Ceuta asistió este viernes a una de las jornadas de mayor presión migratoria de las vividas en el mar con guardias civiles realizando salidas constantes para salvar vidas en las dos bahías. Llegaron adultos, menores y aún no se ha dado con varios jóvenes dados por desaparecidos. Fue sin duda uno de los días más complicados asociados a la inmigración.
Lejos de que esta información fuera considerada relevante por parte de quien es competente en la materia, la Delegación del Gobierno optó por el silencio. Nada nuevo bajo el sol. De un tiempo a esta parte parece que los mandamases de la plaza le han cogido gusto a eso de estar en la cueva evitando posicionarse sobre un asunto de interés como es el de las llegadas de inmigrantes en rutas tan peligrosas como la marítima.
Ni una sola explicación, ni un mensaje, ni declaraciones. Quizá consideren que lo vivido ayer forma parte de la normalidad y por tanto ni debe ser noticiable ni se tiene por qué hablar de ello.
Turnos sin descanso, situaciones extremas para los agentes en el mar, jóvenes desaparecidos, dependencias policiales saturadas en donde no se cumplen las mínimas condiciones para atender a tantas personas… Todo normal debe ser, tanto que ni hay declaraciones de la delegada del Gobierno, ni de su segundo espada, ni de nadie.
Los silencios son siempre malos compañeros porque evidencian solo dos cosas: o que no se sabe qué decir y eso es peligroso en una Ceuta donde la Delegación del Gobierno debe tener hilo directo y trato cercano con las autoridades inmediatas del vecino país (las partidas de ajedrez mejor ganarlas en casa) o que, sabiéndolo, nadie tiene interés en trasladarlo a la misma ciudadanía a la que luego se le pide el voto…
Hay que comparecer, hay que hablar y hay que respetar al ciudadano. Esto último solo se consigue con transparencia, con comparecencias, con mensajes claros en situaciones nada corrientes. La verdad es la única forma de frenar el miedo, los bulos y, sobre todo, en casos como los relacionados con la inmigración el odio y el racismo.