Ahora toca la filtración de los WhatsApps de Pedro Sánchez y Ábalos.
Otro capítulo más se abre es la escena de la política española, otra arma de destrucción que utilizará el partido popular para echar a los leones al presidente del gobierno entrando como el caballo de Atila en la Moncloa, en el Senado, en el Congreso, en la prensa, en la opinión pública y en todo el mundo mundial.
Eso de hacer una oposición como mandan los cánones de la decencia se quedó en el camino.
La ley de protección de datos, el derecho a la intimidas, la custodia de material incautado por la policía siguiendo las órdenes de un juez...se vuelve a dinamitar.
Que levante la mano quien no haya escrito mensajes a un amigo, un familiar o quien sea que, sacado de contexto, podría dejarlo en bragas.
¿Qué es esto? ¿De qué vamos? ¿Estamos siendo víctimas de un gran hermano en el que todo bicho viviente me puede ver cagando, meando, en pelotas, escuchando todo lo que le cuento a un vecino o lo que pienso sobre alguien? ¿Sabemos lo que es un contexto, una situación concreta en el que el rigor del protocolo no cuenta para nada?
Se dicen de todo en el parlamento y lo vemos tan normal, todo vale, pero oímos lo mismo en un audio con otro tono y nos echamos las manos a la cabeza.
Ahora saldrán ristras de conversaciones privadas que seguiremos con más atención que la fumata blanca. Vende el morbo, el acorralar, el avergonzar a quien sea por una conversación que no debería tener ningún interés.
Ya queda prohibido charlar de nuestros jefes, de lo antipático que es fulano, de lo mal que me cae zutano, de lo que pienso de perengano.
Revisen sus móviles, hablen con códigos secretos, inventen lenguajes encriptados: las paredes oyen y por la boca muere el pez.
¿Debería dimitir un político si en un audio le dice a otro: el Rey es el tío más corrupto que ha parido madre, qué asco le tengo a Trump, me toca los cataplines Ayuso o cualquier lindeza?
Señor Feijóo haga públicos sus mensajes a cualquier miembro del partido, señores cardenales, digan lo que les parece el nuevo Santo Padre cuando se comunican con otro cardenal colega.
¿Qué dirá Sánchez de Puigdemont cuando platica telefónicamente con Pachi López? Pero luego se ven los dos y se dan besos en la boca.
A micrófono abierto Rajoy espetó: " el desfile de las fuerzas armadas es un coñazo" ¿Debería haber dimitido por decir lo que piensa en un desliz?
Los periodistas hacen bien en publicar estas lindezas pero de ahí a pedir una dimisión va a un trecho.
Y es que Feijóo es más puro que la virgen María.
Sería gracioso que se filtrara algún mensaje en el que el presidente del partido popular le dijera a un compañero de juerga qué piensa de Ayuso o de Mazón; ardería Troya.
José María Gil Robles pronunciaba un discurso en el Congreso en el año 1934. Desde lo alto del hemiciclo, en los bancos de la oposición, salió una voz que a grandes gritos señalaba: «Su Señoría es de los que todavía llevan calzoncillos de seda.
Risas, voces, griterío siguieron a este exabrupto. Gil Robles esperó a que las aguas volvieran a su cauce, miró al diputado que le había interrumpido y le replicó de forma tan fina y elegante como sólo él sabía hacer: «No sabía que su esposa fuera tan indiscreta».
Esta anécdota la cuenta Luís Carandel en su libro: "Se abre la sesión".
Lectores del cañonazo, os contaré un secreto: mis calzoncillos están estampados con la cara de Rocío Jurado, sé que vuestras amigas son unas tumbas.