Se organizaron simulacros para saber cómo reaccionar ante situaciones de riesgo. Situaciones de riesgo o también de incertidumbre. Desde Ceuta se contempló todo lo que sucedía en la Península llamando a familiares para, básicamente, compartir esos momentos con tal de aportar cierta tranquilidad entre quienes no sabían qué iba a pasar, pero, sobre todo, cuánto tiempo iban a permanecer sin luz.
En Ceuta, eso de ser isla energética, vino bien por una vez en la vida, pero también nos vimos afectados durante horas por la ausencia de internet y conexión telefónica.
Eso también generó su inquietud en una ciudadanía que no tenía la forma de saber qué estaba pasando y cuánto iba a durar la situación. A todos nos llegaron, pasada la medianoche, los mensajes de quienes nos preguntaban qué sucedía. Claro está, nos llegaron con su oportuno retardo ya que era inviable cualquier tipo de conexión.
Ese fuera de cobertura afectó a todos, el borrado en la comunicación también a las llamadas de emergencia que no podían realizarse, constatándose una incidencia similar en la noche del sábado al domingo.
Delegación del Gobierno publicaba en sus redes sociales qué hacer si surgía una recaída del sistema. Lo difundió en redes sociales cuando nadie podía consultarlas y no encontró otro canal de comunicación con la ciudadanía para que, al menos, se sintiera segura.
Y eso que en Ceuta no ocurrió, ni por asomo, lo que sí en la Península. Imagínense esa situación con estos mimbres.
Faltan las oportunas reflexiones sobre lo acontecido, faltan porque lo ocurrido es de gravedad y porque con anterioridad nos hemos felicitado del éxito de simulacros que ahora parece que somos incapaces de activar en el grado adecuado a cada situación.
Que durante horas una persona no pueda comunicar una emergencia es grave, que la ciudadanía no tuviera una vía para saber cómo reaccionar, también.
La realidad mató la simulación.