Opinión

El valor humano del ejercicio militar

Un año después de haber pasado a la situación de retiro como integrante de las Fuerzas Armadas y quedar adscrito administrativamente a la Subdelegación de Defensa en Ceuta, no es fácil evocar como al mismo tiempo desasirse de una cronología tallada en el sentido del honor, el deber y de la subordinación impulsada con la rectitud, el compañerismo o la integridad.
Itinerario profesional transitado en diversas Unidades de la Comandancia General de Ceuta, definido en el empeño, la lealtad o la obediencia e interiorizados en consonancia con valores comunes puestos con inquebrantable desvelo en el encargo inagotable del cumplimiento del deber. Quedando visiblemente enmarcado en un relato de vida abnegado y de profundo respeto vocacional.
Intervalo de aflicción siempre disciplinado que hoy más que ayer me ha permitido curtirme como Soldado de la Infantería Española. Valorando como si de una riqueza se tratase aquello que poseía habitualmente y que en el presente preservo en lo recóndito del ser.
Sentimientos de un Noble Soldado orgulloso de haber sido y ser por siempre el testigo de huellas, emociones, clarividencias e incluso aspiraciones que testifican palmo a palmo tanto el agradecimiento infinito como la cruda aflicción a un desenlace irreversible en el trazado inagotable de esfuerzos y dichas en la Honrosa Carrera de las Armas.
Por ello al contemplar y considerar la etapa transcurrida desde que tuve la dicha de permanecer en activo, ha sido nada más y nada menos que servir y guardar a perpetuidad a un Ejército y a una gran Nación como España, en la que difícilmente puede declinar la simbiosis hombre-Patria-Dios.
Un uniforme portado con dignidad y orgullo esculpido en una Promesa, que ha quedado inmortalizado tanto en la conciencia como el honor para finalmente dar cumplimiento a las obligaciones militares.
Hoy, a pesar de las realidades coyunturales se acrecienta la obediencia, se enaltece la subordinación y se enriquece el deseo de ser una herramienta valiosa a la sociedad que me acoge.
Anhelando dar a conocer mediante la escritura que el corazón edita, la impronta que el Ejército de España ha esculpido en este Solícito Soldado considerablemente erosionado. Páginas de una vida consagrada a una profesión que cobra vida, cuerpo y alma al exhibirse con sencillez las directrices encomendadas desde el comedimiento, el espíritu de firmeza e ilimitada rectitud.
Virtudes militares revestidas como actitudes permanentes, habituales y siempre comprometidas hacia el servicio. Y ese espíritu de cuerpo que conforme fueron sucediéndose los plazos, se establecería como patrón de conducta orientado en maneras de pensar y practicar aquello que dogmáticamente siempre profesé: “Mi entrega absoluta a España mediante el servicio consumado, amparado y salvaguardado por el Ejército”.
Derivando un discurso propio de pertenencia que iría aprisionando lo proporcionado, lo adecuado y lo lógico por el bien de todos. Operando por convicción y no por obligación, estableciéndose una clara divisoria entre la rectificación de aquellos posibles desafectos en los que pudiera incurrir.
Todo ello en concordancia a los valores asentados, gracias al legado de quiénes nos precedieron en el camino de continuar y perfeccionar los esfuerzos conducentes al bien común y consecuentemente, modificar o eliminar aquellas prácticas o conductas contrapuestas a lo que dignamente emana desde las entrañas del Ejército.
Así, bajo este criterio iría desenvolviéndome conforme transcurrían los años de amor y fidelidad a España, en un campo rico en deberes cuyo cumplimiento conllevaría importantes compromisos emanados desde constataciones que únicamente confluían desde el sentido común.
Por lo tanto, vivir apegado a estilos propios de las Unidades que me vieron nacer y adiestrarme como Soldado en la Comandancia General de Ceuta, ha sido tanto el origen como el indicativo innegable de lo que es una vida totalmente dedicada al servicio del Ejército.
Luego entonces, ¿cómo no transmitir las servidumbres acontecidas en la Honrosa Carrera de las Armas, donde han desembocado irremediablemente tradiciones, símbolos y matices de una historia que ha quedado perpetuada en el recuerdo y que contribuye a impulsar el espíritu de unidad y reforzar las virtudes militares de sus componentes?
Ejemplo de ello podría ser el núcleo familiar que Dios me concedió iniciar junto a mi amada esposa Alicia Inmaculada, pocos años después de incorporarme a las Fuerzas Armadas. Unidad sistémica que aún más se afianzó con el nacimiento de cuatro maravillosos hijos (Rubén, Tamara, Judit y Esteban) que trataríamos incansablemente de educar en los valores esenciales de la vida.
