Cuántas veces Ulises regresa a su amada Ítaca… Cuántas veces, nosotros, impregnados de su alma griega regresamos a nuestra Ítaca… Y, para nosotros -ya de sobra lo sabéis-, Ítaca, se nos acerca bajo el paisaje atlántico y mediterráneo de otra ciudad que a través de los siglos a dado en llamarse Ceuta…
Ítaca, alfa y omega de los viajes de Ulises… Ceuta, principio y fin de nuestra residencia aquí en la tierra, y de nuestros azaroso viaje a través de las horas que van marcando nuestro exiguo tiempo que ya un día quedó grabado en los astros…
El transbordador “Poeta López de Anglada” después de despedirse de los muelles de Algeciras, nos va acercado, una vez más, a la ciudad que un día nos vio nacer. Dejo la comodidad de sus amplios salones y subo las escaleras a las cubiertas. Traspasada la última puerta de acceso el escenario es grandioso, espectacular, yo diría, habitado por los azules imposibles de un cuadro impresionista de Vincent van Gogh. Luego, me asomo a las aguas profundas del Estrecho y, prisionero de esos azules, todo es inmensidad, plenitud, infinitud, inabarcabilidad... Todo es ilimitado, ancho, sin que la mirada tropiece con la angostura cercana del paisaje: a Poniente, las sierras altas del Atlas y la silueta sinuosa de la “Mujer Muerta” que cae a pico hasta más allá de las playas de Benzú, que, en un constante saludo, saludan las costas de Tarifa, su isla y su aguerrido faro como punto más meridional de Europa; a, Levante, la bahía de Algeciras y el faro de punta Europa de la roca de Gibraltar se despide en la estela blanca que deja el buque, mientras, en la proa, Ceuta, deja de ser un trazo blanquecino para ir conformando, recortada en la lejanía de destellos plateados y añiles, la silueta-imagen de una mujer soñada desde antes que los siglos pudiesen medirse en tiempo…
Hace años, estuve en estos buques navegando en esta línea del Estrecho a Ceuta y a Tánger, años de juventud donde todo, incluso el tiempo, pareciera que se aviene y principia nuevo, como pudieran allegarse las primeras rosas en primavera; sin embargo, el tiempo tiene su transito y, nuestras horas, se van tejiendo una a una, dos a dos, tres a tres… en una secuencia interminable, que, al cabo, conforman nuestra pequeña historia, nuestra imprevisible aventura de este viaje que un día, como Ulises, desde nuestra Ítaca-Ceuta, partimos a recorrer el mundo en busca del “conocimiento”…Y, que ahora, de regreso, tal vez derrotado en esta aventura de conocer el alma de las cosas, sentimos como un bálsamo benefactor, como un acaricia, la orilla tenue, suave, delicada, de tu litoral. ¡Oh, Ceuta, tu recuerdo, tu antiguo recuerdo en las tardes rojas de otros paisajes, yo añoré, también, el fuego de las encendidas amapolas de tus crepúsculos en llamas!…
Ya han pasado unas horas desde mi llegada a los muelles de la Estación Marítima. Ya hemos sentido la humedad y la “hogazón1” del “taro2” en el despunte del alba que, desde el litoral de la Bahía Sur, sube por la rocha3 y acantilados del “Recinto” para extenderse como un manto nebuloso por la ciudad. Toda Ceuta pareciera pintada de trazos blancos entre la negrura de terciopelo de la noche. La luna tiene apagado su candil y los astros, viajeros procelosos, han preferido no encender los suyos…
Estoy sentado en la Cafetería del Puente Almina 4,5, dónde desde hace unos años tenemos nuestra entrañable tertulia4; y, hoy, mi presencia es la novedad del día. Y, agotado el capítulo de los saludos, vamos -como siempre- desgranando los temas de actualidad o aquellos que alguien apunta deseoso que lo tratemos. Ni que decir tiene, que los temas de Ceuta son los más relevantes; y, a veces, los temas que recuerdan aquella Ceuta tan entrañable de nuestra niñez se llevan la palma entre los preferidos.
