Todas las semanas, a las siete y media de la mañana, uno o varios días se realiza la tradicional subasta de pescado en la lonja de Ceuta. Se hace de una forma ya extinta en casi todos los lugares en los que se lleva a cabo.
Y es que esa subasta es en pesetas y los pujadores, que conviven con ello, transmiten la intención de aumentar la puja a través de gestos y miradas, un verdadero acontecimiento que todos deberían presenciar una vez en la vida antes de que esta práctica se pierda también en nuestra ciudad.
En este recorrido nos han acompañado Juan Manuel Sánchez, subastador de los pescados que entran en la lonja y secretario de la cofradía de pescadores; Carlos Ramírez, propietario del Violeta 3, armador, patrón y pujador. También lo han hecho José Cernadas, pescador de la Almadraba y Abdeselam Bumedian, pujador procedente del puesto nº 14 del Mercado Central.
A las siete de la mañana, cuando todavía el sol no ha salido, el subastador ya prepara el tinglado para la subasta y los pujadores van llegando con sus vehículos para transportar posteriormente el pescado a sus respectivos negocios.
La imagen que deja el comienzo de esta subasta tiene cierto poso de tradición, como si fuera Navidad y tocara estar junto a toda la familia alrededor de la mesa para comenzar a cantar los villancicos que desde pequeños nos inculcan.
“Seis cien, cuatro cien, diez mil, diez mil quinien, trece mil cien”, son las cifras que se pueden escuchar al comienzo de esta subasta con cada tipo de pescado.
“Hacemos levantá en la Almadraba, en los bidones que llevamos a bordo echamos nieve, vienen frescos hasta aquí. Por la mañana a las cinco y media los sacamos y volvemos a echar hielo hasta que llegan los compradores a las 07:30 horas y se los llevan”, informa José Cernada, pescador en la Almadraba.
“Casi siempre viene vivo, por no decir siempre, se mata en nieve y la subasta es al día siguiente”, añade Carlos Ramírez, patrón y pujador.
Según Abdeselam Bumedian, el día anterior envían un mensaje desde la organización de la subasta a todos los pujadores a través de WhatsApp para informar sobre la cantidad de pescado y el género.
“Hacemos la recepción del pescado que viene de los barcos por la tarde o por la noche, lo metemos en cámaras frigoríficas para que por la mañana sobre las 07:30 horas podamos iniciarla”, informa Sánchez, el subastador de la lonja.
Son las pescaderías del Mercado Central, de Hadú y en menor proporción los restaurantes, los que acuden a la lonja para participar en esta tradicional subasta de pescado.
Según Sánchez, se clasifica por especies y tamaños y tras su finalización se da comienzo a la subasta.
“Es peculiar porque se hace en pesetas, algo bonito y tradicional”, relata Ramírez en relación a la subasta.
Abdeselam Bumedian no duda en afirmar que “la gente ya está acostumbrada a las pesetas y así se ha quedado, el único sitio en el que se mantiene esta tradición es aquí en Ceuta, creo yo”.
El gran entendedor, el subastador, se refiere al oficio de la subasta como un trabajo “fácil”. “Yo le pongo un precio estimativo, siempre intento ponerlo por debajo del precio real porque las subastas normalmente se hacían de arriba hacia abajo en otros puntos de España, pero nosotros lo hacemos al revés”.
La forma de comunicación entre subastador y pujadores también es un tanto peculiar. “Lo hacen mediante señales, guiños, otros levantan el dedo, otros mueven la cabeza y vamos subiendo hasta que se queda en un precio fijo”.
“También tienes que tener un poco de picardía, en las pujas debes calcular al euro rápidamente por si se lo tienes que endosar a alguien. Tampoco puedes comprarlo todo porque hay gente que te sube constantemente y te arriesgas a perder dinero. Cuando yo era más jovencillo pegué aquí algún batacazo peligroso”, confiesa Carlos Ramírez.
A pesar de estas subidas, por regla general, entre subastadores intentan ayudarse y todos conocen bien los precios del pescado de la lonja, por lo que, según Ramírez, no suelen pisarse.
“Llevamos muchos años juntos aquí y todos nos conocemos, pero siempre está el pique, porque a lo mejor a dos les interesa el mismo tipo de pescado y uno se lo quita al otro, ese uno se mosquea porque lo necesita para encargos, entonces otro día uno se lo sube mucho a otro y no le renta. Entonces siempre está el pique, pero es un pique sano”, asegura Sánchez.
Carlos Ramírez no titubeó en admitir que en esta jornada había pujado más para “que otro gastara más”, al igual que le habían subido la puja a él para que hiciera lo mismo.
“Sé los márgenes que tengo, a lo mejor gano menos y tal, pero sé cómo no perder, por así decirlo”, traslada.
