Ni un medio de comunicación, ni los mandos de la prisión, ni los funcionarios, ni tus compañeros de trabajo, te han dedicado una simple línea a la labor que has hecho y estas haciendo en la cárcel. La maravillosa labor que estás realizando en la misma.
Antonio, no te preocupes, ni lo tengas en cuenta; nosotros los “protagonistas” los que hemos recibido, medallas, diplomas y condecoraciones, te las vamos a dedicar a ti, porque tú eres el verdadero protagonista, el trabajador en la sombra , el honrado profesional, que durante toda tu vida has sido. El Ramadán, el almuerzo para las otras religiones, las diferentes horarios, a temperaturas de 50 grados en la Cocina General de la prisión, donde acudías a las siete y media de la mañana y no salías hasta las 10 de la noche, aguantando estoicamente que algún jefe de servicios te dijera que la cena, de los musulmanes no estaba buena o la harera fría y sin rechistar ponías la solución de inmediato. Estoy seguro, que todo esto te ha hecho recordar, cuando empezaste en tu oficio, siendo un niño, un jovenzuelo, al que mandaron al Sahara, a cumplir tus obligaciones militares, pero que fiel a tu tradición de pastelero, en una vetusta sartén preparadas unos bollos fritos y unas empanadillas, calentando al sol de las piedras del desierto, como me refieren los hoy ya jubilados generales del ejército.
Regresaste a Ceuta, ya licenciado del Ejército, los tiempos eran difíciles , pero como todos los grandes trabajadores que ha dado nuestra Ceuta, le pusiste imaginación, dedicación y orgullo de raza. ¡Había que sobrevivir!. Así fue como en la calle Bermúdez Soriano, esquina C/ Estepona, montaste esa pequeña pastelería, donde empezaste con cinco docenas de pasteles y cuatro tartas de manzana.
Como dice El Evangelio, los panes se convirtieron en peces.
Los cuatro pasteles, se convirtieron en 18.000 pasteles y 250 tartas diarias. El milagro: trabajar 24 horas diarias con tu empleado y amigo: Miguel “El Chico” durante 20 años consecutivos.
Amigo Antonio Lucena o como hace treinta años te llamaban: Antonio Bareta, los niños que te pedían los recortes de los pasteles o te robaban las bandejas repletas de pasteles para llevárselas a sus madres a la antigua plaza de toros, convertida por aquel entonces en albergue de pobres.
Esos niños, alguno de los cuales, auténticas personalidades de Ceuta, me comentaban el otro día: ¡Qué buena persona era y es Antonio Lucena!.
Por eso, hoy, en atención a los internos de la Prisión de Ceuta, que saben que escribo con cierta asiduidad en nuestro periódico “El Faro de Ceuta”, transmito y me uno a ellos, diciéndote: GRACIAS ANTONIO ¡QUE NOS DURES MUCHO TIEMPO!.