Categorías: Opinión

Una inquietante imagen

Miércoles, tarde. Suena el teléfono. ¿Qué pasa en Ceuta?, me pregunta un primo de la Península. Pues lo de siempre, le respondo. Entonces, ¿tan habituales son esos hechos sobre los que ha informado el Telediario?, insiste. Pues no lo he seguido, la verdad. ¿Cuál ha sido la información?, le pregunto. Posteriormente una nueva llamada. Es mi familia política la que, algo inquieta, se interesa sobre el mismo tema. Ya de noche, vuelta a lo mismo. Ahora es un buen amigo, un ceutí residente en Zaragoza desde hace cuarenta años. Hay que descubrirse ante la fuerza del medio televisivo.
Tras la primera llamada, no resistí la curiosidad. Raudo me fui a la web de RTVE para recuperar el telediario. ¿Será una de esas informaciones sensacionalistas o malintencionadas con las que, desde hace años, nos vienen bombardeando determinados medios? Pero no. Ni muchísimo menos. Se trataba de la pura y triste realidad. Sin el menor aditamento malicioso. La misma con la que nos desayunamos tantas mañanas a través de la portada de nuestro diario decano. El cuento de nunca acabar.
El telediario hablaba de tiroteos. Seis en lo que va de año con tres heridos de bala  –señalaba–, “que la Policía atribuye a bandas de sicarios”. Y de fondo, el Príncipe. “La violencia es un problema endémico en la barriada, las diferencias se están resolviendo a tiros”. No escapaban de la pieza las emboscadas y acorralamientos que sufren los agentes. Al centenar de ellos que hace un mes subieron al barrio para tratar de hacer redadas. A la necesidad de que vayan provistos de chalecos antibalas. A los apedreamientos casi a diario…
“Es cierto que esto va tomando un cariz no deseable”, reconocía sin paliativos el delegado del Gobierno. Tibio por su parte el presidente Vivas, por lo políticamente correcto, fiel a su estilo. Y contundente el vecino que, harto de la presencia de los pistoleros del lugar, sentenciaba: “esto es el Oeste”.
La dejadez histórica en tantos aspectos con la que las distintas administraciones fueron dejando al Príncipe ha terminado por desembocar en esta grave situación ante la que ya no caben los lamentos sino la acción. Contundente y en todos los terrenos. Era algo que se veía venir y que ahora, por su notoriedad, no es de extrañar que atraiga la atención de los medios de comunicación nacionales.
Reflexionando sobre lo anterior, uno se echa a temblar pensando en cómo se pueda desarrollar la trama argumental de la proyectada serie El Príncipe. El impacto y capacidad de penetración del medio televisivo, máxime tratándose de una producción que, al parecer, aspira a una audiencia multitudinaria, podría derivar en una imagen deteriorada de la realidad de nuestra ciudad, aun tratándose de mera ficción. Por cierto, que del citado proyecto ha vuelto a saberse muy poco.
Difícilmente podremos promocionar la Ceuta turística para la que desde diversos aspectos se trabaja si se cruza con informaciones como la que esta semana ocupó la atención del Telediario de la 1. De nada vale que se centrase en una apartada barriada con una problemática social muy específica. Pero las alarmas inevitablemente se disparan. Como si ya no fueran lo suficientemente disuasorias las tarifas de los barcos, añadámosle la composición que, con noticias como ésta, puedan hacerse los potenciales visitantes. Es inevitable.
Y eso que más allá de la bocana apenas trasciende la preocupante escalada de la oleada de inseguridad ciudadana que venimos padeciendo. Resulta especialmente ilustrativa esa historia de Carmen Aguilar, la propietaria de una conocida tienda de alimentación de Los Rosales que esta semana recogía nuestro diario. Que la buena señora haya decidido cerrar su establecimiento tras más de 30 años al frente del mismo, harta de sufrir toda suerte de atracos e intentos de robo es para llorar.
Cuál habrá sido su grado de desesperación como para verse obligada a dejar su medio de vida e irse al paro. No precisamente porque el negocio le resultase ruinoso, aun renunciando a abrir en invierno por las tardes, presa del miedo. No es para menos después del cuchillo que llegaron a ponerle en el estómago para asaltarla en su tienda.
Lo curioso de dicha historia es que tales hechos, como la propia inseguridad de la zona, ocurran a pocos metros de una comisaría de Policía. La misma en la que Carmen, según manifestaba, ni siquiera pudo presentar su denuncia al desviarla para ello a la central. Visto lo visto, de qué podría servir esa anhelada comisaría que sufridos los vecinos del Príncipe demandan. ¿Y por qué se cerró en su día? Piensen mal y acertarán.

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