hijab no podrá optar a plaza de ERI por muy musulmana que se manifieste.

El pato lo terminan pagando pagan todas aquellas mujeres que intentan un puesto en la enseñanza islámica, ya que tienen que pasar por el aro de Fahmy sin rechistar ni mostrar mínima crítica, por no decir atisbo de confabulación, lo que podría ser castigado con pena de cadalso social hasta el fin de los días. Establecer el uso del hijab como condición ineludible para ejercer como profesora de ERI contradice y conculca los derechos fundamentales y más elementales principios de libertad y justicia.

No debemos olvidar que la docencia de esta asignatura se desarrolla en el espacio público, donde son contratadas bajo criterios objetivos en función de sus méritos y capacidad a cargo de una administración pública. Las docentes no serán nunca personal adscrito a la CIE, como tampoco dependerán administrativamente de ella, por lo que pretender que renuncien a su libertad de decisión a cambio de un controvertido certificado de idoneidad proyecta un desprecio absoluto hacia sus personas. Conviene recordar que, por lo general, la CIE no conoce a las candidatas –tampoco a los candidatos-, pero una foto suya en el currículum o carnet de identidad, y una irreverente y entrometida pregunta telefónica les basta para arrogarse la despótica autoridad “moral” de decidir sobre la idoneidad de una persona, mujer, en este caso concreto.

Más bien pareciera que no hubieran leído siquiera los currículos de la ERI, los mismos que rigen los manuales elaborados por la propia CIE para los centros educativos y en los que se abordan de manera transversal la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, el fomento de oportunidades, la prevención de la violencia de género, la no discriminación, etc., toda vez que pretenden desarrollar en el alumnado actitudes prosociales de rechazo a la violencia, el respeto a la libertad religiosa, el diálogo y la tolerancia.

Atrás parecen haber quedado las referencias al derecho a la imagen, honor e intimidad de la persona; a los derechos fundamentales amparados por la ley incluida la propia ley de libertad religiosa -aprobada, afortunadamente, mucho antes de que la CIE existiera- y esgrimirlos cuando se conoce la noticia de una joven obligada a quitarse el hijab en la escuela o lugar de trabajo, pero inexistentes cuando se trata de puertas adentro.

Visto está que la educación cívica y principios constitucionales que promueve el curso que están imponiendo a los candidatos de ERI sobre “Religión y derecho de la sociedad democrática: retos de la convivencia en un contexto plural” les resulta demasiado subversivo para sus retrógrados pensamientos.

Los miembros de la CIE dan la espalda a cualquier signo de respeto y protección de los derechos y libertades fundamentales a la identidad, integridad física, intimidad y dignidad personal inherentes a cada mujer, así como a la libertad de conciencia y de creencias religiosas protegidas por la Constitución española.

Pretenden imponer un código moral y de vestimenta que convierta a las mujeres en sumisas doblegadas ante amenazas de pecado e inseguridad masculina, cuando la CIE en su conjunto carece de un mínimo código ético y deontológico que rija el funcionamiento de la entidad que dicen representar

Para vergüenzas internas ya tienen a su propio presidente y al tesorero de UCIDE inmersos en delicados procesos judiciales. La imposición del velo es un acto de agresión por parte de quienes adolecen de fuerza y capacidad para entender y comprender su propio entorno. Se trata de una grotesca e inaceptable forma de colonizar la intrínseca libertad de las personas valiéndose de recursos coercitivos que flagelan cualquier sensibilidad y forma de entender la vida.

Fahmy y los suyos atienden la obligatoriedad del velo antes que cualquier signo de mérito y capacidad, menos aún el derecho que pueda asistir a toda aspirante. Viven en un mundo de formas, superficial y absolutamente deshumanizado. Fahmy y sus secuaces hacen del Islam una controvertida novela negra de inspiración kafkiana, individualista y cruel a la hora de dar o quitar profesión y oficio. Ya va siendo hora de que los organismos del Estado intervengan en este carnaval de misoginia adulterada en el que se ha convertido la CIE.

La libertad religiosa de la que hablan deben aplicársela ellos mismos. Consejos vendo y para mí no tengo. Su hipócrita actitud desvela el ideario reactivo que persiste en sus cerebros desdeñando la igualdad efectiva de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. La obligación del hijab como señal de identidad es un acto de coacción inaceptable.

La CIE ha dejado claro que le gusta todo tapado y bien tapado, no sea que levantando el velo destapemos la desigualdad efectiva que ejerce entre hombres y mujeres, especialmente contra aquellos que se atreven a ejercer con responsabilidad su libertad religiosa e independencia asociativa que solo los poderes públicos pueden limitar por ley.

¿Acaso son nuestros tutores y las mujeres personas con limitaciones intelectuales, discapacitadas para ejercer con responsabilidad nuestra libertad religiosa y vivencia espiritual? ¿Van a venir ustedes a decirnos a las mujeres que todavía no estamos preparadas, que no somos lo suficientemente piadosas o que estamos incompletas si no vestimos hijab? ¿Pueden explicarnos qué trastorno mental padecen que les impide aceptar que la mujer es un ser independiente, autónomo y perfectamente capaz para tomar sus propias decisiones?

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