Opinión

El último día del año

La casualidad ha querido que la publicación de nuestra colaboración semanal coincida con el último día del 2016. Hoy es un buen momento para hacer balance del pasado y proyectar el futuro. Cada uno de nosotros lo hacemos en el estrecho ámbito personal y cada organización lo aborda desde la más amplia perspectiva de sus fines y objetivos. Los nuestros, como bien saben nuestros lectores, son el de la protección, conservación, investigación y difusión del patrimonio natural y cultural de Ceuta. En el marco de nuestros propósitos fundacionales tenemos que afirmar, no sin tristeza, que el progresivo deterioro de los bienes naturales y culturales de nuestra ciudad no deja de aumentar con el paso del tiempo. Buena parte de los recursos patrimoniales ceutíes están abandonados u ocupados de manera ilegal, como el fuerte de la Palmera. La fortaleza del Hacho sigue en manos del Ministerio de Defensa, que al menos mantienen los edificios situados en su interior, mientras que los fuertes y caminos ubicados en el perímetro costeros están en mal estado. Unas horribles vallas metálicas “decoran” algunos tramos del Camino de Ronda y algunas parcelas colindantes han sido transformadas en destartaladas huertas. Si seguimos por esta histórica senda observaremos la penosa estampa que presenta el fuerte del Quemadero y el emblemático fuerte del Sarchal, igualmente ocupado sin permiso.

No menos triste es darse una vuelta por la fachada norte del Monte Hacho. A cualquiera con un poco de sensibilidad se le parte el corazón al ver los restos del fuerte de San Amaro tras el incendio de hace algo más de un año. Aún estamos esperando que la Ciudad cumpla con su obligación de restaurarlo tras dejarlo a su suerte durante mucho tiempo hasta que algún desaprensivo lo quemó. La situación de las murallas que rodean al Hacho junto al mar es lamentable. En su momento se habló  de un proyecto de creación de sendero litoral entre San Amaro y Santa Catalina, pero las restricciones presupuestarias lo exiliaron a un cajón. De todas maneras era un proyecto para limpiar la cara a la zona, ya que no incluía ninguna actuación tendente a restaurar los restos de las fortificaciones medievales y modernas. Por desgracia, incluso cuando se invierte dinero, no tenemos la garantía de que los edificios históricos cumplan la función social que les reconoce la legislación nacional en materia de patrimonio cultural. Este es el caso del inmueble conocido como la Sirena de Punta Almina. El SEPE invirtió 600.000 euros para su restauración y  desde que acabaron los trabajos de acondicionamiento sigue a merced de los frecuentes expoliadores de materiales de construcción que dan vueltas por Ceuta buscando un valioso botín.

Después de mucho insistir conseguimos que la Ciudad cumpliera con su obligación de redactar el Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico de la Almina, aunque de que poco ha servido. Ninguna de las actuaciones incluidas en este plan ha sido ejecutada. Los restos de garitones, fuertes y murallas que jalonan el perímetro de este sector de la ciudad siguen en pésima situación. A la administración le encanta trazar pasarelas e instalar farolas, como en la zona de Fuente Caballos, pero los lienzos de muralla siguen igual de abandonados. Todo es puro fachadismo para encandilar a los ingenuos votantes y dar trabajo a las empresas de construcción.

Para que no digan que sólo destacamos los aspectos negativos, hay que reconocer el avance que ha supuesto la apertura al público de la puerta califal. Hay aspectos que no nos gustan, como las luces que decoran las escaleras de acceso. No sabe uno si entra en un conjunto arqueológico a la antigua discoteca “La Cueva”. Habría que buscar formulas para facilitar el acceso a la puerta califal para los propios ceutíes y los visitantes que vengan de fuera. Resulta más difícil conseguir cita para entrar en la puerta califal que número para un especialista en  la Seguridad Social. Sin duda es necesario establecer un número máximo de visitantes por turno, pero  éstos tendrían que ser más numerosos. Hay formulas públicas o privadas para financiar los gastos de personales que supone la ampliación de los horarios de visita. Tampoco pasa nada porque las personas interesadas paguen una entrada por acceder a la puerta califal. En todos sitios cobran por el acceso a los monumentos, dinero que es reinvertido en la financiación de su apertura y funcionamiento.