Pero del mismo modo, entidad doméstica como célula básica de la sociedad que día a día fue obteniendo sus primeros rasgos tanto en el desarrollo de su carácter propio como en su identidad.
Como en aquellos hábitos que fueron estableciéndose desde los inicios, tanto en el pensamiento como en el desarrollo social. Advirtiéndose mansamente el sensato ejercicio de las virtudes militares. Cuestión trascendental que humildemente con la ayuda de Dios he intentado irradiar como base moral de sanos principios y de los que tengo la esperanza hayan quedado asentados.
Prueba de ello lo legitima el reciente Juramento o Promesa ante la Bandera de España en el Patio de Armas del Conjunto Monumental de las Murallas Reales, que la unidad familiar tuvimos la dicha de consumar ante tantos testigos.
Otro matiz que fundamenta lo relatado en este tiempo acontecido, es la profunda gratitud que siento hacia los componentes de las Fuerzas Armadas que durante estos fructíferos años he tenido la dicha de conocer y compartir.
Corazones envueltos en una tarea común y almas imborrables en el cielo acreedoras de principios y valores inextinguibles. Prevaleciendo consecuentemente de lo que doy fe como Soldado y Ciudadano de España en la Guarnición de Ceuta, de un ethos militar establecido en un relato de abnegación y rectitud a los preceptos constitucionales.
Argumentos más que suficientes y entornos reales que he tenido la dicha de distinguir durante los intensos años de acatamiento a la Institución castrense, en un territorio que destila por los cuatro costados la enseña de la solidaridad. Sociabilidad entre diversas culturas que fortalece y enriquece la vida colectiva bajo un mismo uniforme y una misma Bandera.
Años que aún más si cabe se han encumbrado durante los meses del año recientemente consumado, que indudablemente no han sido fáciles de contextualizar en numerosos aspectos pero que merecen ser compartidos por el buen hacer del Ejército de España.
Otorgándole mis respetos, subordinación y admiración al Comandante General y Comandante Militar de Ceuta Excmo. Sr. Don Javier Sancho Sifre, por la carta remitida el pasado día 26 de septiembre que ha quedado irremediablemente ensamblada en mi moral.
Una parte literal de la misma dice textualmente: “… También siento el deber de extender este reconocimiento hacia su esposa e hijos quienes le han acompañado en todos estos años de servicio.
Ellos merecen el reconocimiento del Ejército, ya que son los que siempre sufren nuestras ausencias y son de los que recibimos su permanente apoyo para que nosotros nos podamos dedicar intensamente a las exigencias de nuestra profesión.
Quiero destacar, aunque Ud., lo sabe mejor que nadie, que la vocación no termina con el pase a una nueva situación administrativa.
Es algo que nunca se extingue y que seguramente se acreciente más aún desde las filas del retiro, por lo que estoy seguro continuará con el mismo espíritu de servicio a España que he podido percibir en su carta y en su libro.
Le deseo mucha suerte en esta nueva etapa de la vida tanto a Ud., como a su familia y que nuestros mejores deseos le acompañen siempre.
A partir de hoy como lo fue ayer y lo será siempre, en la Comandancia General de Ceuta tiene también su casa”.
Del mismo modo, mis respetos, agradecimiento y cariño al General del Ejército JEME Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Excmo. Sr. Don Jaime Domínguez Buj, por las tres cartas remitidas que a continuación referiré.
La primera carta corresponde al día 18 de abril. Una parte literal de la misma dice fielmente: “… Nunca es fácil abandonar una forma tan particular de entender la vida que nos exige, como antes a tantos otros Soldados de España, asumir riesgos, afrontar penalidades y aceptar renuncias, tanto en el plano personal como en el familiar. Por eso quiero trasladarte en esta carta el agradecimiento del Ejército y de España a sus Soldados.
Quiero que seas consciente que su espíritu será el tuyo, y lo que hoy son, y lo que serán en el futuro, se lo deberán a ti y a otros muchos como tú que hicieron honor al Juramento o Promesa que empeñaron…”.
La segunda carta corresponde al día 02 de junio. Un fragmento literal de la misma dice exactamente: “… Tus palabras reflejan el espíritu militar que sientes y que te ha acompañado durante tus años de servicio. No me cabe duda de que seguirá contigo en esta nueva etapa de tu vida.
Ese espíritu y vocación que muestras son espejo de la excelente calidad que tiene el personal que forma en las filas de nuestro querido Ejército. Te deseo lo mejor en el futuro, con el convencimiento de que sabrás adaptarte con ilusión a esta nueva situación que ahora empieza…”.
