El cementerio de Sidi Embarek, en Ceuta, ha acogido este miércoles el entierro del joven Omar Rifi. En la tumba 4184 ha recibido sepultura tras haber sido reconocido por su propio hermano, Moussa, que ha podido estar en este último adiós. La Guardia Civil trabaja ahora en una doble vía para dotar de oficialidad al expediente iniciado tras la recuperación del cadáver el pasado fin de semana en el Sarchal: el cotejo del ADN tomado al hermano y la huella.
La historia de Omar representa una más de las miles de desgracias que acontecen en la frontera sur y que tienen como protagonistas a jóvenes que buscan escapar de Marruecos para encontrar una alternativa en la vida. En el caso de Omar cruzó a nado por el espigón el viernes, siguiendo a su hermano Moussa que había conseguido entrar el jueves. Cuando Omar se enteró del pase con éxito decidió emular esa misma acción que, en su caso, terminó siendo la última que llevaba a cabo. Su cuerpo sin vida fue encontrado por la Guardia Civil, enfundado en un traje de neopreno, muy cerca de la antigua cárcel de mujeres.
La familia Rifi está formada por 19 hermanos. Omar era uno de ellos. Una familia humilde, del campo, como tantas de Marruecos cuyos miembros encuentran en la inmigración la única alternativa a un cambio de vida. Desde el momento en que se tuvo conocimiento de que un joven había fallecido, los familiares temieron lo peor. La difusión de su imagen ayudó a confirmar que se trataba de la misma persona; la aparición de una prima y un hermano ha servido para que la Benemérita pueda tener una base que dé oficialidad al registro de este cadáver con su nombre y apellidos.
En Sidi Embarek, Omar ha sido enterrado con la presencia de escasos conocidos y su hermano, además de los miembros de la Funeraria Al Qadr, encargada de organizar esta digna despedida a quien veía Ceuta como un trampolín a una vida con esperanza y terminó deteniéndose para siempre en un trayecto clandestino que nunca fructificó.
La frontera sur sigue siendo escenario de cuantiosas desgracias, de dramas, de pérdidas en el camino de personas cuyo único delito es haber soñado que bordeando un espigón podían cambiar su destino. En ese Tarajal y ese Benzú, demasiadas vidas han desaparecido por siempre. La tragedia es permanente, mientras los nadadores continúan intentando escapar de un país que no les ofrece alternativas.
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