Milton Friedman, ideólogo de la infausta Escuela Económica de Chicago, aseguraba que cualquier crisis era la mejor manera de cambiar las cosas... lo que no añadió es que, siguiendo sus dictámenes, siempre era para peor.
Además, afirmó textualmente que: “Sólo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica [de la Escuela Económica de Chicago]: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. Esto, en boca de quien apadrinó y llenó de contenido el golpe de estado de Pinochet, o nutrió intelectualmente las políticas ultraconservadoras de Thatcher, suena efectivamente a lo que es: una amenaza a lo público y a quienes menos tienen.
Estas crisis “reales o percibidas” (Friedman dixit) aparecen en la mayoría de las ocasiones de forma imprevista, y su brutalidad es tal que deja paralizada la capacidad de reacción de la ciudadanía. Ese es justamente el momento escogido para aplicar políticas que poco antes hubiesen sido impensables. Es lo que la escritora canadiense Naomi Klein denominó “La doctrina del shock”. ¿Por qué? Fácil de explicar. ¿Cuál sería nuestra capacidad de reacción tras recibir una descarga de electroshock? Obviamente, nula.
Y en esas podríamos estar.
El brutal incendio de Sierra Bermeja, en la provincia de Málaga, ha sido precisamente una de esas crisis.
Un bombero forestal muerto en acto de servicio (estamos esperando los reconocimientos pertinentes que se merecen él y su familia, por cierto, si bien el Ayuntamiento de Estepona ya le ha otorgado la medalla al mérito a título póstumo), un fuego devastador en grado sumo, unos asesinos provocando fuegos, unos medios de extinción de incendios muy por debajo de las necesidades, una política de prevención nefasta y unos dirigentes políticos que, sin lugar a dudas, han estado lejos de lo que supone debe ser un servidor público. A la vista está.
En Andalucía, los y las trabajadores del INFOCA (Plan de Prevención y Extinción de Incendios Forestales) son quienes llevan a cabo un trabajo impresionante en aras a proteger nuestros montes y bosques, o lo que viene a ser lo mismo, salvaguardar nuestros pulmones naturales. Los medios de los que dispone el INFOCA (es decir, los que los responsables de la Junta de Andalucía asignan a ese organismo con nuestro dinero) son, a todas luces, insuficientes, al tiempo que los trabajos tendentes a evitar que se produzcan incendios son manifiestamente mejorables (por ser generoso con el término). El resultado de esta nula prevención se ha podido comprobar, desgraciadamente, en Sierra Bermeja. A todo esto, hay que sumar que una parte importante de la plantilla del INFOCA es contratada de forma parcial.
La política empleada, en este preciso tema, muy bien podría asemejarse a la de un sistema de salud que no vacunase a la población contra el Covid19, pero que luego se deshiciese en lamentos por el alto número de hospitalizaciones. Ahora estamos en la parte de los lamentos, pero nadie quiere profundizar en el tema. Nadie parece querer evidenciar las carencias. Nadie quiere remediar nada. Sin embargo, sí resulta evidente que se quiere aplicar, aquí también, las tesis de Friedman en torno la crisis a la par que el catecismo del capitalismo más salvaje. Me explico.
Admitiendo que Sierra Bermeja es el paradigma de la “tormenta perfecta” y que se han reunido varios factores y elementos improbables cuyo resultado ha sido una catástrofe ecológica, me cabe una sola duda: ¿Es que dentro del plantel que dirige INFOCA nadie se ha parado a planificar una crisis de este tamaño?
Si la respuesta es que sí, se debe cesar a todo el que tenga alguna responsabilidad por no haber aplicado la susodicha planificación. Si es que no, si no se ha preparado un escenario teórico de esta clase, es que quienes dirigen políticamente el organismo son absolutamente ineptos e incompetentes en esta materia.
Lo cierto es que estas mujeres y hombres que se juegan la vida (como en el caso del bombero forestal Carlos Martínez, literalmente) contra el fuego han podido comprobar en estos días, con honda emoción, el firme apoyo de la ciudadanía en carreteras y pueblos por su trabajo diario contra el fuego, y en particular por el desarrollado en Sierra Bermeja. El amarillo INFOCA ha recibido desde la calle lo que no han fomentado los responsables de las instituciones: un sentido reconocimiento por su impresionante labor. Bravo.
