Los cadáveres de Mamadou Diallo, Amara Kaba y Kebe Ibrahim descansan en el cementerio de Sidi Embarek. La madrugada del 18 al 19 de noviembre de 2017 les habían dicho que pasarían a Ceuta en una embarcación a motor. Iba a ser fácil. Ellos pagan y la organización los cuela en la ciudad.
Después todo viene hecho: llegará la Cruz Roja, les taparán con mantas, la Policía les tomará sus datos y terminarán en el CETI. Esa hubiera sido la lectura de una crónica migratoria más, como las que se producen cada semana en las costas de Ceuta, de Melilla o del sur peninsular.
Pero esa madrugada el particular Boza que gritan a modo de victoria los subsaharianos se tornó en lágrimas, en desesperación. Mamadou, Amara y Kebe no debían haber muerto así. Pero lo hicieron.
Se entregaron a una travesía organizada por criminales que terminó de la peor de las maneras: con la embarcación chocando contra las rocas tras una conducción temeraria y los pasadores huyendo del lugar, entremezclados en la marabunta de personas, curiosos o, quién sabe, colaboradores que hicieron imposible la labor policial.
Un año después, el caso abierto a raíz de las investigaciones desarrolladas por la Unidad Orgánica de la Policía Judicial de la Guardia Civil está judicializado y pendiente de recurso presentado ante la Audiencia Provincial.
El caso en torno a esta tragedia está judicializado, pendiente de recurso
El Juzgado de instrucción número 5 se encargó de la instrucción, tres personas permanecen como investigadas en la causa y no se pudo avanzar más para llegar a un cupo de indagaciones mayor ante un rosario de delitos como el de homicidio imprudente, otro contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, denegación de auxilio, desobediencia o resistencia y pertenencia a grupo criminal. Los supervivientes de aquella tragedia ya se encuentran en la península.
Formaron parte de las salidas organizadas para desmasificar el CETI. Los cuerpos de sus compañeros quedaron para siempre en Ceuta, pero pudieron ser identificadas gracias a la labor del Área de Criminalística del Instituto Armado y la colaboración de entidades. La embarcación intervenida tras el pase, sin número de serie y con un motor de 300 caballos, había sido matriculada en la Capitanía Marítima del Puerto de Santa María.
Fue designada desde el primer momento para la realización de este pase perfectamente planificado, preparado desde Ceuta, que partió del puerto deportivo para recoger a los inmigrantes a los que les iban a guiar siguiendo la luz del Faro del Hacho. Como a tantos otros, instándoles a arrojarse al mar si se tenía conocimiento de la activación del Servicio Marítimo porque habían sido detectados.
Esa noche la Tornado embarrancó y los dos pilotos consiguieron escapar del lugar, dejando como rastro a todos los ocupantes en el agua, gritando, asustados. Fruto de ese pánico murieron Mamadou, Amara y Kebe. Sus cuerpos tuvieron que ser sacados del agua por los integrantes de los GEAS. Estaban muy juntos, porque unidos habían iniciado la marcha y unidos habían perdido sus vidas.
Su localización estuvo marcada por la incertidumbre, ya que los propios supervivientes no acertaban a dar la cifra exacta de compatriotas que habían salido de Marruecos. Durante la noche se buscaron más cuerpos, temiéndose una tragedia mayor de la que ya se estaba escribiendo. Incluso se echó en falta a una mujer que nunca fue encontrada y de cuya existencia solo se supo por las declaraciones, confusas, de algunos de los rescatados.
Esa noche, mientras los pasadores escapaban (se sospecha que con ayuda y aprovechando la confusión y elevado número de personas), los gritos de los subsaharianos se escuchaban en la playa de Santa Catalina, frente al cementerio. Todos menos los gritos ahogados de quienes nunca jamás pudieron seguir rumbo.
En el recuerdo
La Guardia Civil llevó a cabo una investigación que se completó este mismo año, con la entrega de las conclusiones ante la autoridad judicial.
El caso sigue judicializado a la espera de que haya una resolución en forma de apertura de juicio oral, que venga a esclarecer lo sucedido aquella madrugada de la que ahora se cumple un año. Murieron tres personas, aunque en el caso de Kebe Ibrahim no se pudo contactar con la seguridad requerida con su familia. En las imágenes Amara y Mamadou.