En la tumba 4179 del cementerio de
Sidi Embarek de Ceuta. Allí ha sido enterrado este sábado
el joven cuyo cuerpo fue encontrado el pasado miércoles en la playa de la Ribera. Esta fue la ciudad que marcó su destino final, un final inesperado, un final que terminó en una Ceuta que iba a ser trampolín para el pase a la Península y que lo ha atrapado para siempre. La
Funeraria Al-Qadr se ha encargado de todo. Ha tenido su despedida arropado por los rezos de unos pocos antes de su entierro en un lugar donde descansan ya decenas de jóvenes que se toparon con la muerte demasiado pronto, mientras luchaban por emprender una vida distinta, preñada de aspiraciones. En Sidi Embarek están los cuerpos de subsaharianos, argelinos y marroquíes fallecidos en mitad de periplos migratorios siempre extremos. Muertos ahogados tras naufragios de pateras o, como este caso, cuando cruzaba a
nado enfundado en un traje de neopreno.
Este sábado,
el mismo día en que se ha vuelto a recuperar el cadáver de un inmigrante se entierra a otro. Se da sepultura a quien, con poco más de 20 años según las estimaciones, fue atrapado por el mar y arrastrado hasta la céntrica playa de la Ribera. La Guardia Civil sigue trabajando en concretar su identidad, después de hallar un documento que se encuentra bajo estudio que podría ayudar a rehacer su historia. De momento se le ha dado sepultura sin identificación, como tantos otros hombres y mujeres que representan el eslabón perdido, el fracaso de las políticas migratorias y el drama de la frontera sur.
Tras los rezos ha sido enterrado en la única parte de Sidi Embarek que sigue ofreciendo espacio. Con el número 4179 se le ha dicho adiós. Muy cerca están enterrados otros jóvenes cuyas historias fueron recogidas en las crónicas migratorias de Ceuta: los tres subsaharianos ahogados en los isleros de Santa Catalina, el joven marroquí aplastado por un camión en el puerto… o los fallecidos en el terrible naufragio acontecido en las costas de San Amaro en 1998 y que marcó un antes y un después en la inmigración.