Pocas ciudades como Ceuta profesan tanto amor y lisonjas hacia los gatos. Habría que remontarse hasta el antiguo Egipto para encontrar tal dechado de amores hacia estos felinos que han hallado en la Perla del Mediterráneo el mejor de los lugares para apacentar a sus colonias. Quién no diría que los gatos ceutíes tienen en esta ciudad hasta patrocinio político.
El aumento de solares al albur de la aprobación definitiva de un Plan General de Ordenación Urbana y una crisis del ladrillo que no termina de remontar ha convertido un buen puñado de obras abandonadas y de espacios baldíos en el hervidero perfecto para el asentamiento de colonias gatunas pero también, porque nunca fue el ser humano tan aseado como estos mamíferos, en verdaderos estercoleros donde se hacinan basuras, escombros, flora selvática y despojos constructivos como la peor de las huellas de la civilización.
Si el pasado jueves, 15 de agosto, se denunciaba en estas páginas la situación del conjunto de solares ubicados entre Victori Goñalons y Jáudenes, no menos destacada es la deriva en la que se encuentra la nunca finalizada promoción del Pasaje Fernández, cuya parte trasera, con fachada a la calle Velarde, muestra un hecho poco ejemplar en el casco histórico de una ciudad milenaria como Ceuta.
Una obra que se presentó en su día a bombo y platillo en la terraza del Hotel Tryp y que contó con la presencia de la flor y nata política y empresarial caballa. Después de idas y venidas, de años de espera, de paralización de las obras a cuenta de unos restos arqueológicos, de la negativa del Gobierno de la ciudad para ponerlos en valor, de la intervención de la Sareb, de la quiebra de la promotora Invercap y del cruce de demandas entre su responsable, José Montes, y los diferentes gobiernos locales; después de todo eso, de compradores que perdieron su dinero o que siguen en pleitos para recuperar sus ahorros invertidos en lo que sería una urbanización luxury en pleno centro de Ceuta; después de semejante culebrón, los dueños de los restos que allí quedaron son esas colonias de gatos que malviven entre matorrales, una estructura en hormigón bruto, restos de obra abandonados y algunos elementos corporativos de la propia constructora, que pareció salir corriendo de allí con lo puesto.
La zona no edificada de Pasaje Fernández es yacimiento del siglo XXI, un titán a pie de playa, junto a un conjunto monumental del siglo XVIII al que nadie le pone remedio. Desde el Gobierno de Ceuta, se desentienden de los solares y de las consecuencias que de ellos se desprenden porque, argumentan, son los propietarios quienes deben hacerse cargo de su conservación. Los dueños de estas ruinas no parecen mostrar el más mínimo interés en mantener aseadas sus propiedades. Y quienes, finalmente, padecen los resultados de estos abandonos son los vecinos.
A la espera de que alguien haga algo, son ya demasiados los caballas que comienzan a ver su paciencia agotada ante lo que no parece demasiado normal: que residenciales de lujo que estaban destinados a mejorar la estética y la calidad de vida de los ceutíes, se terminase convirtiendo en urbanizaciones luxury para gatos. Y ojalá fuera eso, porque el asunto va a más.
Mientras que nadie asume responsabilidades con respecto a este tipo de solares, en general, ejemplos como el de Pasaje Fernández inundan Ceuta, afeándola y empañando su patrimonio. Y hasta su amor a estos felinos, los cuales se merecen algo mejor que vivir entre los restos que los humanos dejaron abandonados por no saber hacer bien las cosas. Quien sabe: quizá ellos sean merecedores de estas urbanizaciones.
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