‘En la piel de...’, programa de ‘Faro TV’, se adentra en dos turnos, de día y de noche, del SEIS y palpa, conviviendo con los efectivos, la realidad de una unidad vital.
Superando el inicio de la avenida Marco Antonio Navas, llamada así en honor de este bombero triste y heroicamente fallecido el último día de abril de 2009, y al poco de superar las dependencias de la Policía Nacional, a la izquierda un arco y un letrero que reza ‘Parque de Bomberos de Ceuta’ invita al viandante a acceder al interior de las instalaciones o, cuanto menos, a volver a reconocer, en pensamiento íntimo, el extraordinario servicio que el cuerpo ofrece a la ciudad de Ceuta, y por ende a sus habitantes, desde que se pusiera en marcha como tal, camino ya del siglo de vida: “Aunque Bomberos siempre ha estado a disposición de la gente”, valora Miguel Muro, cabo y uno de los veteranos de la plantilla actual, “antes –en referencia a los años ochenta, cuando él entró a formar parte del cuerpo– era algo así como un segundo empleo, complementario de otro, que era el principal”.
Bomberos, siempre presente, pues, siempre ahí por y para los ceutíes topbankinfo.ru. Y testigo mudo de las horas empleadas, desde que en 1993 se abriera, tomando el testigo del viejo parque del Morro, es la propia casa que hoy día da cobijo a la plantilla, formada por ochenta bomberos y dirigida por Miguel Ángel Ríos, jefe interino del Servicio de Extinción de Incendios (SEIS) de Ceuta, después de que en enero pasado cumpliera Manuel Gentil los setenta años y por tanto iniciara su jubilación tras décadas en el puesto de mando.
“Tiene sus achaques, pero nosotros, con las horas que echamos aquí, la consideramos nuestra casa”, señala Salvador Díaz ‘Salva’, bombero que, con amabilidad y en compañía de Rafael Gutiérrez, sargento y otra de las voces importantes del cuerpo, hace de guía para ‘En la piel de...’, programa que puede usted, lector de El Faro, ver en los conductos digitales del decano: página web, ‘Youtube’ y redes sociales, además de si escanea el código QR ubicado al término del presente reportaje.
Así, en el patio lucen los distintos vehículos de Bomberos, perfectamente a punto toda vez que cada mañana sean revisados, siguiendo las anotaciones del turno de noche, por los efectivos que acaban de entrar, a las ocho de la mañana: “Si falta presión en una manguera, si falla un monitor eléctrico, si una rueda flojea, si… todo se revisa y se arregla”, cuenta Gutiérrez, quien dirige, precisamente, la reunión de primera hora, previa al desayuno común.
Alrededor del sargento, sentado en un despacho de una primera planta iluminada por la claridad del abril caballa, escuchan con suma atención, si bien no rechazan la posibilidad de gastar una broma, prueba del sano ambiente que reina en el Cuerpo, los efectivos que componen el turno de la mañana. Están, por ejemplo, Javier Guzmán, Antonio Campaña, Gonzalo Sanz, Antonio Luque, Juan Luis Arnet o Iván García, quien repetiría turno nocturno en la siguiente visita del decano, un sábado madruga, y estando entonces acompañado por otros compañeros: Paco Méndez, José Antonio Pérez, Arturo Romero, Juan de Dios Ortega, Iñaki Castaño, Paco Cosme, José Domingo Maldonado, el cabo Jorge Pacheco o el sargento Manuel Iglesias, voz cantante de una noche en la que no habría salida alguna, “aunque sí permanente atención por si tuviéramos que salir”, apuntaban.
La reunión de la mañana da pie, tomados ya el bocata, el zumo y el café de la mañana en una cocina que, de limpia, parece nueva, a un ejercicio que sirve de adiestramiento, de preparación en aras de, llegado el caso, actuar sobre un suceso real con las máximas garantías que otorga una buena preparación, teórica y práctica: “Hoy toca ‘apagar’ un fuego”, describe Muro, quien explica que “cada día, entrenamos sobre un escenario distinto: fuego en casa, en parque o un servicio por caída de cascotes motivada por un temporal considerable”.
