Intento hurgar entre las paredes del palacio de la Diosa Fortuna, pero por mucho que palpo las mismas, nunca consigo encontrar, ese secreto, que me pueda encumbrar y estar dentro de los que componen la comuna de las riquezas.
Mira que todos los días compro ese cupón sito, que es “la ilusión de todos los días", pero aunque busque ese número que he soñado, o que lo ha hecho otro por mí, pero sigo sin probar la miel de ese gusto tan dulce como es que te toque algo fuerte.
Bueno ni fuerte, ni nada de nada, por eso cuando me sonríe la "luz", y me devuelven el dinero invertido, me pongo de un subidón, que es una exhibición. Y siempre me digo: "Si estoy así de eufórico por este menester, como será el día que tenga que cambiar de barrio".
Pero los refranes de mi querido padre, me siguen rondando y puedo repetir esa transmisión verbal de varios refugios donde la gente trabajadora se resguardaban de su pesar, en un mundo que lo fundamental era la salud y tener un trabajo para poder llevar el pan a casa cada día.
"Pico y repico, quien nace para pobre, no puede ser rico".
U otro que nos hace ser un poco ahorrativos: "un céntimo es la base de una gran fortuna".
Y así transcurre nuestra vida, entre ilusión, ganas, refranes, y palos, que nos hacen ser siempre chicos tranquilos, pensativos y optimistas para un futuro que, según dicen será mejor. Esperemos que después del paso de tantos y tantos sea un "barrunto" de que la suerte venga con nosotros y no nos deje de lado, como nos tiene acostumbrado.
Yo por si acaso exploro en mis bolsillos, llenos de papeles y recibos, para buscar unas monedas que se puedan convertir en "los panes y los peces", que aunque fuera un milagro, pero lo que estoy sugiriendo tampoco se desvía mucho de esos rezos que hacemos para que esa papeleta se transforme en el futuro en un soporte de felicidad para nosotros.
Un principio del reparto equilibrado de la riqueza.