Hace mucho tiempo que la gestión política de Turismo es un cero a la izquierda. Por esta área hemos tenido de todo: gestores que acudían a regalar sombreros de paja y bocadillos a los visitantes, hasta aquellos que ‘vendían’ más labor de la que hacían.
Ahora toca hacer un vídeo promocional sobre Ceuta y al área no se le ocurre nada más que poner un mensaje en facebook para llamar a los ceutíes a acudir a las Murallas y participar en su grabación. ¿El resultado? No llegaron a veinte los que cumplieron con la cita. Y si de esos veinte quitamos la familia directa de Turismo, nos quedamos con un poder de convocatoria nulo. Vamos, lo que se dice un fracaso.
Seguimos cometiendo los mismos errores. Por mucho viaje a Madrid solicitando buena imagen para la ciudad, por mucha campaña nacional pagada a golpe de talonario y por mucha supuesta implicación... el resultado sigue siendo el mismo. Si esto no se considera un problema, si a esto no se le busca una solución, entonces la torpeza va más allá de lo que pensaba.
El presidente de la Ciudad debería preguntarse si en la península existe el conocimiento debido sobre Ceuta y si la denominada ‘Perla del Mediterráneo’ es considerada como un punto marcado en las vacaciones de cualquier familia peninsular. Si fuera sincero, concluiría que salvo familiares directos, resulta complicado situar Ceuta como destino preferencial de vacaciones. Primero por las trabas impuestas por la carestía del barco, segundo por la errática visión que se sigue teniendo de la ciudad y que es culpa directa de unas instituciones que no han conseguido sacar adelante el atractivo que tendría que haber sido explotado. No lo han hecho, ahora resulta complicado lograrlo.
Esa es la política turística que tenemos, la que no arrastra más que fracaso y fracaso. Si a esto se le añade la inoperatividad para gestionar lo que ellos mismos inventan, tenemos el círculo de la torpeza perfectamente definido.
Si alguien hiciera una sincera reflexión sobre la gestión llevada a cabo en este ámbito, tendría que salir por la puerta de atrás después de atreverse a contar las verdades del barquero.