La concentración de ayer que reclama una Ceuta más segura en la que se pueda caminar por la calle sin temor a ser abordado violentamente por un o unos desalmados congregó a un millar de personas frente a la Delegación del Gobierno. Es toda una contestación a una situación que se ha vuelto en los últimos meses insoportable, ciertamente, en esa sensación de inseguridad y la concatenación de sucesos violentos que estamos viviendo. Ha sido una movilización, tras la cual, no había más siglas que las del pueblo caballa movilizados a través del boca-oreja y con ayuda de las redes sociales. En esta plataforma llegaron a alcanzar unos doce mil miembros del grupo de Facebook, de los que un millar bajó ayer a la plaza de los Reyes. Tal vez algunos se aferren a estos números para justificar la inacción. Mal remedio. Los que tienen responsabilidad política y de seguridad en nuestra ciudad no pueden cerrarse en banda y no dar una respuesta a un clamor de un sector de la ciudadanía que pide, simplemente, sentirse seguro en su ciudad. Nuestros responsables políticos no pueden obviar que, ayer, un millar de ceutíes a los que también representan clamó su ayuda, su apoyo y la seguridad que deben garantizar nuestras autoridades, nuestros representantes.
Sí, la inseguridad es un elemento subjetivo, pero que se está materializando en datos objetivos, como los robos violentos y ataques que se están cometiendo contra los ceutíes. Día a día a través de los medios de comunicación y en las redes sociales, somos testigos de cada atraco, de cada agresión. No es de ahora. Siempre ha habido, en Ceuta también, episodios de inseguridad en las calles, con un repunte de acciones delictivas, cifras que sobre el papel fluctúan, pero que no deben dejarse pasar por alto o sentarse a esperar a que, como la economía, la delincuencia baje.
Nuestros representantes no deben pasar por alto lo que sucedió ayer en la plaza de los Reyes. La delincuencia está en uno de esos repuntes, que resultan incluso más llamativos por el hecho de que las víctimas son cada vez más jóvenes. Nuestros representantes no pueden sentarse y contemplar cómo nuestra ciudad se deteriora, ignorar lo que el pueblo caballa les dice. No deben, por mucho que les guste contemplarlo desde una ventana que sólo proporciona una efímera y virtual sensación de seguridad.