Trece menores marroquíes lograron cruzar este fin de semana el espigón del Tarajal aprovechando la niebla. Fueron muchos más los que lo intentaron. De hecho, los datos puramente objetivos que se registran en Ceuta no reflejan la envergadura de la situación real que en el ámbito migratorio se está produciendo.
A los que llegan y forman parte de las estadísticas oficiales se suman los cuantiosos intentos que nunca se narran, los que se producen todas las noches llevando a las fuerzas marroquíes a intervenir a pie de playa y a la Guardia Civil con sus unidades del Servicio Marítimo a evitar las entradas cruzando el espigón.
Los agentes les señalan dónde están las personas en el mar e intervienen, ya que Marruecos no saca sus embarcaciones con niebla, cayendo todo el peso de la intervención en plena frontera sur sobre el Instituto Armado.
Los grupos son numerosos, de hasta 30 a 40 personas unidas echándose al mar. A ellos se suma el goteo constante y reincidente todas las noches de niebla.
Lo que se ve en Ceuta es lo que llega, pero al otro lado de la frontera la situación es caótica, con decenas y decenas de personas echándose al agua todas las noches, convirtiendo su incursión en el mar en un auténtico suicidio. Lo que no vemos aquí se aprecia al otro lado.
Este lunes dos jóvenes fueron trasladados graves al hospital de Castillejos con síntomas de ahogamiento y Protección Civil seguía buscando a varios desaparecidos. Desde la noche del domingo las personas se asomaban a los miradores de las playas del norte viendo a los jóvenes, pero sobre todo a mucho menor echarse al agua.
Durante la madrugada la Guardia Civil, como lleva haciendo todas las noches, se reparten los roles de actuación coordinados entre agentes a pie de playa, los agentes que están en el mar, además de los búhos y el COS coordinando el intercambio de datos y las órdenes que deben darse.
Hoy, primera noche de Feria, y con la misma niebla de estos días previos, seguirán los intentos de cruce alentados además por la celebración de las fiestas patronales y la visión centrada en esas atracciones erigidas en pretendida vía de paso para huir.
No hacen falta redes organizadas, ni mafias, ni anuncios de modificación de la ley de extranjería. Los propios menores se informan entre sí: los que consiguieron su regularización hablan con los que aspiran a obtenerla, y a esto se suman los engaños, los bulos extendidos sobre todo a través de redes sociales de que a este lado del paso fronterizo todo son mejoras.
Los menores cruzan movidos por mentiras, sin conocimiento en muchos casos de sus padres.
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