No podemos aspirar a ser una ciudad turística, cuyo principal atractivo sea el patrimonio cultural, y mantener los lugares de interés cerrados, como la aludida puerta califal o el caso más grave de los baños árabes. Tampoco estaría de más que contáramos, de una vez por toda, con un Museo de la Ciudad. Resulta inconcebible que nuestro museo atesoré una de las mejores colecciones arqueológicas del Estrecho de Gibraltar y no haya ningún espacio museístico donde exponerla de manera adecuada. Los ceutíes tienen el derecho, e incluso nos atrevemos a decir el deber de conocer la historia de su ciudad a través de las piezas arqueológicas recuperadas en el mar que nos rodea y en el subsuelo ceutí. Tampoco hay un espacio dedicado a mostrar el fondo de la pinacoteca de Ceuta. Los artistas ceutíes, o vinculados a nuestra ciudad, no merecen que sus obras sigan escondidas en los oscuros almacenes de la Consejería de Educación y Cultura.

Por ser un asunto de actualidad, queremos hacer alusión a la situación de los fuertes neomedievales. En estos días hemos conocido que la Consejería de Educación y Cultura ha sacado a licitación un concurso para la señalización de estas fortificaciones decimonónicas. No es mucho dinero, apenas 2.000 euros. Pero menos es nada. Al menos alguien se ha acordado de estos singulares monumentos que llevan tiempo en el olvido. Esperemos que esta actuación suponga el comienzo de un proyecto más amplio sobre los fuertes neomedievales. Un plan que incluya un correcto diagnóstico del estado de conservación de cada uno de estos monumentos, un adecuado tratamiento de restauración y un razonado planteamiento de los usos que podrían darse a estos fuertes. No podemos caer en el error de antaño que actuar sin una previa reflexión sobre lo que se quiere hacer y con qué objetivos. Se han despreciado cantidades ingentes de dinero en fuertes como el del Príncipe Alfonso sin ningún resultado tangible que presentar a la opinión pública.

No podemos dejar de aludir a la situación de las murallas mariníes en este breve recorrido que estamos haciendo por el patrimonio cultural de Ceuta. Hace algún tiempo se anunció la adjudicación de una nueva fase de restauración del Afrag mariní, pero todavía no han comenzado las obras. No sabemos cuáles serán los motivos, pero no estaría de más que las autoridades diesen alguna explicación.  Podrían aprovechar la ocasión para explicar las razones del incumplimiento de las actuaciones previstas en el Plan Especial de Protección de las murallas mariníes, que incluía, entre cosas, la habilitación de un centro de interpretación de este conjunto fortificado. Es muy triste el desconocimiento que existe sobre las murallas mariníes, a pesar del esfuerzo realizado por la Consejería de Educación y Cultura en la organización de la exposición sobre este monumento que durante meses acogió el Museo del Revellín nº 30.

En términos generales podemos decir que hay mucho por hacer en materia de protección, conservación, estudio y difusión del patrimonio cultural de Ceuta. Es innegable que ha habido avances, entre los que podemos citar por ejemplo la recuperación de las Murallas Reales, la apertura de la puerta califal, la restauración de las murallas del Paseo del las Palmeras o la construcción del museo de la basílica tardorromana. Sin embargo, sitios históricos como el Monte Hacho o el conjunto histórico de la Almina reclaman importantes inversiones. No es menos cierto que llevamos casi una década inmersos en una profunda crisis económica cuyo fin no terminamos de ver con claridad, pero tenemos una importante responsabilidad colectiva respecto al patrimonio natural y cultural heredado. Aunque puede resultar una idea paradójica, invertir en el pasado es hacerlo con vistas al futuro. En un mundo que tiende con gran fuerza a la globalización y a la uniformización de los paisajes urbanos y naturales, es cuando más necesitamos reforzar la identidad y el espíritu de lugares tan mágicos y bellos como Ceuta. Podemos vivir en una ciudad anodina, sin personalidad, o en un sitio de profundas raíces históricas que encuentra en su pasado las semillas latentes de un futuro prometedor en los aspectos económicos, sociales y culturales. Creemos que este último día del año merece una reflexión sobre esta última idea. Feliz año 2017.

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