En cuestión de minutos, tras desplegar los medios precisos, utilizando para ello, también, la torre que corona el patio, todo está en orden y los efectivos, en corro, valoran el ejercicio y las cuestiones que son susceptibles de mejorar en futuros servicios. Ahora dependen –en realidad, como siempre que se enfundan el mono de trabajo y las botas–, de si Manuel Alonso o José Navas, según los turnos con los que convivió ‘En la piel de...’, reciben una llamada que, pasada por el 112, alerta de una situación que requiere de Bomberos: “Nada más que descolgamos”, cuenta el primero, “y apuntamos la dirección y el tipo de salida, que es muy importante para saber cuál es el vehículo apropiado, avisamos a los efectivos”. Entonces, se encuentren en una u otra parte del Parque, sonará el aviso, “que variará en su tipo y sonido según la urgencia, magnitud e importancia de la salida”, puntualiza Guzmán, otro de los clásicos del Cuerpo “y uno de los guapos de aquí pese a los pelos de punta que me lleva”, dice, entre carcajadas que al instante se acompañan de otras, y también de las del propio aludido, nuestro guía, ‘Salva’. A colación de la broma, surge un hecho que, sin embargo, la validaría como cierta: “Posé desnudo para una revista benéfica”, rememora Guzmán, sensible a las buenas causas.
Sin embargo, en el departamento de ‘Comunicaciones’ no chirría ningún teléfono, señal que podría cambiar en cada segundo: “Tenemos que convivir con esto, con estar de guardia, leyendo, viendo la televisión, descansando algo si es de madrugada, pero siempre con un ojo abierto y preparados para salir”, cuenta Sanz; “No hay otra, es escuchar la bocina y estar ya en el coche a los pocos segundos. Somos muy rigurosos en esto”, dice, por su parte Paco Cosme, quien, acto seguido, hace, a modo de demostración, la típica bajada por una de las barras, imagen tan de película de Hollywood.
La visita por las entrañas del Parque llega a su fin, entre instalaciones tales como una biblioteca, un gimnasio, cuartos donde se almacenan materiales y zonas de desinfección de los mismos, o los dormitorios, con sus taquillas personalizadas, todo ello soporte de un servicio básico para la sociedad que, a tenor de lo comprobado, están en buenas manos: en la de nuestros bomberos.
“La plantilla está tan preparada en la teoría como en la práctica”
El jefe interino del SEIS, Miguel Ángel Ríos, destaca el nivel de ‘sus’ chicos
Enero trajo consigo un cambio que, amén de relevante, supuso un hecho poco menos que histórico en el Cuerpo de Bomberos de Ceuta: Manuel Gentil pasaba al régimen de jubilación y, aunque de manera accidental, tomaba el testigo Miguel Angel Ríos Padial, hoy día responsable interino del Servicio de Extinción de Incendios (SEIS) de Ceuta: “Me he encontrado una plantilla preparada, tanto en los conocimientos teóricos como prácticos”, señala, a modo de elogio a ‘sus’ bomberos.
Habla con seguridad, tal vez la que otorga la experiencia, y en este discurso firme no duda en señalar que “siempre se puede mejorar, tanto en número de plantilla, de ahí la necesidad de convocatorias, como en la dotación de vehículo, si bien, en este sentido, cabe destacar que en breve vamos a recibir un par de nuevos coches”, adelanta para esta redacción.
Dando un salto de temas, Ríos recuerda, al igual que su compañero Rafael Gutiérrez, la actuación en las torres de la Marina, hace lustros: “Era terrible pasear entre personas que eran ya cadáver”, cuenta, mientras una sombra cubre los ojos, pues probablemente nadie se termina nunca de acostumbrar de ver tragedias tales como aquella.
Deportista nato, pues de hecho fue uno de los jugadores de la edad de oro de waterpolo en las filas del Club Natación Caballa, el jefe valora asimismo el empuje de las nuevas generaciones, coincidiendo con otros compañeros como Iñaki Castaño o Manuel Iglesias: “Casi toda la plantilla es deportista”, señala, justo cuando una llamada vuelve a requerir su valoración, desapareciendo por el patio del Parque rumbo a su despacho.
“La madre dijo: Dios necesitaba un bombero a su lado”
Una foto enmarcada, dos jarros con flores blancas, velas y a los pocos metros, también en la pared, una imagen del Patrón de Bomberos, San Juan de Dios, como queriendo mostrar protección divina para Marco Antonio Navas, bombero fallecido el último día de abril de 2009 en un acto fúnebre en el mar que, entiende la familia –el caso está a la espera de una respuesta de la Justicia–, podía haberse evitado si se hubieran cumplido con todas las normas de prevención previstas.