El tema más relevante de hoy versó sobre la pesca. Y ya sabemos que la pesca en nuestra ciudad fue una actividad importante con más de 100 pesqueros y 10 conserveras. Y, aquí, la tertulia, bulle como una cafetera de café puesta al fuego, Sí, aquí bulle la tertulia, porque algunos contertulios -buena parte de ellos-, son descendientes de aquellos almerienses de Cabo de Gata, que, al resguardo del trabajo del fondeo de la “almadraba” y posterior recogida de los atunes, se allegaron a nuestra capital al principio del siglo pasado. Y, los cabogateños son gente brava, acostumbrados a la pesca del “arda6” en las noches sin luna tras los destellos de plata de los cardúmenes de bonitos, melvas y caballas. ¡Ay, de caballas!... Y, con esta gente de la mar, son con los que me tengo que jugar cada día de mis vacaciones el cobre de la palabra, de la frase ingeniosa, de dejar pasar los buenos argumentos en un buen capotazo de torero de arte, para, a continuación, exponer los míos, cuando ya los noto confiados y a contrapié. Así somos de traicioneros…
Sí, es un arte esto de decir y desdecir; de dejar la palabra -como suspendida en el aire- para que cale mejor en la inteligencia de mis amigos; de alzar algo la voz en la vehemencia del momento -de mí dicen que soy “argo” vehemente-, para luego, dejar ir las frases en su fluir natural, tal como un río va camino de su desembocadura. Pongamos: “¡qué no, que no es así!”; “¡anda ya, pero qué sabrás tú!”; “¡qué lo acabo de leer!”; “¡qué lo he oído en la radio!”; “¡qué tú no entiendes de estas cosas!”; “¡qué no, qué no, que estás equivocado!”; “¡qué te equivocas!”; “¡qué de esto sé yo más que tú!”; “¡venga ya, qué lo cuentas mal!...”; y, decenas de frases semejantes que todos utilizamos de nuestro milenario castellano del que todos pretendemos escoger las mejores y más afortunados párrafos…
Y, en resumidas cuentas, ¿qué pretendemos, con este gusto por la tertulia? ¿Acaso dejar nuestra impronta, como conocedores del arte de la palabra?, ¿acaso, dejar constancia de que en un tiempo, nuestra existencia se sentía recogida, arremansada entre los límites del paisaje de un determinado lugar, ¿acaso pertenecer a un tiempo pretérito que ya de manera inexorable ha soltado amarras con el presente que nos toca vivir?. O, bien, por el contrario, nuestros deseos no sean tan pretenciosos y sólo deseemos sentir que la vida, como una novia de nuestra juventud, nos llegue con una sonrisa abierta, despreocupada, avasalladora, y nos entregue un beso, mas un beso enamorado de aquellos otros besos que ella nos fue entregando -de manera gratuita- a lo largo de tantos años…¡Ah!, sí, la vida nos hizo su ofrenda de besos, de caricias y de versos, y, nosotros, distraídos en otros menesteres, apenas nos dimos cuenta de ello…
Y, sumido en estas elucubraciones, no me he dado cuenta que mis amigos de tertulia acaban de llegar, de tal manera que: Cayetano, Jesús, Alejo, Salvador, Miguel, Gregorio y hoy también, Francisco López Amate, “El Kini”-descendiente de aquellos bravos pescadores de Cabo de Gata que emigraron al Estrecho principiando el siglo pasado-, se ha acercado para compartir un rato con nosotros, que, a decir verdad, ese rato se ha ido prolongando algo más para tornarse en asiduo de nuestra tertulia.
