No hace falta mucho. Ni grandes promesas, ni anuncios de inversiones, ni planes de barriadas que chupan dinero pero no dejan resultados. No hace falta más que interés, mantenimiento y control. Pero nada de esto se tiene y así, una Ceuta que podría lucir como una de las ciudades con mayor encanto, con un juego de luces difícil de encontrar en otros puntos, asoma abandonada y víctima de quienes solo buscan titulares y aplausos fáciles pero carecen de una implicación obligada.
Si supiéramos valorar lo que tenemos se apostaría por una acción integral que salvaguarde el patrimonio que estamos dejando morir deliberadamente poco a poco, que cuide nuestra naturaleza como se debe y que castigue los atentados diarios que se producen en el espacio común de todos que cada vez está más olvidado, más despreciado y más perdido por la acción de unos y la falta de control del resto. No voy a criminalizar a quienes esperan terminar la jornada del viernes para escapar a la Península. Cada cual es libre de buscar su descanso, su lugar de paz donde le plazca. Los que aquí nos quedamos, quienes sabemos apreciar la belleza de unos rincones únicos asistimos, por contra, a ese complejo que parece haber anidado entre nuestros responsables, que son incapaces de poner en valor, cuidar y potenciar lo que ya existe. Porque no tenemos que inventarnos nada. Solo hay que saber apreciarlo.
Lo que no resulta lógico es la parafernalia de los loritos con sueldo público que no hacen más que anunciar, vender y corear la cantidad de planes, obras e inversiones que van a llevar a cabo para arreglar lo que ya tenemos y dejamos morir. Luego, o no lo arreglan o marcan sus eternos planes colocándolos a plazo fijo. No cuesta tanto. No hace falta hablar demasiado. Solo tomar conciencia de lo que tenemos. Igual eso es lo que falla.