La obra de Teresa Lascano
Para conocer bien su estilo y su forma de entender sus obras tenemos que volver a lo escrito por Sandra Bendayán donde nos relata que durante los años ochenta y noventa fue decisiva para el desarrollo de su trabajo en el campo de la pintura. De allí la preferencia por imágenes no representativas en gran parte de las series que integran la muestra. Sin embargo, en esta nueva etapa, diríamos “fotográfica”, muestra un mayor interés por el arte representativo que brinda amables imágenes provenientes de inesperadas situaciones captando el “instante” esencial, a través del cual nos pone en presencia de variadas imágenes provenientes de distintas áreas geográficas y motivos. Gracias a una multiplicación de actos creativos, surge Una noche de verano sin sueño, nueva etapa de su amplia producción en el campo de las Artes Visuales.
Esta obra, tan significativa para Teresa y que da el nombre a la muestra, tiene su origen en un conjunto de imágenes que en distintas oportunidades fueron tomadas con la cámara para registrar los imperceptibles efectos de luz y sombra que se observan durante el transcurso del día. Así surgieron las series Sombras y Reflejos (pintura) y Despertar con pinceles (fotografía y arte digital) permitiendo la acción de la cámara conservar y examinar las mínimas variaciones a través de imágenes secuenciales. De esta manera se destaca la temporalidad obtenida por la yuxtaposición de fragmentos del objeto, una cortina movida por el viento que muestra y oculta alternativamente lo que hay más allá de su presencia que separa el interior del exterior y que despierta la curiosidad de quien la observa cotidianamente, tal como ha sido en el caso de Teresa Lascano quien sigue atentamente con su cámara, los inesperados cambios que puede haber a su alrededor para poder transformarlos por acción de sus pinceles en imágenes donde intervienen la imaginación y la creatividad. En el caso particular de esta gigantografía, hay un registro de la representación del tiempo que transcurre entre la noche y las primeras horas del día. Las largas jornadas de vigilia no han obstaculizado la voluntad para centrarse en la tarea de fotógrafa y obtener la imagen que aquí vemos, de gran calidad y pureza estética. Basada en el instante esencial, esta imagen pone en evidencia la construcción que destaca su temporalidad obtenida a través de sucesivas instantáneas que luego de ser tratadas de original manera amplían el espectro de las visiones que podemos obtener de un objeto que caracterizado por sus simples contornos se enriquece con la luz y el movimiento. Teresa Lascano ha logrado rescatar una nueva identidad para el objeto a través de la oposición transparencia – opacidad y sintetizando en el mismo parte de su programa estético a la abstracción.
Uno de los cuadros es " Homenaje al pueblo de Ceuta", puerta de entrada al inmenso continente africano, el paso de diferentes civilizaciones a lo largo de la historia y las huellas que dejaron se une a una enriquecida geografía que invita a recorrerla y registrar un escenario pleno de motivos de tonalidades que van del castaño al bronce, del azul al verde intenso en sus abiertos espacios. Si Ceuta fue un polo de atracción para artistas de distintas épocas, hoy Teresa Lascano la registra en una amplia producción fotográfica que marcará sin duda, un hito en la memoria ceutí por la calidad artística de las mismas. Otra de las obras es "Homenaje a la Mujer Muerta (120 x 368,16 cm), de esta exótica tierra que Lascano visita con frecuencia rescata imágenes de la sensual sierra, que en horas del atardecer se convierte en la giganta dormida de sinuosas formas. Aquí la vemos liberada de su rol de vigía para entregarse a las especulaciones de una cámara lúcida.
Poética del aire y la luz
Las atmósferas concitan la sensibilidad desde épocas ancestrales, escribe Miguel Ángel Rodríguez, donde nos explica que esta artista argentina, Teresa Lascano, en esta nueva muestra en el Museo de Ceuta, se sumerge en las atmósferas, especialmente en aquellas que se experimentan en las ciudades. Se trata de un conjunto de obras basadas en el registro fotográfico de diversos espacios urbanos de Marruecos, España y Argentina. Su imagen, que en los últimos tiempos asocia pintura con fotografía, en esta oportunidad se concentra en las posibilidades que ofrece la toma de la cámara cuando se traslada a la pantalla del ordenador y de allí al soporte impreso. La sofisticación de las nuevas tecnologías no desmerece la exquisitez de una percepción obsesionada por los sutiles recorridos de la luz o las consistencias frágiles del aire que respiramos. Por el contrario, la condición sempiterna de lo atmosférico, su densidad incorpórea, cobran una vida diferente. Y la luz, que es una de las cuestiones medulares del arte, recupera su ontología despojada, su particular esencia que posibilita la visión.
En este mundo visual recuperado por Teresa, los ambientes y situaciones urbanos se intercalan con formas emparentadas a los mándalas. Emergen transparencias que permiten pensar en superposiciones y desplazamientos, en fin: aparecen aires flotantes que dialogan con luces suspendidas y configuran un imaginario de péndolas cuya apariencia rememora los universos pictóricos que caracterizan la obra de la autora. Hace unos años accedí a uno de sus libros de artista, que pertenece a la serie de trabajos denominado “De papirolas y mándalas”. En esa oportunidad, Lascano me contó que de niña era aficionada a observar a través del microscopio de su padre, que era uno de los científicos que colaboró en las investigaciones del Dr. B. Houssay (Premio Nobel de Medicina y Fisiología, 1947). Esas formas escudriñadas quedaron en algún sitio más allá de sus retinas, y constituyeron algo de la génesis de ciertas geometrías localizables en sus pinturas, fotografías y papeles troquelados. En otra oportunidad, y mientras transitábamos por un barrio de la ciudad de Buenos Aires, ella misma me relató que en su infancia le fascinaba cierta luz que, tras ser proyectada por los faros de los automóviles, atravesaba las persianas de las ventanas para después convertirse en intrigantes líneas que recorrían la pared. Aquellas visiones en el microscopio y estas luces danzantes definieron parte de su imaginario visual. En esta muestra Teresa recupera aquellos momentos de observación e incertidumbre; regresa a la infancia y revive la poética del aire y de la luz, concluye con éstas palabras la definición de su por parte de Miguel Ángel Rodríguez.
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