La tensión que se vive en el desarrollo de la subasta es palpable. Cada gesto y cada mirada cuentan y todos deben estar atentos para que no les escape absolutamente nada.
El momento en el que una puja ha llegado a su fin es tan sutil que apenas se percibe quién ha sido el ganador, pues es imposible detectarlo a no ser que estés dentro y entiendas ese lenguaje único de la lonja.
Una vez ya está todo el pescado vendido, y nunca mejor dicho, “la misión de la cofradía”, un trabajo posterior que debe realizar el subastador, “es avisar al veterinario del pescado que ha entrado en la subasta y a los puestos a donde va”.
“El pescado que hemos subastado esta mañana procede de la Almadrabeta de Ceuta, una empresa compuesta por unos 20 trabajadores de los cuales hay 4 buzos y 15 trabajadores. El 99% del pescado que entra en la lonja viene de allí”, narra Sánchez.
El 1% restante del pescado que llega a los mercados procede de “un par de barquitos de artes menores”, añade.
Carlos Ramírez es pujador y patrón de su propio barco, el ‘Violeta 3’, que se encontraba en chapa y pintura en el momento de la subasta. “Es de artes menores que son trasmallo, palangre y nasa. En mi caso, pesco a trasmallo y más adelante a lo mejor meteré palangre”.
También hay “algún barquito de cerco para pescar jureles, boquerones, sardinas, caballas, que exigen una mayor tripulación al ser de mayor tamaño”, indica Ramírez.
José Cernadas apoya la información emitida por Ramírez, añadiendo que “también se pescan peces volaores y poco más”.
Juan Manuel Sánchez, subastador y secretario de la cofradía de pescadores, señala que “la Almadraba ya no existe como tal, se llama Almadrabeta, pues la primera, se perdió en la ciudad al ser un arte mayor. Lo que hay ahora es un arte pequeñito llamado Almadrabeta”.
“El sector está muy en declive. Solamente la Almadrabeta y tres barcos salen a pescar. Estos últimos suelen recoger salmonetitos, rascacios… y este pescado entra más tarde a la lonja, sobre las 10:00 horas y no pasa por la subasta, va directo al mercado”.
Abdeselam Bumedian asegura que “cada vez hay menos pesqueras”. Antiguamente, la flota que salía a pescar para los negocios de Ceuta estaba compuesta por una mayor cantidad de barcos y trabajadores.
También hace referencia la disminución de la cantidad de pescado. “La mar se está quedando seca poco a poco. Generalmente, aquí hay pez limón, bonito, jureles, depende de cada día”.
Cuenta Bumedian que una vez finalizada la subasta y con todo el pescado repartido, el último empujón es cargar el género en la furgoneta para trasladarlo hasta el mercado, donde se reparte, se limpia y se corta hasta que el establecimiento abre sus puertas al público.
Una vez el pescado ha sido vendido en el mercado o los distintos negocios de Ceuta, según Carlos Ramírez, las ganancias obtenidas rondan en torno al 30 o 50% del coste inicial en subasta.
“Aquí hay una armonía única, quedamos muy pocos, desgraciadamente, pero los poquitos que estamos somos una gran familia; y muy contento la verdad”, expresaba con emoción Ramírez, el pujador más joven de la lonja.
Las risas no faltan, ni las bromas, tampoco las miradas cómplices o la energía a pesar del madrugón que estos trabajadores de la mar deben pegarse para asistir a la lonja.
Mientras la subasta toma vida con la oscuridad de las 07:30 horas, el sol aparece y va alumbrando todo afuera, cuando se da fin a la subasta, los pujadores se dan la vuelta y se encuentran con el sol de cara.
Es como si ese momento en el que se produce la subasta supusiera el comienzo del día, un nuevo amanecer, cada día uno distinto, pero vivido desde un lugar en el que, aunque pasen los años, allí dentro nada cambia.
La tradición es bonita y para el que lo presencia, una gozada, pero Juan Manuel Sánchez, encargado de la subasta quiere aclarar que “a pesar del lado bonito, que lo tiene, esto continúa así porque nadie se ha preocupado en modernizarlo”.
“En Andalucía, ha habido quien se ha preocupado de coger fondos europeos y adaptar las lonjas a lo que marca la reglamentación, gente sentada realizando la subasta a través de un mando. A voz ya no se ve casi en ningún lado”, explica.
Sánchez reitera que en Ceuta “nos adaptamos a lo que tenemos y lo que tenemos es esto. Por eso continuamos vendiendo a voz, no es porque yo quiera o sea muy bonito es porque no hay otra cosa. Y como dice el presidente del Gobierno, de la necesidad se hace virtud”.
De esta manera concluye este gratificante recorrido por la subasta del pescado en la lonja Juan Manuel Sánchez, el subastador y secretario de la cofradía de pescadores.
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