Hace varios años nos encargaron un trabajo de investigación consistente en analizar la influencia del acuerdo de libre comercio con Marruecos, de 24 de enero de 2000, del Consejo de la Unión Europea y la Comisión de las Comunidades Europeas, que entró en vigor el 1 de marzo de 2000, en la economía de Ceuta, ciudad desde la que se practicaba un intenso intercambio comercial con Marruecos, pese a la no existencia oficial de aduana comercial alguna.
Para realizar nuestro estudio recurrimos a los modelos teóricos existentes sobre comercio internacional, que tienen una larga tradición en economía desde Adam Smith y David Ricardo. También en 1950 los trabajos de Maurice Byé, Herbert Giersch y Jacob Viner desarrollaron la problemática de las uniones aduaneras. La obra de Viner The Customs Unions Issue (1950) constituyó el punto teórico de partida de la investigación posterior.
La teoría de la ventaja comparativa en el comercio internacional fue desarrollada por el economista británico David Ricardo a principios del siglo XIX. Esta teoría sostiene que incluso si un país es menos eficiente en la producción de todos los bienes en comparación con otro país, ambos se beneficiarán del comercio si cada uno se especializa en la producción de aquellos bienes en los que tiene una ventaja comparativa, es decir, en los que es relativamente más eficiente.De este modo, el comercio entre ambos permitiría a cada país disponer de más bienes a un menor costo que si intentaran producirlos todos de manera autárquica.
La teoría de la ventaja comparativa subraya la importancia de los costos de oportunidad en la determinación de la especialización y el comercio entre naciones. Por lo tanto, fomenta una asignación más eficiente de los recursos a nivel global, generando beneficios económicos para todos los países involucrados. Esta teoría sigue siendo un pilar fundamental de la economía internacional moderna y explica por qué el libre comercio puede ser ventajoso para las economías de diferentes tamaños y niveles de eficiencia.Es decir, en el comercio internacional, los aranceles pueden influir en la demanda de forma temporal, pero también fomentarán empresas menos eficientes, que disminuirán la calidad de su producción y conllevará que los consumidores, finalmente, dejen de confiar en sus productos.
En el trabajo del que hablaba al principio, que ha sido seleccionado para ser expuesto en un importante congreso científico de estadística aplicada este año, los resultados fueron claros. Efectivamente, a partir de 2012, al acabar el periodo transitorio establecido, este acuerdo de libre comercio influyó de forma muy positiva en el crecimiento económico de Marruecos y conllevó una disminución de las importaciones que se hacían desde Ceuta sin control aduanero, pues el desarme arancelario con países europeos hacía innecesario este comercio sin regulación. Es decir, nuestro modelo confirmó lo que ya predecían los modelos teóricos, en el sentido de que el desarme arancelario beneficia claramente el comercio transfronterizo entre los países que participan en el mismo.
Sin embargo, el presidente de los Estados Unidos de América Donald Trump no solo no tiene en cuenta lo que dice la ciencia económica, sino que nos tiene acostumbrados a espectáculos diarios en los que amenaza a los países que él considera enemigos, ofende a sus gobernantes, vulnera los derechos de los inmigrantes, o persigue y despide a los funcionarios públicos. En esta ocasión nos ha anunciado lo que él denomina el “Día de la Liberación”, consistente en imponer un arancel universal del 10% y castigos selectivos a sus socios.
En un interesante análisis de urgencia en el diario El País, el economista Daniel Fuentes, profesor de la Universidad de Alcalá y director de KREAB Research, explica por qué Trump quiere acabar con un sistema económico que beneficia a EEUU. La respuesta la encuentra en los trabajos de Stephen Miran, que es el presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Trump, y en las críticas de su vicepresidente Vance hacia la globalización, por los perjuicios que ésta ocasionaba a sus clases trabajadoras.
Lo que estarían planteando los actuales gobernantes de los EEUU sería una especie de marcha atrás del proceso de deslocalización industrial de empresas americanas a países como México o China y el sudeste asiático, que si bien les ha permitido hasta el momento consumir más barato, también ha ocasionado su desindustrialización. El problema con el que quizás no cuentan es que en el resto del mundo también se actuará con reciprocidad, lo que ocasionará un impacto negativo en la inflación y en el crecimiento económico internacional, por mucho que estos asesores confíen en la capacidad negociadora de Donald Trump.
Evidentemente, Trump, apoyado por trabajadores americanos egoístas, que solo buscan su bienestar, y por oligopolios tecnológicos, que solo quieren ganar más, y ayudado por el famoso “botón nuclear”, tiene mucha fuerza. La misma que el chulo de barrio que, temporalmente, asusta a sus vecinos hasta que se le hace frente. Pero el mundo despertará. Fundamentalmente cuando nos demos cuenta de que lo que se está rediseñando de forma unilateral es un nuevo orden internacional en el que quieren mandar los dictadorzuelos tipo Trump o Putin, para que perdamos todos los demás. Y en esto no hay negociación posible. O ellos, o nosotros. Así que, tenemos que prepararnos para la defensa y, pronto, para el ataque.
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