Elisa López se jubiló la semana pasada tras 42 años trabajando en el Ayuntamiento.
Elisa López llegó al ayuntamiento de Melilla allá por 1969, cuando la ciudad aún no era autónoma, el país no era una democracia y los ordenadores e internet eran una utopía en la que nadie pensaba. Ahora, más de cuatro décadas después, la melillense ha dejado atrás su trabajo como administrativo en el Palacio de la Asamblea para disfrutar de las caminatas por el paseo marítimo, de la familia y del tiempo libre.
Pero en 43 años, a Elisa le ha dado tiempo a conocer a mucha gente y vivir muchos momentos inolvidables, que recuerda con todo detalle a pesar del paso de los años.
La melillense apunta que acababa de terminar la carrera de Magisterio cuando entró a trabajar en el Negociado de Hacienda. “Me presenté a las oposiciones de maestra pero sólo había una plaza para la ciudad y no la conseguí. Era muy difícil”, asegura. Así que su padre vio un anuncio en el periódico de oferta de plazas para el Consistorio y decidió inscribir a su hija. Elisa tuvo que refrescar sus conocimientos de matemáticas y lengua y desempolvar la máquina de escribir de casa para lograr las pulsaciones necesarias. Pero consiguió el trabajo.
Su primer sueldo, apunta, fueron 3.000 pesetas, entonces tenía 22 años y aún estaba soltera y “sin compromiso”. Tras un año como interina, llegó el momento de lograr la plaza. “Tuve que prepararme la oposición, y entonces no eran como ahora. El examen fue en el Salón Dorado. Yo estaba sola sentada en mitad de la habitación y un tribunal me escuchaba mientras cantaba los temas”, explica López.
Pero a pesar de los nervios, logró la plaza y salió entonces por primera vez en un periódico, al conseguir ser la número uno de su oposición. Pocos años después su titulación cómo maestra le permitió subir de categoría y pasar de auxiliar a administrativo y del Hacienda a Urbanismo, de donde recuerda especialmente a su jefe, Salvador Molina. “Me enseñó mucho en mi tiempo allí. Fue un jefe estupendo”. Después de 22 años Elisa volvió a cambiar de ubicación y pasó a Medio Ambiente, donde pasó la última etapa de su carrera profesional, un total de 12 años.
“Mi trabajo aquí era muy diferente, tuve que volver a aprender muchas cosas, pero mereció la pena”, explica Elisa, que ya mira con añoranza hacía ese tiempo de idas y venidas por la Plaza de España y los pasillos del Palacio de la Asamblea.
En todos esos años, asegura la melillense, ha tenido que adaptarse a muchos cambios, y no sólo a las nuevas tecnologías, los nuevos equipos de Gobierno o las nuevas formas de trabajar, sino también al ambiente entre los compañeros.
“Siempre he estado muy a gusto y he tenido la suerte de encontrar buenos amigos. Pero antes las cosas eran distintas. Todos éramos como una familia. Ahora parece que todo es más complicado y que cada uno va más a lo suyo”, asegura la jubilada.
La semana pasada Elisa recibía un merecido homenaje por parte de compañeros y ex compañeros que quisieron reconocer el trabajo de esta mujer durante toda su carrera profesional.
La de Elisa es una de esas historias sencillas, a la par que interesantes, en la que las ganas de aprender y de adaptarse han logrado que supere todas las barreras que los años han ido poniendo por delante.
“Aunque echo de menos el día a día, los años ya pesaban y las ganas de trabajar iban siendo menos, ahora puedo disfrutar de mis nietos y sobre todo de todo mi tiempo”.