Opinión

Una austeridad de mariscadas, Ritz y limusina

Así las gasta el populismo, una cosa es lo que dicen y otra es lo que hacen. Esta nueva clase política, aunque da motivos para pensar que se quedan ayunos en los discursos, parece haber leído a San Pablo en su primera  carta a los corintios, y descreídos practican a diario el “comamos y bebamos que mañana moriremos [en las urnas]”.
Desde luego que son diferentes, nunca había existido tanta avidez por el lujo a cuenta del erario público. Desde que están los populistas con una mano en los dineros de todos, las cuentas que van aflorando tras el escaso tiempo que llevan en los gobiernos - aunque a algunos se nos antoje eterno; no vamos asaltando sus sedes, ni reventando actos de los que piensan diferente - dibujan a unos ejecutivos populistas manirrotos que gustan gastar sin medida en sus cuerpos físicos y ombligos ideológicos, con la boca llena de anticapitalismo y la barriga de mariscadas sufragadas por todos.
Predicando sin dar ejemplo se desplazan en bicicleta delante de la cámara de televisión y en limusina con chófer en cuanto pueden, defienden al movimiento ocupa pero descansan sus delicados cuerpos en los mullidos colchones del Ritz, simulan defender a la gente llana y viajan en clase business ; y es que es difícil, una vez abandonado el mundanal ruido y conocido esto de la alfombra roja y el mogrollo, no dejarse seducir por el “capitalismo salvaje” y dejar eso de la lucha de clases para delante del micrófono.
No se trata de practicar el doble rasero, sino de pamema, palabra que viene del cruce de pamplina y memo. Intentan congraciarse con aquellos desesperados que aún creen en ellos, lanzando una cuidadosa campaña publicitaria en la que estudian hasta su milimétricamente descuidado aspecto, una mentira burda e insostenible por más tiempo, que refleja el verdadero interés del comunismo que ahora se hace llamar populismo: el privilegio de una auténtica casta, la de los enemigos de la honestidad política.
Por sus frutos los conoceréis y hasta ahora sólo han dado más corrupción, pendencia, mentiras y escándalo. No pueden aportar nada bueno al saldo de su gestión en los gobiernos que férreamente han manejado con manu militari. Ninguna aportación en lo económico, ni en lo social; al contrario, los números afloran más rojos que nunca, aumentan los impuestos, son derrochadores, incrementan las diferencias sociales, el empleo crece a menor ritmo que otros lugares, siguen existiendo las mismas condiciones de pobreza y desarraigo que anteriormente, ninguna norma o ley que favorezca la convivencia en paz social, ningún gesto de templanza, de prudencia, la moderación se ha caracterizado por su ausencia, ningún consenso con la oposición.
La tan cacareada austeridad que proclamaban a los cuatro vientos se ha quedado en aguas de borraja, y es que a la hora de hacer política, los números no son sólo cosa de “dos tardes”, es también una cuestión de integridad y principios, que pueden fallar en cualquiera, sobre todo cuando se tiene la vista muy distraída.

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