Culturalmente hablando, Ceuta ha avanzado mucho en las dos últimas décadas. Con las más diversas manifestaciones a lo largo del año, el Auditorio vino a poner la guinda al pastel. Todo, naturalmente, dentro de las limitaciones y capacidad de respuesta de una ciudad de las características de la nuestra. Mas resulta incomprensible que dos actos con un importante poder de convocatoria vinieran a programarse, esta semana, en un mismo día, el miércoles, y a idéntica hora, ocho de la tarde. Me refiero a la misa cantada con el posterior concierto gregoriano polifónico en honor de Santa María de África y el de música militar con motivo del 102 aniversario de la fundación de los Regulares.
A pesar del continuo y paulatino desmantelamiento de efectivos e instalaciones militares que la ciudad ha venido sufriendo desde hace muchos años, el cariño y la simpatía por todo lo castrense siguen vivos. De ahí que cualquier acto relacionado con las Fuerzas Armadas cuente siempre con el respaldo y el interés de los ceutíes. Ha sucedido con ese concierto celebrado en el ‘Siete Colinas’. Sin minusvalorar el marco elegido, el salón del Instituto se me antojó pequeño, sencillo e impropio de un acto tan brillante, emotivo, pedagógico y, si se me permite, hasta original en su concepción y desarrollo.
¿Y por qué no se llevó a su marco natural, al Auditorio? Qué lugar mejor para un concierto que éste. Porque fundamentalmente eso es el auditorio del Rebellín, más que un teatro en toda la regla. Que teatros, teatros, bastantes dejaron perder las diversas corporaciones, al contrario que en otras ciudades que supieron convertir determinadas salas emblemáticas que cerraban en teatros municipales. Sin el menor menosprecio, insisto, para el salón de actos del decano instituto, que tan buenos y providenciales servicios ha venido prestando durante tantos años, muchos de los asistentes al concierto lamentábamos no hubiera tenido el marco escénico del Rebellín. La magnitud de su escenario para acoger al numeroso grupo de componentes que iban a actuar sobre él, la capacidad y extraordinaria acústica del local, la comodidad para el espectador y su envidiable céntrica ubicación eran razones de peso para haberlo celebrado allí.
Yo me atrevería a sugerir que debería repetirse ese concierto de música militar tradicional en el Auditorio, no ahora, ya con el verano sino incluyéndolo dentro de la programación de la próxima temporada. El esfuerzo, la iniciativa y la admirable coordinación que han hecho la Música de la Comandancia General con la Nuba de Regulares merecen que pueda llegar a más público y brillar como se merece en el ámbito adecuado.
Fue una delicia para el oído recrearse con composiciones muy populares y pegadizas como ‘Legionarios y Regulares’, ‘Las corsarias’ o el pasodoble de la bandera, intercaladas con marchas del ritual de Regulares, su himno y las evoluciones de su simpática Nuba, que hasta se permitió el lujo de hacer de coro en marchas puntuales interpretadas por la Música del la COMGE, sucesora en cierto modo de la desaparecida e inolvidable Banda del Tercio, aquella que nos la arrebataron hace 25 años haciendo oídos sordos de las miles de firmas que pidieron se reconsiderara tal decisión.
Feliz iniciativa la de sacar del cuartel este concierto aniversario, trasladándolo a las tablas de un escenario para el disfrute de todos, con sorpresa incluida como la que nos proporcionó la soldado regular Paula Piñeira en su intervención como solista en el pasodoble de la bandera poniendo en pie al público con sus cálidos y prolongados aplausos.
Magnífica la Nuba con sus peculiares e inconfundibles sonidos. Una tradición felizmente recuperada como el propio uniforme regular, haciéndonos recordar, a quienes las vivimos, aquellas inolvidables dianas floreadas sin las que era difícil concebir la desaparecida feria de Hadú e incluso, en bastantes ocasiones también, las de la propia ciudad. Muy bien por la Nuba a la que cabe animar para que la podamos disfrutar en más ocasiones, pues no en vano también forma parte de nuestras tradiciones desde comienzos del pasado siglo.
Como los propios conciertos militares cuando, desde entonces, se convirtieron en uno de los números más animados de la vida caballa. Recuérdese la célebre banda del 60, así llamada a la que fue del Regimiento Fijo, que invariablemente, los domingos, tocaba en la Plaza de los Reyes o, posteriormente, la misma laureada e incomparable Banda de La Legión.
Bienvenidos sean pues esos conciertos y si es en el marco adecuado, mejor. Que para eso lo tenemos. ¿O no?
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