Al grito de ‘libertad’, ‘esto es Guantánamo’ y ‘queremos salir de aquí’, un centenar de subsaharianos se manifestó en la mañana de ayer desde el CETI hasta la Jefatura Superior para, a posteriori, concentrarse a las puertas de la Delegación del Gobierno en donde, ya por la tarde, permanecían. Los protagonistas de esta marcha son los mismos que están detrás de otras movilizaciones y tienen como único objetivo protestar por el tiempo que permanecen estancados en Ceuta. Algunos, más de tres años, lo que les convierte en protagonistas de un limbo al que la administración no sabe poner final.
De origen francófono y en su gran mayoría varones, llevan meses escenificando protestas. Los de ayer son los mismos que hace un tiempo se concentraron en la plaza de los Reyes temerosos de un brote de gripe A y los mismos que llevan tiempo sin querer participar en las actividades que se desarrollan en el campamento. Son los protagonistas de ese ambiente tenso que para quienes son ajenos a la inmigración puede parecer nuevo pero que lleva años gestándose.
Por eso, porque lleva años gestándose, a las fuerzas de seguridad desplegadas ayer para controlar a los inmigrantes, no les extrañaba la organización de los presentes: “Al más puro estilo militar”, explicaba uno de los mandos policiales a ‘El Faro’. “Se mueven de manera disciplinada y están organizados”, añadía. Así fue hasta el punto de que si los periodistas se acercaban a alguno de los subsaharianos para hablar, quien se erigía en portavoz lo prohibía. Curioso fue cómo sí aceptaban hablar ante las cámaras de TVE pero movían la cabeza en sentido contrario si los micrófonos eran de una televisión local.
Ya al tiempo comenzaban a disolverse los grupos facilitando los encuentros dispersos con los periodistas y los agentes de servicios de información entremezclados entre la masa. “Estamos en una cárcel, esto es Guantánamo nos vamos a volver locos”, exclamaba a gritos uno de los manifestantes mientras mostraba su camiseta pintada con leyendas alusivas a su situación. Entre protesta y protesta tuvieron tiempo de entonar el Waka-waka de Sakira, “porque esto es África” , y teñir de música sus gritos de libertad, salpicándolos con exclamaciones de ‘uuhhh’ ante la Policía Nacional que trataba de coartar sus movimientos. De hecho varios agentes conformaron un cordón para proteger el acceso a la Delegación del Gobierno, pertrechados con cascos y material antidisturbio, después de permitir, durante unos minutos, que algunos de los inmigrantes bailaran músicas africanas ante una Casa en la que faltaba el delegado del Gobierno.
Los manifestantes quieren salir o volver a sus países. Exclaman que ya no quieren estar en Ceuta, ni el CETI, porque “no tienen futuro, no tienen dinero”, sencillamente no avanzan. Esa sensación de bloqueo es harto conocida en el propio campamento. Ayer algunos trabajadores se extrañaban de que hubieran tardado tanto en manifestarse ante la Delegación. “Están muy mal, incluso hay gente que llora. El ambiente está muy tenso en el campamento”, señalaban. Ya lo estuvo aquella noche en la que se produjo el motín que terminó con varios vigilantes de seguridad heridos. No fue porque Ghana perdiera, eso fue una excusa que animó una refriega también muy bien organizada. Son reflejos de una tensión que la Policía conoce por eso desde el famoso motín mantiene una especial vigilancia sobre el campamento y su entorno.
La manifestación de ayer tuvo distintos escenarios ya que los subsaharianos se movieron por distintas calles gritando su protesta, adornándola con pitadas y timbales y escenificándola con bailes africanos. El Defensor del Pueblo considera legal el bloqueo de los inmigrantes La vida de los subsaharianos que ayer hacían pública su protesta se mueve en un círculo vicioso del que no hay salida. Llevan más de tres años en Ceuta pero no pueden regularizar su situación a pesar de que la ley les permitiría hacerlo. Por qué: tienen en su contra varios condicionantes. Nadie les hace una oferta de trabajo seria, es decir, de, como mínimo un año de duración, y con el salario suficiente como para poderse pagar una estancia y vivir de ese sueldo. Tampoco consiguen el certificado del Ayuntamiento para empadronarse porque no pueden demostrar la inserción social que se les exige.Además como principal impedimento para mostrar su arraigo, -clave para regularizarse y empadronarse-, su expediente de expulsión debe ser revocado por la administración. Qué ocurre, que esto es algo que la administración nunca hará, con lo que los afectados nunca podrán, pese a permanecer tres años en la ciudad, regularizarse. Se está así ante la pescadilla que se muerde la cola, ante un círculo vicioso en el que los inmigrantes no son expulsados, tampoco tienen permiso de trabajo ni de residencia y, por tanto, tampoco tienen salida.
En esta situación de bloqueo se encuentran los inmigrantes que ayer protestaban y que lo harán hoy y que, presumiblemente, lo seguirán haciendo en distintos ciclos con más o menos carga violenta.
El Defensor del Pueblo respondió en una resolución oficial sobre esta situación: es legal lo que hace la administración, dijo. Por tanto las asociaciones en defensa de los inmigrantes poco o nada pueden hacer por denunciar esta situación que, tal y como reconoció el Defensor, se trata ya más de una cuestión de moralidad que de legalidad.
Entre los subsaharianos se encontraban además algunos grupos que disponen de la tarjeta amarilla que demuestra que su solicitud de asilo ha sido admitida a trámite y que, por tanto, podrían marchar a la península. No es así porque una reciente sentencia del Contencioso Administrativo consideró que el tratado de Schengen pesaba más que la ley. Ahora CEAR espera la resolución de los recursos interpuestos en contra.