Una trabajadora del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta (CETI) ha dado positivo en coronavirus, lo que ha llevado a que la dirección del centro ubicado en el Jaral haya adoptado medidas con las personas que han tenido contacto con la afectada. Esta mujer no ha tenido relación con inmigrantes, por lo que no se ha dispuesto ninguna medida de confinamiento en el centro ni de aislamiento de los internos. Sí que, en cambio, se ha procedido a aislar a ocho trabajadores que sí tuvieron contacto con la afectada y que de momento no presentan síntomas. Se trata, según han confirmado fuentes oficiales a El Faro de Ceuta, de personas pertenecientes a empresas que tienen contacto con el CETI y otras que son de oenegés. Desde la mañana de este mismo sábado permanecen en aislamiento.
La información del positivo ha sido confirmada a la dirección del centro, procediéndose a activar el protocolo rastreando los contactos aportados por la trabajadora para proceder a su aislamiento, al objeto de que no tengan a su vez más contactos con el resto del personal y de internos. Esta afectada no tenía vinculación con los residentes porque es una persona de riesgo, lo que ha evitado una situación adversa en el Jaral.
El CETI atraviesa hoy por hoy uno de los periodos de menor presencia ocupacional de inmigrantes y, sobre todo, de subsaharianos. Solo hay una treintena de este origen, ya que los demás son argelinos o marroquíes, abundando las familias lo que sí está generando conflictos por peleas entre miembros de estos grupos.
La rebaja ocupacional en un centro que de por sí dispone de 512 plazas posibilita que puedan cumplirse los protocolos de forma adecuada, después de que en periodos como el estado de alarma los riesgos fueran mayores. No obstante nunca se ha tenido que llegar a un aislamiento masivo de personas al no haberse dado contagios.
El CETI casi desocupado pero hay casi 200 marroquíes, argelinos pululando por toda Ceuta.
Y ya no hablemos de los MENAS por el puerto y por la calle mendigando, que deben ser más 200.
En la entrada del Carrefour la práctica de pedir dinero roza el acoso.