Pero, ¿dónde está la referencia de Milton Friedman aquí? ¿Qué tiene que ver el incendio de Sierra Bermeja con la Doctrina del Shock? ¿Qué puntos de coincidencia tienen el concepto del capitalismo salvaje, con sus privatizaciones a ultranza (en la que se socializan las pérdidas pero se privatizan la ganancias), la catástrofe de Sierra Bermeja y el INFOCA?
Los vocablos “gastos”, “rentabilidad”, “déficit público” y “ajuste del presupuesto” se mezclan habilidosamente con “adecuación de la plantilla”, “voluntad política”, “consultoras independientes” y “externalizaciones” y se juntan para formar el combustible (utilizando el lenguaje de las bomberas forestales) que provoca irremediablemente la explosión de la desaparición de los servicios públicos.
Las vacaciones de las maestras, el mal servicio que se da en la sanidad pública o la incompetencia de las funcionarias en general son parte de la munición que generalmente se emplea para este menester. Y nosotras, claro, picamos. No falla. Nos tragamos que las profesoras viven muy bien con sus meses de vacaciones, que las funcionarias son todas unas vagas, que el personal sanitario es desagradable porque es fijo y no les importa los pacientes y que la solución está exclusivamente en el ámbito de la empresa privada que ellos sí que saben hacer las cosas. Lo de la precariedad, la calidad de los beneficios por encima de la calidad del servicio, eso es otra historia de la que no toca nunca hablar. Ni siquiera el atraco a mano armada de las empresas eléctricas nos da que pensar. No aprendemos.
El caso es que el presidente de la Junta de Andalucía, el popular Juanma Moreno, encargó a varias consultoras externas unos estudios por valor de 2,2 millones de euros que las centrales sindicales no dudaron en tildar de despilfarro ¿Es que tiene otro nombre?
Esos “estudios” fueron tajantes e instaron, como no, a suprimir gastos innecesarios. Lo público era de nuevo la víctima propiciatoria y, en esta ocasión, el INFOCA parecía irremediablemente sentenciado. Evidentemente, mantener a bomberas forestales es del todo superfluo porque no hay incendios todos los días y lo de Sierra Bermeja no deja de ser un hecho aislado, ¿verdad? Siguiendo ese razonamiento, ¿para qué mantener a una plantilla de tantas bomberas urbanas si la mayoría de los días no hay incendios importantes? La pregunta es tan estúpida que se contesta por sí sola. Pues la misma respuesta debería aplicarse a las bomberas forestales, en el remoto caso que nos diese por pensar alguna vez en estos temas.
En cuanto a las “famosas” auditorías, según aseguraba al diario Público el sindicalista de CGT, Javier Téllez (central sindical mayoritaria en INFOCA) “las auditorías siguen ahí. La consejera de Agricultura y Desarrollo Sostenible, Carmen Crespo, nos ha dicho que no va a haber despidos ni privatizaciones, pero queremos el compromiso público en el parlamento", aseguró. "De algún modo, está parado. Amenazamos con movilizaciones. Pero no sabemos hasta cuándo", afirmó. Y añadió "una auditoría que parte de la premisa inicial de que lo privado es más rentable que lo público no puede concluir otra cosa que la necesidad de privatizar los servicios públicos. Este discurso ya se ha demostrado como falso en otros ámbitos". Los otros dos sindicatos, CCOO y UGT, también coincidieron en tachar las auditorias de ideológica, que “apuntalan intereses privados”. Si es blanco, lo dan las vacas y va en botellas...
Obviamente, tras lo de Sierra Bermeja no era el momento político más oportuno para sacar a pasear la guillotina de lo público. Pero convencido estoy de que llegaremos a eso. En breve.
Así pues, nada de reforzar el sistema público, sino todo lo contrario. Doctrina del Shock por bandera se opta por la privatización. Los beneficios de las cuentas de resultados siguen primando sobre los beneficios de la comunidad. Dicho de otra forma: si hay dinero que perder, que lo perdamos las ciudadanas, pero si hay dinero que ganar, que se lo lleven las de siempre. Y si no, se lo damos a fondo perdido y aquí no ha pasado nada... como en Bankia, entre otros casos. Un clásico.
