Como no tenemos problemas en Ceuta y en nuestra ciudad todo va viento en popa, abrimos nueva polémica: una corrida de toros goyesca. Ahí queda eso.
Todos los medios de comunicación recogen la noticia con un hervidero de opiniones para todos los gustos habidos y por haber.
Lo que comienza a ser un homenaje a la legión se convierte en una batalla de unos contra otros arguyendo cada uno de los puntos de vista tratados de cabo a rabo.
La empresa, que ha provocado una polvareda mediática con su anuncio de organizar una corrida de toros goyesca en Ceuta en homenaje a la Legión.
La Legión, que se desmarca del evento y en un sucinto comunicado expone que es “una iniciativa privada en la que no ha existido ninguna vinculación de la Comandancia General de Ceuta”.
El ayuntamiento, lavándose las manos en la legalidad de los plazos, ubicación, etc.
Y luego los políticos, en los que cada uno hace de su capa un sayo defendiendo y argumentando de acá para allá lo que le sale de los mismísimos.
Llevamos 27 años sin corridas de toros y nadie ha echado de menos estos festejos llamados “La fiesta nacional”.
Un paseo por la historia nos muestra los espectáculos tradicionales para el divertimento, celebraciones de eventos, efemérides, santos patrones o acontecimientos sucedidos en ningún lugar del tiempo.
Todos nos sorprenderíamos de lo que el ser humano es capaz de hacer: Irse con la merienda para contar las cabezas aguillotinadas, ver a los leones zamparse a los cristianos, rodear a la bruja o endemoniado que va a ser quemado para purificarlos como Dios manda, asistir a peleas de gallos apostando un dinerito, tirar a la cabra del campanario para ver si revienta y lo que dura viva, brincar para descabezar a un pato atado a una cuerda, las antorchas peregrinas de los toros embolaos, el toro de la Vega acorralado y lanceado en sus últimos estertores. Así, sin parar, estaríamos enumerando todas las lindezas que se nos han llegado a ocurrir.
Hacer un espectáculo del sufrimiento, poner en peligro la vida del diestro, arriesgar la seguridad de los mozos de los San Fermínes, invita a hacer un psicoanálisis de la sociedad.
Ceuta puede convertirse en un referente para frenar este tipo de espectáculo nada espectacular.
Miremos a Buñol y a su Tomatina. Nos metemos mil personas en el parque de perros y resolvemos nuestras cuitas a tomatazo limpio: todos cargados de tomates persiguiendo a un vecino, amigo, jefe, diputado de la asamblea, miembros del gobierno de la ciudad, autoridades y a todo quisqui que le vaya la marcha.
Veremos la catarsis y el buen rollo que se nos queda. Todos manchados de rojo hasta las orejas, todos muertos de risa, todos con el buen rollo después de la batalla, todos impolutos después de una buena ducha. Luego toca compartir cervezas; cantar, bailar y organizar comidas en los barrios en las que participe hasta el más pintado.
Y proponer el parque de perros como lugar idóneo reside en que el recinto será adecentado antes, y después quedará como los chorros de oro para que nuestros perros disfruten de la reconstrucción tomatesca.
Mira tú por dónde, otro problema solucionado aunque sea de carambola.
Y no olvidemos, que en estos menesteres hasta el rabo todo es toro. Que cada uno saque sus propias conclusiones.