Con lágrimas en los ojos nada más arranca a hablar, el compañero Salvador Díaz se muerde la lengua –en referencia a una Unidad de Rescate Acuática nunca operativa, a esa firma oficial de acuerdos entre Ciudad y Guardia Civil solo de cara a la galería y a las inversiones millonarias que nunca llegaron a tener una utilidad concreta, como se detalla con mayor profundidad en el video de esta edición de ‘En la piel de…’– al tiempo que se deshace en elogios hacia Marcos: “Cuando falta una persona, se suele hablar bien de ella porque sí pero, en este caso, está más que justificado porque no había nadie más servicial y bueno que él”. “Parece que la muerte estaba esperando al bueno de Marcos”, apunta, también con los ojos regados, Rafa Gutiérrez, quien junto al presidente Vivas comunicó aquel trágico día la fatal noticia a la madre del compañero fallecido: “Fue tremendo. Dijo: Dios necesitaba a su lado a un bombero”. "Bendito sea”, apuntan, al tiempo que contemplan este rincón que, de manera permanente, recuerda, cada mañana, cada noche, al bombero Navas.
“Usted salvó la vida a mi hija”
Alegres, trágicas o sorprendentes, cada bombero guarda una lista casi infinita de anécdotas en su hoja de servicio, algunas recordadas en el programa
“Para escribir uno, dos o tres libros tan largos como El Quijote”, dice, con su buen tono habitual, Paco Cosme, acerca de las historias que podrían contar, tanto él como sus compañeros, sobre los servicios efectuados. “Todos tenemos anécdotas felices, graciosas, trágicas, delicadas o curiosas”, apunta Paco Méndez, mientras la luna de la madrugada ceutí se filtra por la ventana de la sala de estar y polvorea su interior de blanco: fiel reflejo de una noche tranquila, de cero salidas.
“Yo estuve a punto de morir. Bueno yo, y mi compañero, sí aquel”, dice Iván García, señalando hacia la otra punta, donde sentado en un sillón sonríe, tímido, el bombero Arturo Romero. Y, en efecto, ambos se jugaron la vida en un servicio que, pareciendo a priori llano y rutinario, se complicó por culpa de un panal de abejas voraces: “Fue tremendo cómo empezaron a picarnos, cómo nos atacaron, cómo esa nube nos cubría la cabeza”, recuerda el primero, quien, como su compañero, ingresó de urgencias.
“De animales hay muchas historias, sí”, interviene Iñaki Castaño, que, en efecto, presenta un abanico en el que gatos, borregos, cucarachas o ratas se erigen los protagonistas, no simpáticos precisamente. Gran deportista, Castaño también recuerda salidas en las que sin la preparación física debida “hubiera sido imposible llevarlas a cabo con éxito”.
Del éxito de un servicio depende también en muchas ocasiones la colaboración ciudadana, como cuenta el sargento Manuel Iglesias: “Ocurre, a veces, y pese a que el 112 nos ha hecho mucho bien en el sentido de darnos los datos precisos para cada salida, que luego hay dos números iguales en una misma calle o vías sin nombre, y ahí los vecinos son clave para que podamos llegar pronto y bien al lugar de los hechos”.
Una queja: las salidas falsas
Por contra, los bomberos muestran una queja que, especialmente en tiempo estival, toma sentido, a fuerza de triste repetición: “Al Sarchal habremos salido tantas y tantas veces por fuego en rastrojo provocados o inventados en llamadas falsas…”, señala Jorge Pacheco.
“En Ceuta, como nos encontramos todos por las calles, pueden pasar cosas como la que me sucede a mí con una señora, y que me llena de orgullo”, cuenta Miguel Muro, que detalla: “Cada vez que me ve me dice ‘usted es el hombre que salvó a mi hija’ en referencia a un servicio que hice cuando era pequeña y que consistió en librarla de una habitación cerrada”.
“Nos llamaron los vecinos alertando de que hacía días no veían a una mujer”, rememora Javier Guzmán, “de modo que nos desplazamos hasta el inmueble en concreto y, en efecto, nadie respondía en el piso, así que pusimos la escalera, subimos y… y… y… desde la ventana vimos a la señora, que era mayor, con la tele a todo volumen y con cara de no creerse que los bomberos estuvieron al otro lado de la ventana”, concluye mientras, divertidos, los compañeros ríen y evidencian el ambiente que reina en el Cuerpo.
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