-¡Buenos días! -me apuntan- a lo que yo también les deseo otro ¡Buenos días!... Y el ritual de siempre, que ya no hay que pedirlo, porque Juan o las bonitas muchachas que nos atienden, saben de sobra que vamos de café…
Y, mirando a Cayetano -decano de este foro de la palabra- cual si estuviéramos en aquellas tertulias del final del siglo XIX y más tarde del siglo XX -llámese café Español, Suizo, Gijón o Pombo, etc., le pregunto: ¿Cayetano, de qué va a ir hoy, el día?... Cayetano, mirándome un tanto altivo me responde:
¡Muchacho -a veces me dice Manuel-, tú acabas de venir de “Cai”, así que ándate listo y expón lo que consideres oportuno, pero que no nos rompas la mañana con tus enredos y con tu vehemencia, que la brisa de poniente nos viene fresca!…
Y, a renglón seguido, comenzamos a tejer y a destejer la palabra cual si fuera un eco que fuera rebotando de roca en roca llevando nuestras reflexiones al campo de batalla de nuestras ideas y de nuestra inteligencia; sin embargo -yo diría-, que en nuestra tertulia, más que la inteligencia, lo que acostumbra a alzarse como verdadero y primigenio sentido, es el corazón, los sentimientos…
Y entre dimes y diretes, entre el recuerdo de aquellas cosas entrañables de nuestra ciudad, entre los sucesos del acontecer diario y alguna que otra licencia que nos permitimos, va transcurriendo el tiempo que nos hemos dado para descansar de la horas tan agitadas que ahora nos ha tocado vivir. Sí, efectivamente, nos hemos dado unas horas que, junto a una taza de buen café en esta Cafetería del Puente Almina, como una Arcadia perdida, el tiempo no transcurre, no pasa, no da curso a las manecillas de un reloj; sino que el tiempo se aquieta, y, como un amigo, nos permite que contemos las horas como antaño solía contarse, a saber: sin prisas…
__________________________________
(1)Hogazón o ahogazón: Agobio o ahogamiento producido por la niebla.
(2)Taro: Niebla
(3) Rocha: Pendiente de monte desbrozado o acantilado sin apenas vegetación.
(4)Tertulia I: El primer tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. El centro más importante era el Nuevo Café de Levante; desde los últimos años del siglo XIX hasta la guerra europea, este fue el centro de reunión de las tertulias más importante de Madrid, al que no dejaban de acudir tanto consagrados como jóvenes promesas y escritores caídos en el olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus obras y pensamientos. En palabras de Valle-Inclán, «el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».
En la ciudad universitaria de Salamanca, el Café Novelty hizo desde 1905 de punto de encuentro de la vida cultural de la ciudad, habitual ha sido la presencia de literatos en sus mesas, como Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Carmen Martín Gaite, Francisco Umbral, Torrente Ballester o Víctor García de la Concha.
En el madrileño Café de Fornos estaba una, de raíz muy antigua, que se conocía como la de Vital Aza, pasado Virgen de los Peligros, y allí se reunía una gavilla cosmopolita compuesta por artistas, escritores, actores y actrices, toreros, futbolistas. En el Café de Gato Negro, en la calle del Príncipe, junto al Teatro de la Comedia, Jacinto Benavente mantenía una tertulia modernista. Tenía techo bajo, escasa iluminación, grandes divanes y, al fondo, un postizo que por las noches se abría y comunicaba el Café con el Teatro.
Dos tertulias fueron rivales en promocionar la vanguardia artística a principios del siglo XX; Rafael Cansinos Assens tenía una itinerante que empezaba en el Café Colonial de Madrid, cerca a la Puerta del Sol, donde se daba cita un público variadísimo, en el que destacaba la presencia de pintores, artistas y poetas extranjeros llegados a España con la guerra de 1914; rival suya era la de Ramón Gómez de la Serna, en el antiguo Café y botillería de Pombo, en la calle Carretas; esta era acaso la más importante y seguida de Madrid y en su nacimiento se prohibió hablar de la guerra, sirviendo de refugio a todos aquellos que se hartaban en otros cafés donde sólo se hablaba de eso. Se establecía los sábados por la noche, después de la hora de cenar; en su viejo sótano se reunían incluso hasta las tres de la madrugada; pero había muchas otras.
José Ortega y Gasset tenía la suya en La Granja del Henar; en el Café Marfil, esquina Cedaceros, pasó Jacinto Benavente sus últimos días como tertuliano; en la calle Sevilla estaba el Café la Ballena Alegre, donde se reunieron entre otros José Antonio Primo de Rivera y su guardia falangista; en el Café León se daban tertulias de eruditos y periodistas. Al Café del Prado, en la calle del Prado, amplio, con espejos y veladores de mármol, acudieron a lo largo de su historia Gustavo Adolfo Bécquer, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo, Buñuel y Lorca, o el académico Melchor Fernández Almagro.
