Aunque por el título pudiera parecerlo, no vamos a hacer ningún tratado sobre inmunología, dada la sensibilidad actual sobre estos temas. Nuestro propósito es aprovechar la ocasión para hacer una analogía, con un hecho, igualmente muy grave, que aqueja a la sociedad actual.
Y también en este fenómeno se nota la presencia de un “virus”, es decir, el susodicho fenómeno se presenta de diferentes formas y/o mutaciones con el fin de “engañar” a nuestro sistema inmune, en este caso, a la sociedad.
Nos estamos refiriendo a un virus que se ha instalado en la sociedad: el antisemitismo, que se presenta, de hecho, con diversos “disfraces”: xenofobia, racismo o antijudaísmo.
Periódicamente, diversas instituciones, o sus integrantes, materializan discursos o acuerdos programáticos, principalmente para salvaguardar su imagen, que combaten, sobre el papel, ese “virus maligno”, que es el antisemitismo, en todas sus formas, y demás fenómenos excluyentes. Pero se debe ser más contundente y más eficaz para evitar que los grandes avances sociales, tecnológicos, etc., queden ensombrecidos por tales equivocadísimos comportamientos.
Los alegatos contra “el holocausto”, contra “el antisemitismo”, contra la “violencia racial” o contra “la religión”, resultan tener una vigencia demasiado breve y limitada en el tiempo, al igual que los “medicamentos”. Es decir, tienen un efecto temporal, se olvidan rápido. El verdadero objetivo a alcanzar cuando se promulgan tales proclamas debería ser un efecto “vacuna”, que inmunice a la sociedad contra el virus de la intolerancia en definitiva, en sus diferentes mutaciones, creando muchos anticuerpos en la mentalidad de la sociedad. Y ojalá que les hiciera inmunes de por vida, libres de esas posibles “infecciones mentales”, provenientes de portadores crónicos, que los hay y en elevada cantidad.
La sociedad está infectada y lo demuestran deplorables actos, como ataques a Sinagogas en EE.UU o Canadá, actos vandálicos en cementerios judíos de diversos países, ataque a un rabino en Londres, últimos actos racistas en EE.UU., la exhibición en TV, por parte del portavoz de la OCU, de una de camiseta con simbología nazi, sin olvidar otros actos en los que queda eclipsado su propósito principal - chalecos amarillos en Francia – en pos de la violencia gratuita. Y podríamos seguir alargando una lista, desgraciadamente, interminable.
Debemos todos levantar nuestras voces para lograr que la crítica a la intolerancia y a la exclusión no sea breve y efímera, sino una eficaz y duradera “vacuna” que cure a las “mentes no abiertas”, que siguen transitando por el mundo y contagiando odio e intolerancia.