La tienda de Francisco ubicada en la calle Marte de la barriada de Zurrón, en Ceuta, se suma al grupo de negocios de barrio que sobreviven a la oleada de cierres que se ha dado años atrás por la constante amenaza de las grandes superficies.
Francisco García hizo en abril 32 años de casado con su pequeña tiendecita. Trabajaba en la tabacalera por temporadas, lugar de trabajo de su padre, el mismo que animó a Francisco a empezar su propio negocio.
Ayudado por su padre pudo abrir la que se conoce como la tienda de Francisco, y no solo por su padre, pues cuenta que él tuvo mucha suerte con la apertura de su local ya que fue ayudado por todos los vecinos y salió adelante “muy bien”. “Debo agradecer mucho a los clientes”, explica.
Hay una frase muy tierna que siempre se repite en cada reportaje en el que una tienda de barrio es protagonista, y esta no iba a ser menos. “Mis clientes son familia, esto es lo que diferencia a una tienda como la mía de una gran superficie”, reconoce.
Virginia Jimena Bernal: “Mi hija echó los dientes en esta tienda. Cada vez que regresa a Ceuta viene a visitarla”
“Los grandes supermercados lo único que tienen es que puedes encontrar gran variedad de productos suyos y aquí puedes encontrar lo mismo pero de calidad”, completa.
“En cuanto a los precios no veo ninguna diferencia. Las tiendas de barrio tenemos mejores precios que los supermercados”, declara García.
Hay algo que hace únicas a las tiendas de barrio, y este pequeño empresario lo ha querido dejarlo claro. “Son las conversaciones con los clientes. Ese tiempo de desconexión que echan aquí les viene muy bien”.
Francisco compartió una anécdota un tanto graciosa (dependiendo de cómo se mire) vivida en su tienda hace ya más de 20 años.
“Un día, cuando todavía existían las pesetas vino una mujer con 10.000 pesetas metidas en la bata, a la hora de pagar no las encontraba y se me desmayó en la tienda. Tuve que lidiar con la situación como pude y, al final, las pesetas estaban dentro del pijama que traía debajo de la bata”.
Cuenta Francisco que todo se quedó en una anécdota graciosa, aunque se llevó un susto. Es algo que siempre recuerda, pasen los años que pasen.
Francisco es ceutí. De Zurrón desde los 2 añitos , tiene 54 años, está casado con la malagueña Virginia Jimena Bernal y tiene una hija de 21 años. Su mujer cuenta que su hija “echó los dientes en la tienda”, y que a pesar de estar en la península por estudios, cada vez que regresa a Ceuta lo primero que hace es venir a “su tienda”, lugar sagrado que no puede quedar fuera de su itinerario de visitas.
Francisco asegura que quiere mantener el negocio abierto hasta su jubilación, y si puede ser, un poquito antes, pues reconoce que “esto quema mucho psíquicamente por el hecho de tener que hacer muchas cuentas”.
“Hay que estar muy pendiente del negocio para estar 32 años como he estado yo”, admite.
En relación a la evolución del negocio reconoce que “antes se vendía bastante más. El tema está en que las personas que me compraban cuando yo empecé a trabajar tendrían 50 años y ahora tienen 80 u 85 y algunas ya se han ido de este mundo. Esas personas eran las que yo llamo fieles a las tiendas de comestibles”, rememora.
Respecto a los jóvenes dice que estas nuevas generaciones tienen otra mentalidad y que todo ha cambiado. “Comen más fuera de casa y precocinado, van más a las grandes superficies, piden comida a domicilio…”.
“Una mujer se desmayó en la tienda porque creía haber perdido 10.000 pesetas”
Una forma de vida diferente que terminará con todas las tiendas de barrio que todavía se mantienen vivas aunque colgando de un hilo.
La tienda de Francisco es otro tesoro de Ceuta escondido en lo más profundo de una de sus barriadas. Tiendas de toda una vida que merecen reconocimiento por mantenerse durante años en el mismo lugar, con la misma gente y con la misma intención que cuando llegaron: abastecer al barrio, a su familia.
Tal vez en un futuro las tiendas de barrio sean solo historia. La realidad es que cada vez quedan menos, muchas menos.
En el barrio de Zurrón solo quedan dos, y llevan siendo solo dos muchos años. Las tiendas han ido cerrando, ya sea por motivos económicos o por jubilaciones.
En un pasado una jubilación era el paso de un negocio de padre a hijo, hoy en día este suceso cada vez se ve menos. Los estudios u otros trabajos llaman más la atención de los jóvenes que el negocio en la barriada de papá o mamá.
Si llega el día en el que las tiendas de barrio desaparezcan, se llevarán consigo una gran parte de la historia de España.
Tras recorrer varios negocios escondidos en las calles más profundas de las barriadas de
Ceuta, hemos encontrado un patrón que se repite: la cercanía de la gente y las emociones
humanas.
Un local de barrio mantiene algo que un gran comercio nunca tendrá y eso es el calor humano, las risas, las historias, el día a día, los “chismes” y muchos otros aspectos referidos al cariño y al “de toda la vida”.
Cada comerciante destaca la importancia de la relación tienda-clientes con la vida de su empresa.
Y es que, sin saberlo, muchos clientes curan corazones.
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