Y por último, la tercera carta corresponde al día 13 de octubre. Una parte textual de la misma dice fielmente: “… En tu libro -Semblanza de un Soldado de España- que refleja claramente la huella adquirida en tu paso por el Ejército y los valores que la Carrera de las Armas imprime en todos nosotros, he visto reflejado esos valores que son, y deben seguir siendo, la esencia moral de cuantos nos honramos en llevar este glorioso uniforme.
Aprovecho en esta carta para felicitarte por la Renovación del Juramento ante la Bandera que si se han cumplido tus propósitos, habrás realizado en Ceuta este pasado nueve de octubre…”.
De la misma manera mis sinceras muestras de respeto, gratitud y amistad al Coronel Jefe de la USBAD Teniente Ruiz, Ilmo. Sr. Don Jesús Montero Jiménez, que tuvo la distinción de recordarme en su Alocución realizada el pasado día 30 de noviembre en el Acuartelamiento Coronel Fiscer, con motivo del V Centenario de la Creación de la USBAD.
Singularidad que como Soldado del Ejército Español me confiere figurar entre uno de esos renglones que aderezan el paginado de una memoria que gradualmente irá labrándose en la Unidad de Servicio de la Base Discontinua.
Una parte del discurso dice literalmente: “… También debemos recordar en este día al personal que por motivos de su condición física y ajeno a su voluntad ha tenido que abandonar nuestras filas, muestra de ellos es el Cabo 1º Don Alfonso Jiménez Maroto que desde su situación actual, pero como buen Soldado, nos sigue dando a todos ejemplo de entrega al Ejército y de amor a España.
Te deseo lo mejor en tu nueva situación y que con tus férreos ideales sigas afrontando la vida y consiguiendo las metas que te planteas”.
Complacencia y emoción que emerge en los diversos mensajes transcritos y expuestos en estas páginas en los que reitero respetuosamente mi agradecimiento y profundo sentir, que jamás olvidaré y que hoy guardo y conservo afanosamente como el centinela custodia su puesto.
Pero de lo declarado no podría quedar postergado el suceso que por excelencia ha henchido el corazón de este Noble Solícito Soldado.
Acontecimiento que como bálsamo ha acrisolado el acaecimiento reciente de ese adiós imprevisible al servicio de las Fuerzas Armadas, y que en el fondo se opone a la realidad que reside en el espíritu.
Me refiero a la Solemne Ceremonia de Renovación del Juramento o Promesa ante la Bandera de España el pasado día 9 de octubre, realizada en la superficie que me hizo crecer como Soldado del Grupo de Fuerzas Regulares de Tetuán Núm. 1.
Agradecimiento que hago extensivo al Tercio Duque de Alba 2º de la Legión, al ser su Enseña Nacional la que me acogió calurosamente y me concedió ver un sueño hecho realidad, como era materializar con más conciencia y razón de ser el juramento junto a mi familia.
Compromiso que en este momento evidencio por el concepto de adhesión con el Ejército, al compartir valores emanados de la voluntad sumatoria y heredado en la práctica del buen hacer.
Sintiéndome en disposición de vivir envuelto al abrigo de la Bandera, acogiendo sin condición valores en los que se consagran normas articuladas con el compromiso de la Nación.
Hoy, al divisar la Bandera de España y hacer lo indecible cada mañana por escuchar su inconfundible melodía allí donde esté, me permite participar junto a Ella como máxima expresión de Nuestra Nación. Quedando incorporado al sistema de valores esenciales que constituye el orden de convivencia como Ciudadano y Soldado de España.
Deber irrevocable y responsable de hacer extensible mis firmes convicciones que hoy se funde y que Ella (la Bandera) me arrastra.
Finalmente, poniendo por garantes a Dios, a España, al Ejército y a mis seres queridos, imploro mi humilde indulto de mutua nobleza y rectitud, si en algún momento de mi extenso transitar en esta honorable profesión como es la Carrera de las Armas, he podido quebrar algún capítulo con reglón torcido en el deber confiado desde mis rectos principios al servicio del Ejército.
Rogando a la Patria que siempre me cobijó y preservó, poder contemplarme en este Fiel Soldado del Ejército Español al que profeso un insondable tributo y sentir. Suplicándole poder sentirme juzgado y valorar el sincero proceder ante aquellos Mandos, Subordinados y Soldados del Ejército, quiénes mucho más allá de la obediencia, la lealtad y el honor que siento por ellos, creyeron siempre en mi proceder ante las diversas responsabilidades y cometidos complejos, sacrificados y rigurosos e incluso extraordinarios en pos de la edificación colectiva.
A todos sin distinción, mi cariño, amistad, respeto y subordinación.

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