El Café Español era frecuentado por los hermanos Manuel y Antonio Machado; los del Café Europeo y Café Comercial se pasaron al Café Gijón, que tuvo fama desde principios de siglo; su influencia creció hasta alcanzar su punto culminante en la posguerra.
En la Cervecería de Correos comenzaron a reunirse los jóvenes poetas de la Generación del 27 y allí fue donde Lorca se citaba con los escritores y antiguos compañeros de la Residencia de Estudiantes; en el café Jorge Juan lideraba tertulia José Francés; en el café de Roma Gregorio Marañón y sus pupilos del Ateneo de Madrid preparaban proclamas contra la monarquía agonizante.
En la terraza del Gijón se podía ver frecuentemente a Federico García Lorca. A esta terraza y tertulia de Federico asistía el torero Ignacio Sánchez Mejías. En la terraza se podía ver a la exitosa actriz de la época Celia Gámez y en el interior del local a un joven Enrique Jardiel Poncela, a Agustín de Foxá y tantos otros. El Café era muy popular ya en 1934, a pesar de la fuerza de los cafés del centro de Madrid y de la Puerta del Sol.
En el Café Lyon se daban varias tertulias. La primera contaba con personajes como José Bergamín, Ignacio Sánchez Mejías y Melchor Fernández Almagro, entre otros; la segunda era llamada «tertulia del banco azul», pues estaba formada por hombres del Gobierno de la República; la tercera era la de Pittaluga, Guillermo de Torre, Obregón y Francisco Ayala, entre otros; por último, se congregaba a la noche una tertulia que dirigía de vez en cuando Ramón María del Valle-Inclán, con Anselmo Miguel Nieto, Salvador Pascual, Penagos...
El 14 de abril de 1931 muchos de los tertulianos se convirtieron en padres de la patria en el Senado o en el Congreso, es el caso de Manuel Azaña o José Calvo Sotelo. Tras la Guerra Civil se fundó la tertulia de Antonio Díaz-Cañabate y José María de Cossío en el Café Aquarium de Madrid, pero luego se trasladó al Café Kutz y por fin al Lyon d'Or, como cuenta en su Historia de una tertulia (1952) el escritor que le dio nombre.
Hacia 1955 se reunió en el Lyon la tertulia de los narradores de la generación de 1955 o del medio siglo, presididos por Antonio Rodríguez Moñino, que había sido expulsado de su cátedra por sus simpatías hacia la República. Allí se reunían Alfonso Sastre, Rafael Sánchez Ferlosio, e Ignacio Aldecoa, entre otros, que desde 1949 se reunían en la famosa tertulia del café Gambrinus, primero teatral y literaria, luego filosófica y por último artística.
En otros lugares de España proliferaron también las tertulias; fue famosa la tertulia del Rinconcillo en Granada, donde estuvo Federico García Lorca. Se encontraba en la Plaza de los Campos, en un café actualmente ocupado por el restaurante Chikito.
Últimamente prolifera el fenómeno de las tertulias radiofónicas que discuten la actualidad política; están formadas en su mayor parte por periodistas y suelen generar corrientes de opinión, por lo cual son muy temidas por los dirigentes políticos, quienes con frecuencia procuran controlarlas o contrarrestarlas con otras creadas por ellos.
(5) TertuliaII: Párrafo donde definimos a la tertulia en la 3ra.entrega y que gustara a David Domènech, estudioso de la tertulia del siglo XIX en Barcelona, a saber: “La tertulia es como un ser vivo y autónomo, algo, pongamos, como nuestra propia ciudad, que: se expande, se estira; se va, se aviene; se alarga, se contrae; se agranda, se achica; se perfila, se desvanece; se nombra, se olvida; se agita, se aquieta; se queda antigua, se moderniza; se muere, se aviva; aparece, desaparece… Se da término hoy, para retornar con más brío mañana, a la manera del “Ave Fénix”: de sus cenizas; y, de nuevo, se vuelve a repetir el proceso, con la monotonía y constancia -yo dijera- del sonido metálico de las campanadas de la Catedral que, el aire expande como una caricia sonora por el ámbito de la urbe, dando voz de recogimiento, de devoción, a la llamada de la oración”.
(6) Arda: Pesca sin luna, donde la luz de la fosforescencia de los cardúmenes en el agua del mar, denotan su presencia. Semeja que el mar arde.