El servicio de control de fronteras llevado a cabo por la Guardia Civil en Ceuta está considerado como el más penoso, fatigado y arriesgado en el catálogo de puestos.
A la situación extrema que se registra a diario en la valla, con patrullas unipersonales y carencia de efectivos, se suma la presión constante sobre los espigones de la que no habla el Ministerio del Interior porque, de hacerlo, supondría el más claro reconocimiento del fracaso de las políticas del ministro Fernando Grande-Marlaska.
El último balance apadrinado por el exjuez recogía 134 entradas de inmigrantes en los últimos 15 días del mes de julio. Esa es la cifra oficial, pero no la verdadera porque falta contar la parte más importante del trabajo de los guardias civiles en materia de inmigración.
En todo ese mes se han registrado alrededor de 3.000 intentos de entrada a nado a los que hay que sumar los ocurridos en el vallado. Nunca antes se había producido una presión de esta envergadura. No hay día en el que adultos y menores descarten echarse al mar para cruzar a Ceuta.
Con más o menos presión, los intentos de cruce por la ruta del espigón están a la misma altura que los que se sucedían hace unos años en el vallado.
La diferencia es que los segundos salían en los medios nacionales por eso de que la valla ‘vende’ o impacta mediáticamente, mientras que de los primeros ni siquiera se hace referencia aun siendo más peligrosos.
El pasado 18 de julio la Guardia Civil sacaba del mar a una argelina enfundada en traje de neopreno. Estaba embarazada de 32 semanas y tuvo que ser trasladada urgentemente al hospital.
Sin duda ha sido uno de los servicios más peligrosos, más duros e impactantes a los que se han enfrentado los agentes, pero no salió en ningún medio, tampoco ha motivado una reseña, una referencia mínima entre las autoridades del Gobierno de España.
¿Cómo pudo echarse al mar desde Marruecos para bordear el espigón sin encontrar veto alguno? Lo hizo y no fue hasta que la Guardia Civil la sacó del agua cuando se percibió la gravedad de lo ocurrido.
Menores con casos graves de hipotermias se mezclan con rescates complicados marcados por la niebla en donde no se ve absolutamente nada y son los gritos de estas personas y el aporte informativo que da el equipo de cámaras térmicas los que sirven de pauta para librarlos de una muerte segura.
Todos los días hay casos sangrantes. Unos más, otros menos, pero a diario los agentes operativos en la frontera sur se enfrentan a situaciones que desbordan cualquier previsión y que sitúan a Ceuta en uno de los escenarios más duros de la inmigración.
Esos servicios no salen en las estadísticas oficiales, no cuentan en el balance publicado por el Ministerio. Y lo que no se cuenta parece que no existe, pero sucede en la frontera sur, una de las líneas de mayor presión con noches en los que hay hasta 200 personas en el mar y balances mensuales de 3.000 intentos. Una auténtica barbaridad.
Hay casos en los que se ha interceptado a la misma persona hasta en 10 ocasiones, es un no parar. El que no consigue el cruce una vez lo seguirá repitiendo.
A todo esto, se suman los múltiples casos de desaparecidos encarnados en esas voces que dejan de escucharse o esos nadadores que al ver a los agentes se sumergen en el agua y ya no se ven más. Algunas veces sus fotos y nombres se publican, otras ni eso.
Los nadadores son en su mayoría de Marruecos y Argelia. La costa marroquí deja claros vacíos en su control. De hecho, el Servicio Marítimo entra constantemente en aguas del país vecino para salvar vidas.
Los inmigrantes siempre salen de los mismos puntos, no hay factor sorpresa, pero Marruecos sigue sin controlar toda su costa a pesar de conocer esta información perfectamente. En esas salidas los nadadores se abren tanto para no ser vistos que terminan ahogándose o desapareciendo, entregándose a las corrientes marinas que pueden conducir sus cuerpos hasta Argelia, como ha habido ya varios casos.
La Guardia Civil señaliza con láser dónde están los inmigrantes, pero en noches de niebla las embarcaciones marroquíes tampoco salen. Es el Servicio Marítimo el que tiene que intervenir engordando unas estadísticas que no son recogidas por lo que pasan a formar parte de ese limbo que no será reconocido en ninguna información oficial.
Embarcaciones cargadas con decenas y decenas de adultos y menores, otras que rastrean zonas ayudados de la información que aportan las cámaras térmicas… Así muchas de las noches y con niebla más.
Hay ocasiones en las que la Marina marroquí ni siquiera colabora con el Marítimo. El libro de las verdades queda en las conciencias de los guardias civiles que tienen que prestar servicios en los espigones, así como en las novedades que recoge el COS como “intentos” pero que nunca integrarán el parte de “realidades” aunque lo sean.
El goteo es constante. La mayoría de los intentos son interceptados en el mar por el Instituto Armado que evita que esas entradas queden recogidas en las estadísticas. A eso hay que añadir los que entran sin ser vistos. Números constantes que no se ponen encima de la mesa del debate político.
La ciudadanía se queda con el impacto de un salto masivo, pero tiene mucha más envergadura el goteo constante de cada noche, mañana y tarde, a diario.
La falta de personal para hacer frente a esta situación es un hecho constatado, aunque no reconocido de manera oficial.
La costa no está vigilada por suficiente número de agentes. Los que integran el equipo que todas las noches vigila los espigones son insuficientes. Llega a ser tal la presión que, por muchas patrullas dispuestas a pie de playa, otras en el mar, el COS controlando y los búhos aportando una información valiosa, no se alcanza a controlar lo que llega.
Y de eso ha sido testigo FaroTV varias noches de niebla en las que todos los efectivos coordinados eran insuficientes para atender periodos críticos con decenas y decenas de personas en el mar mientras otras intentaban sortear la valla.
¿Qué consecuencias directas tiene esto sobre los agentes? A la falta de personal se le suman casos de agresiones o accidentes derivados directamente de esta problemática. Esta misma semana un guardia civil sufría rotura de tibia durante la contención de un inmigrante marroquí que iba a ser devuelto a Marruecos.
El sin papeles forcejeó con otro miembro del Instituto Armado para evitar ser entregado a la Policía marroquí, ambos terminaron cayendo sobre otro agente que sufrió la fractura.
Ese daño colateral es producto de una situación complicada, aunque no se haya producido una agresión directa como en otros casos.
Algunos de los que acceden a la ciudad tienen órdenes de busca y captura cursadas por el país vecino, si son interceptados evitan a toda costa su entrega de ahí estos comportamientos.
En verano la falta de efectivos es aún más sangrante. Ha habido casos en los que una sola patrulla traslada a entre 8 y 10 rescatados. A eso se suman las patrullas unipersonales en la valla tan denunciadas por asociaciones como la AEGC en un panorama bien alejado de aquellos tiempos en los que todas las garitas estaban montadas y las patrullas eran dobles contando con refuerzos de alumnos en prácticas.
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