En los ecosistemas urbanos se produce un doble proceso de entrada y salida de todo tipo de materias líquidas, sólidas y gaseosas. El sobreconsumo y la sobrepoblación son dos de los factores que más influyen en el volumen y diversidad de los residuos generados en las ciudades. Se trata de un proceso lineal en el que las inputs de recursos se transforman en outputs de aguas negras, basuras y gases contaminantes. En la naturaleza este proceso no es lineal, sino circular. Todos recordamos, o deberíamos hacerlo, aquella lección de la asignatura de ciencias naturales en la que nos explicaban el ciclo integral de agua. Este modelo ideal es generalmente alterado por el ser humano. Las aguas procedentes de la lluvia son almacenadas en embalses y luego distribuida por una compleja red de distribución hasta llegar a nuestras casas. Previamente son tratadas para clorificarlas y eliminar posibles agentes patógenos. En Ceuta todo el proceso se complica, ya que el fuerte desequilibrio entre la capacidad de nuestros embalses y la demanda de agua es compensado con la producción de este recurso hídrico en la planta desalinizadora. Esta artificialización de la generación de agua tiene un alto coste ecológico y económico. Es mucha la cantidad de energía que requiere esta planta para funcionar, generando un incremento de la emisión de gases efecto invernadero. No hay que olvidar el vertido de salmuera asociada a la desalinización del agua marina. Este vertido, aunque controlado, es inevitable que provoque alteraciones en el medio marino.
Estando el ciclo del agua tan antropizado es normal que las redes de distribución y saneamiento requieran un constante mantenimiento. Sin embargo, tales inversiones no suelen estar entre las prioridades de las autoridades políticas. Entre gastarse una importante cantidad de dinero en levantar las calles y meter tubos nuevos y abordar una intervención urbana resultante en el centro urbano los políticos lo tienen claro. Vivimos inmersos en una constante campaña electoral. Las apariencias son mucho más importantes que lo real. Vestimos caros ropajes y complementos urbanos (farolas, plantas ornamentales, etc…) que cubren un cuerpo urbano podrido por dentro. Las arterias que llevan el agua limpia a todos los rincones de Ceuta están en tal mal estado que las fugas son cuantiosas. El estado de la red de distribución llegó a ser tan precario que las pérdidas rozaron el 60%. Después de algunas inversiones se ha conseguido reducirlas a una cifra que supera por poco el 40 %. Bien es cierto que una parte de estas pérdidas no se deben a la situación de la red de distribución, sino al significativo porcentaje de personas que por una u otra causa no pagan sus recibos del agua o mantienen tomas ilegales.
Respecto a las “venas” que canalizan las aguas que han pasado por nuestros hogares, industrias o comercios y han sido contaminadas la situación no es menos preocupante. Obligados por la Unión Europea, y con un gran retraso, Ceuta se dotó de una planta de tratamiento de las aguas residuales. Por fin contamos con unos “riñones” que limpian las aguas antes de devolverlas al mar, pero el sistema venoso sigue siendo claramente deficiente. De poco vale una EDAR si las aguas negras que debe tratar se pierden por el camino y siguen contaminando los ecosistemas marinos. Sería un dato relevante el conocer el volumen de aguas residuales tratadas en la EDAR y compararlo con el de las aguas introducidas en la red de distribución.
Uno de los principales problemas en materia de tratamiento de aguas residuales es el de los barrios o núcleos urbanos que carecen de red de saneamiento o la que tienen es tercemundista. El caso más preocupante es el de la barriada del Príncipe Alfonso. Roza ya lo escandaloso y ridículo el permanente anuncio de los nueve o diez millones de euros que llevan años prometiendo para dotar a esta populosa barriada de una adecuada red de saneamiento. Cualquier persona sensata entiende que no debe ser fácil diseñar y acometer una actuación de esta envergadura en una barriada que ha crecido sin una mínima planificación urbana. Lo lógico hubiera sido primero urbanizar este espacio, trazar las calles y dotarlo de los servicios de agua, saneamiento y luz. Pero no podemos cambiar el pasado. En todas las ciudades se han generado barrios al margen de las normativas urbanísticas. Sólo nos queda intervenir en ellos y dotarlos, al menos, de los medios básicos que garanticen la salubridad de estas barriadas.
La circunstancia actual es que las aguas residuales que genera la populosa barriada del Príncipe Alfonso se vierten en las vaguadas que rodean a este núcleo urbano o son recogidas de manera precaria en la parte baja de Arcos Quebrados. Esta precariedad es la que explica los continuos vertidos de aguas residuales en la cercana playa de la Almadraba. Este hecho no suele trascender a los medios de comunicación, excepto cuando los vertidos son de una naturaleza extraordinaria. Esto fue precisamente lo que sucedió el día de la fiesta del Sacrificio. Las aguas se tiñeron de sangre y la estampa resultó dantesca. Las autoridades medioambientales tuvieron que actuar para contener este foco de contaminación y que no afectara a la salubridad de los usuarios de la playa. Sobre este hecho caben hacer dos reflexiones: la primera, la necesidad u obligación de cumplir las normativas sanitarias y ambientales que prohíben el vertido en la red de saneamiento de sustancias contaminantes, sanitarias o biológicas. Las tradiciones religiosas deben adaptarse a las leyes medioambientales y de salud pública. Hay que reconocer que se han avanzado mucho en este aspecto en Ceuta con la instalación de carpas habilitadas en el espacio urbano y con la organización de un sistema de recogida de los desechos de vísceras y otras partes no aprovechadas para el consumo humano, pero aún queda un largo camino por recorrer. Por desgracia sigue ocurriendo que las bolsas con restos de animales aparezcan junto a los contenedores de basura orgánica o en lugares no habilitados.
Después de lo ocurrido en la playa de la Almadraba habrá que diseñar y ejecutar un plan para la recogida de las aguas con restos biológicos durante la jornada de la fiesta del Sacrificio. No será fácil lograrlo. Si les soy sincero no se me ocurre una manera de conseguirlo que sea asequible y viable. Habrá que confiar en el conocimiento y experiencia de los técnicos municipales del área de salud pública. Seguro que encuentran una solución satisfactoria.
La segunda cuestión relacionada con los hechos que venimos comentando es la urgente necesidad de acometer, de una vez por toda, el proyecto de instalación y mejora de la red de saneamiento en la barriada del Príncipe Alfonso. No es de recibo que en pleno siglo XXI un núcleo urbano de las dimensiones y densidad de ocupación del Príncipe carezca de algo tan básico como un sistema de canalización de aguas negras. Estamos hablando de una infraestructura de primera necesidad de la que depende la salud y el bienestar de muchos ciudadanos y la evitación de la contaminación de los suelos y las aguas marinas. Es algo mucho más urgente que remodelar una Gran Vía que estaba en perfecto estado