Los vecinos del Serrallo alzan su voz. Lo hacen con todo el fundamento. Es una vergüenza el abandono que se tiene con las barriadas, como también que no se escuchen las peticiones de los residentes que se sienten olvidados.
Que en pleno 2024 unos vecinos estén pidiendo una marquesina debería ser motivo de sonrojo para este gobierno. El de la economía verde, azul, tecnológica que se gasta los cuartos en traer al Pequeño Nicolás, resulta que tiene un barrio en el que los vecinos se la juegan para cruzar la carretera y colocarse en lo que se llama parada de bus.
Esa parada son unas letras pintadas en la carretera y una señal. Esto pasa en la Ceuta moderna, la que dicen que debe ser igual para todos. Vaya, debe ser que el Serrallo no forma parte de Ceuta o al alcalde se le ha olvidado subir por esos lares.
Una lee las peticiones que hacen los vecinos de este lugar y empieza a pensar en la enorme estafa en la que vivimos. Sí, estafa. Porque esos vecinos del Serrallo que valen lo mismo que los de la Gran Vía resulta que son despreciados, olvidados y apartados por el Ayuntamiento que debe dejarse en la piel en la igualdad para todos.
Los que allí viven, como llueva, ya no pueden esperar junto a la señal el bus. Como haga viento, lo mismo. Y si los coches cruzan -como lo hacen- a elevadas velocidades tienen que andar encomendándose a todo en lo que crean para evitar cualquier siniestro. Es decir, se les está estafando.
Esto no es una broma, es una auténtica indecencia. Y resulta que no es nuevo, llevan años soportando ese olvido.
Hemos perdido el norte, y eso que al alcalde no le faltan asesores para indicarle lo que pasa en su cortijo.
Debe centrarse más -es vital- en el ciudadano, en los asuntos caseros, en los problemas que nos afectan. Tenemos que tener la casa primero bien arreglada para luego pensar en los adornos.
Al alcalde le hace falta primero tener unos barrios mínimamente dotados antes de contarnos el cuento de la economía verde, azul y tecnológica. Al menos por respeto, solo por eso. Y el respeto, debería saberlo es, es lo último que se pierde.