Así, los citados informes serían tajantes: hay demasiados gastos superfluos en la administración andaluza y el ahorro consistiría, básicamente y entre otras cosas, en liquidar el INFOCA para que su gestión pasase a manos privadas.
Sin embargo, hay que saber que la política de personal del INFOCA se basa en la temporalidad. Buena parte de las bomberas forestales son despedidas al finalizar la campaña, ingresan en el paro y, si hay suerte, son contratadas de nuevo cuando empieza la temporada de incendios forestales. Evidentemente, eso conlleva que no se tenga el personal necesario para llevar a cabo unas cruciales tareas de conservación y prevención en invierno que evitarían la propagación de los incendios en verano.
Al respecto, en su informe “Paisajes cortafuegos” la ONG conservacionista WWF es tajante: “Cada vez existe un mayor consenso técnico y científico sobre la necesidad de actuar para estar mejor preparados para el nuevo escenario de incendios extremos, y una mayor demanda social para la puesta en marcha de una ambiciosa política de prevención que ponga la gestión del territorio en primer plano: pasar de un modelo que prioriza las inversiones en avanzados dispositivos de extinción e ignora los efectos del calentamiento global y la acumulación de combustibles a otro que apuesta por promover paisajes resilientes, vivos, rentables y menos inflamables”.
Pero hay más contradicciones en todo esto. Si en lo que respecta a las bomberas urbanas, de manera lógica y acertada, se apuesta por una formación constante, en el caso de las bomberas forestales la precariedad laboral impide esa formación en unas profesionales que, de forma anónima, arriesgan su vida para salvaguardar la naturaleza. Nuestra naturaleza. Absolutamente incomprensible.
Cuando en breve pase la marea de simpatía por las bomberas forestales (eso dura lo que dura, acordémonos de los aplausos covid), cuando el [poco] recordado Carlos Martínez no sea ni tan siquiera un triste recuerdo del brutal incendio de Sierra Bermeja, mucho me temo que nos presentarán de nuevo un modelo de eficiencia de gestión en la que se abogará por “externalizar” un servicio del que nos dirán sólo sirve durante los meses de verano. Y todas tan felices de que, supuestamente, nuestras gobernantas vayan ahorrando dinero de las cuentas públicas. Pensar no parece que sea nuestro fuerte, no.
Para acallar las voces más rebeldes de las más veteranas, probablemente se llevarán a cabo bajas incentivadas y jugosas prejubilaciones. Otro clásico. Después nos presentarán miles de sesudos estudios “hiper ajustados” que, irremediablemente acabaremos aplaudiendo. Y ya aparecieron las tesis de Milton Friedman que no son otras que las de las poderosas. Fácil de entender.
Como siempre, usted sabrá lo que más le conviene pero los ejemplos se amontonan, las evidencias se entrelazan y la realidad es tenaz. El paradigma de estos tiburones de las finanzas siempre es el mismo: educación privada, sanidad privada y el resto de servicios públicos, también privatizados... incluido el Ejército. Aquí no se libra nadie. Usted se curará si tiene medios económicos, sus hijas irán a buen colegio si puede pagarlo y un largo etcétera tan evidente como palmario.
Defender al INFOCA es mucho más que posicionarse al lado de las bomberas forestales que no dudan en luchar contra las llamas con medios deficientes. Es infinitamente más que defender lo público. Es entender que las políticas ultraliberales lo sacrifican todo para lograr más ceros en las cuentas corrientes de los paraísos fiscales de las de siempre. Otra cosa es que nos decidamos a despojarnos de las anteojeras para verlo todo claro, esas que tenemos miedo de quitarnos para no encontrarnos con una verdad incómoda, en fin “la vida mamá, la vida...” como llegó a clamar acertadamente una famosa asesora del presidente Jefferson.
Está claro que no todos los devastadores incendios son como el de Sierra Bermeja, otros (los más) son más asesinos, más letales y con perversos visos de irreversibilidad, y utilizan sin remordimiento alguno todas las llamas del infierno para acabar con lo poco que nos queda. Avisadas estamos.
A modo de cierre, quizás convendría recordar las archiconocidas palabras del jefe indio Noah Sealth: “Cuando hayan cortado el último árbol, contaminado el último río y pescado el último pez, se darán cuenta de que el dinero no se puede comer. Así termina la vida, así empieza la supervivencia”.
Es tan evidente...
Nada más que añadir, Señoría.
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