Los viajes a Ceuta de cualquier persona sin los beneficios de la residencia constituyen un auténtico atraco. La línea del Estrecho es una de las más caras. Hemos leído hasta la saciedad comparativas que evidencian el ridículo cuando cualquier viaje al extranjero es notablemente más barato que cruzar de Algeciras a Ceuta. Trayecto que se convierte en un imposible cuando se usa el vehículo. El lastre de Ceuta lo corona esta situación que hunde cualquier expectativa de turismo.
Imaginen que vienen a verles sus amigos o familiares. El dinero que deben gastar solo por embarcar ya arruina la normal economía, la doméstica, y la previsión de unas vacaciones. Ahora el Gobierno ofrece rebajas en los billetes buscando así el enganche necesario. Siendo loable la iniciativa no es la solución porque la clave está en normalizar unos viajes que estén a la altura de cualquiera y hacerlo de manera permanente. Será el primer paso para conseguir que el viaje no sea un obstáculo, después está la necesidad de vender bien una ciudad que, además, debe ser cuidada. Algo que hoy no pasa porque nunca ofrecimos a nuestros turistas una Ceuta tan sucia como ahora.
Nos perdemos las mejores. Hemos sido incapaces de salvar el patrimonio y nos vemos entregado a rendirnos con la limpieza, inexistente en barrios, en calles y en montes. Se han producido visitas a miradores en las que los visitantes se han topado con montones de basura. Se ha dado a conocer el Monte Hacho y las imágenes ofrecidas han sido las peores porque no existe un control adecuado contra los incívicos, con más vigilancia y sanciones adecuadas.
Si no atendemos los detalles seremos incapaces de sostener una política turística con éxito por mucho que nos vendan lo contrario, por mucho que organicen eventos supuestamente orientados a situarnos en lo mejor de esta área.